EN EL CUARTO ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO
Era compadre de Dios porque había apadrinado al Señor de la Misericordia, al Hijo de Dios de la Plata, y ese compadreo se notaba entre el Jefe y él.
Era compadre de Dios y padre de mucha gente sin haber tenido hijos, ese fue uno de los regalos del Jefe, darle una prole que lo consideraba y quería como a un padre sin llevar el apellido Reimóndez. Hace una semana que se fue buscando la falda de la Madre de los Siete Cuchillos. El fin de semana pasado el Cristo sin nombre de la Señora del vejo humilladero tuvo nombre y hasta podríamos decir que un aspecto distinto, con barbas más blanquecinas y la piel aún más bronceada por los aires de Valdelagrana, pulserita en una de sus muñecas y en la otra, como de costumbre, sin reloj, porque el tiempo, ahora como siempre, no era lo más importante para él.
Lete colapsó su Hermandad de las Angustias de actividad, colapsó el mundo de la trabajadera de hermanos costaleros, colapsó Jerez con el Maratón de la Juventud Cofrade, colapsó el Callejón de los Bolos con el diseño y la dirección artística del Belén monumental del Congreso Belenista, colapsó Jerez en Navidad con sus nacimientos gigantes y benéficos, colapsó su vida al servicio de Dios y de esta noble ciudad de Jerez. Pero es que además, Lete colapsó su móvil de tantas llamadas como se interesaron por él, colapsó la planta quinta del hospital de Jerez por tantas visitas como recibió y colapsó la Plaza de las Angustias, más angustiada que nunca, cuando, como un Domingo de Ramos cualquiera, con la cara tapada, emprendió su última estación penitencial; esa estación penitencial que no necesita pasos, porque, como él tanto defendió, la penitencia la hacen las personas y no las imágenes.
El adiós de Lete ha colapsado muchos corazones nobles, ha dejado huérfanos a sus hermanos de las Angustias, a sus compañeros del Consejo que él presidió, a la Juventud Cofrade de entonces y a los jóvenes de hoy que lo tenían por referente, a sus seguidores en el belenismo y a cuantos lo consideraron como el ejemplar político que sólo lo es para servir. Lete ha dejado huérfana a su familia, incluyendo a todos los que le querían por ser como era y hasta a sus gatos a los que tanto mimaba.
A Lete le cogió ese toro al que capoteó, durante tres meses, con el mismo arte de su ágil lápiz o la misma templanza de su admirado Paula. Lete deja, como legado un sinfín de discípulos que el día de mañana podrán presumir de haberlo conocido y de haber compartido sus sueños, pero además deja su mensaje, un mensaje que puede resumirse en unas palabras pronunciadas hace ya unos años en la capilla del Calvario: "Pero lo primero que tenéis que hacer, yo entre vosotros, es desnudarnos ante los demás, dejarnos de tanta soberbia, de tanto protagonismo y de tantos intereses, que como seres humanos todos padecemos y a la vez nos atan. Arrancar de nuestros corazones la mentira, la falsedad y todo ese lastre que también como humanos llevamos.
Y después de mirarnos al espejo y reírnos de nuestras ofensas humanas y de lo ridículos que podemos llegar a ser, llenarnos de amor, verdad y caridad cristiana y, no exigir, ni tan siquiera pedir, sino rogar en nombre de Dios, ser escuchado y a partir de ese momento, todos juntos trabajemos para conseguir nuestros sueños.
Pero todo esto hay que hacerlo convencido, sin miedo y con alegría. Que no volvamos a decir más que hacemos más de lo que podemos y menos de lo que debemos. Porque sólo así podremos ser sal de la tierra y la luz que ilumine a cuantos se nos acerquen". Este es el Lete nuestro que está en los cielos de la verdad, el que intentó santificar su nombre y que reinara su Jefe. Ojalá algún día se haga su voluntad en la Tierra como ya se hizo en los cielos de sus sueños.
(Artículo publicado en Información Jerez el 7 de julio de 2007 una semana después del fallecimiento de Lete)
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