jueves, 1 de agosto de 2019

NOCHES VERANIEGAS JEREZANAS





El investigador local y flamencólogo Juan de la Plata dijo en su necrológica sobre Benito Pérez-Barbadillo Rodríguez que  no fue solo un excelente poeta sino también un cultivador del sentimiento popular, expresado muy especialmente a través de su amor al costumbrismo andaluz, en todas sus facetas. Sanluqueño de nacimiento ejerció la abogacía en su ciudad adoptiva, Jerez de la Frontera, a donde se vino a vivir a los nueve años. Manolo Liaño, el recordado periodista, le llamó “Jurispoeta” un apelativo que Benito Pérez aceptó gustosamente y le acompañaría de por vida.   En 1970 fue premiado con la Flor Natural de la Fiesta de la Vendimia Jerezana; siendo galardonado también con el premio periodístico del VIII Concurso Nacional Literario de la Caja de Ahorros de Jerez, convocado con motivo de la Semana del Caballo de 1974. Fue director del programa Tertulia Literaria de Radio Jerez y, a lo largo de su vida pública, pronunció numerosas conferencias, pregones, fue mantenedor de juegos florales y dio brillantes recitales de su propia poesía. Su obra publicada es extensa, iniciada con aquella primera antología poética,  titulada "Adviento de amor" que viera la luz en 1960; dejando inéditos otros muchos trabajos a su fallecimiento.

En 1984 prologa la segunda edición de “Rincones típicos de Jerez” cuyo autor es Diego Campoy y Miró, presidente que fuera del Grupo Literario Sherry. Afirmando que no hay nada más tranquilizante y tranquilizador que pasear en las noches veraniegas por las calles jerezanas, que las calles de Jerez son dignas de recorrer observadoramente en solitaria soledad, es decir, cuando en las noches de agosto se encuentran solitarias, y en soledad silenciosa se discurre por ellas pensativamente, en actitud o ejercicio de “peregrino andante”. Añade que, por el éxodo estival, las calles de Jerez se disfrutan más en verano, hay más uso y disfrute personal, menos compartimiento, más soledad pensante. Sentenciando que el mar está muy cerca de Jerez por carretera y Jerez lo suficientemente lejos del mar desde sus calles…para no marearse.  Y acaba diciendo que todo lo que ha dicho no es lo que le habían dicho que tenía decir, sino lo que se le había ocurrido, sin dimes y diretes, una noche cualquiera de agosto por las plácidas calles de Jerez. Genial conclusión como muchas de las genialidades que escondían las poesías de ese jurispoeta sanluqueño-jerezano de tan grata memoria.

Ciertamente es una delicia el pasear por el Jerez intramuros en la época estival, sus estrechas calles, sus recoletas plazoletas y sus bellos rincones son una auténtica explosión para los sentidos. Son calles casi exentas de ruidos, sin apenas bullicios, donde solo la cal de sus casas populares o la noble cantería de emblemáticos y monumentales edificios enmarcan la postal de un Jerez antiguo, quizás menos adaptado a los nuevos tiempos, pero sin duda, más peculiar y genuino.

Las calles jerezanas en general siguen teniendo en época estival ese embrujo del que nos hablaba Benito Pérez, entre solitarias y cautivadoras, entre silentes y evocadoras de tiempos pretéritos. Pasear por ellas en las noches veraniegas jerezanas nos pueden hacer presente esos versos suyos de su poema Bohemio que, con aires lorquianos, hablaba de ese sentimiento popular que le unió a la tierra jerezana y que decía así: “5i me quedo dormido/una noche en la calle /que no me despierte el gallo, /que no me despierte el aire”.
           (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 28 de julio de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)


Portada del libro mencionado en éste artículo