La jerezana calle Prieta está cerrada al tráfico rodado y al peatonal, solo es transitable para el acceso a las viviendas allí situadas. El motivo de este cierre viene dado por el peligro de derrumbe de una fachada que actualmente se encuentra en obras.
Esta vía, del centro urbano, perteneciente al popular barrio de la Albarizuela, es de importante conexión para la circulación entre Medina y Arcos y de difícil paso para los viandantes, dada su estrechez y escaso acerado. Siempre ha sido una calle muy castigada por los cortes e incluso por la dejadez municipal, hace más de cincuenta años, concretamente en 1955, en la sección “El lector también opina” del desaparecido periódico “Ayer” se publicaba un artículo en el cual se decía: “ Si la calle Prieta tenía, por unir las de Arcos y Medina, suficiente tráfico rodado como para no descuidar su pavimentación, harto deficiente y en estado muy lamentable y esto desde hace muchos años , habiendo quien asegura que su empedrado alcanza el siglo, hoy, por haberse instalado en su centro un amplio local, destinado actualmente a granero, ese tráfico ha aumentado considerablemente, con la entrada y salida de camiones de gran tonelaje… ..Los vecinos de esta calle y cuantos por ella cruzan a diario desearían que el plan de reformas, tan plausible, que se lleva a cabo en Jerez, alcanzara a esta callecita que buena falta le hace”.
Como podemos comprobar la historia se repite, hace cincuenta años eran los camiones y el estado del pavimento lo que hacía intransitable la calle y ahora son unas obras que la están reconstruyendo casi por completo
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En la calle Prieta viví parte de mi infancia, entre las casas números 21, 19 y 12, una por ser donde nací, otra donde pasara largas temporadas en casa de mis abuelos, y en otra, por ser propiedad de ellos, donde celebrábamos nuestras fiestas juveniles. Allí entre patios de macetas y escaleras donde saltar desde el sexto escalón ya era un proeza, pasé veranos escuchando, a los vendedores de higo chumbos, las golondrinas revolotear entre las vigas del patio, los cánticos de los canarios al caer la tarde y las tertulias entre aspidistras cuando la noche regalaba el mejor de los frescores; otoños en los que la comodidad de las chanclas y el pantalón corto daba paso a los zapatos gorilas y a las bolsas cargadas de membrillos, castañas y nueces con las que celebrábamos con los abuelos “los tosantos”, unos inviernos eternos sobre el eje de las fiestas navideñas cargadas de familiaridad, de polvorones siempre en la mesa y nacimiento sobre el viejo aparador, del típico soniquete de los niños de San Ildefonso y mañana de Reyes, saturando el comedor de juguetes; y unas primaveras correteando entre los geranios y los nísperos del corral, y aquellos “disfraces” que nos ponían a los niños de la familia para montarnos en un coche de caballo y llevarnos a la feria.
La calle Prieta es para mi todo eso y mucho más, doña Carmen en el 23, María Montoya con su empaque de matriarca gitana, los Campitos con el recuerdo de aquel ramo de flores sobre el lecho del dolor, García de Villegas el practicante, los Franco, Rodrigo de Molina el inolvidable periodista de los cientos de libros y los miles de legajos, Salita el del pan, don Eugenio el farmacéutico, la droguería de Lanzarote, el Tabanco de Navero, el almacén de Cevallos, Ajuria, la tienda de Genoveva, la carnicería de Campos y tantos otros que dieron vida a esta calle estrecha, familiar y acogedora.
La Calle Prieta, que ya en 1566, se mandase a empedrar a petición de los propios vecinos y que, al parecer debe su nombre a una piadosa dama, Isabel López, de color Prieta (mulata) que llegada de América de estableció aquí, merece por su situación y por cuanto significa para todos los que dejaron allí parte de su historia, que, cuanto antes, se levanten esas vallas y recobre ese tránsito y esa prestancia que, desde siempre, se le ha demandado.
(Articulo publicado en Información Jerez el 13 de octubre de 2007. Hoy, de nuevo desde el Ayuntamiento se nos informa que la calle Prieta ha sido cortada al trafico)