Acaba el mes de agosto y comenzamos un mes de septiembre que en nuestra ciudad, como en tantas otras, se prodigarán las celebraciones de bodas, aunque cada vez son más las parejas que optan por la celebración civil, aún sigue prevaleciendo la ceremonia religiosa. El recordado sacerdote Fernando Rueda hacía dos distinciones de bodas religiosas: los que se casan por la Iglesia y los que se casan en la iglesia, que son dos cosas completamente distintas.
Las bodas por la Iglesia son aquellas que se acogen a todo lo que la Iglesia Católica dicta para que su celebración adquiera su dimensión e importancia como sacramento, las bodas por la Iglesia normalmente se diferencian bastante de las otras porque la auténtica celebración es la del templo y no la del restaurante, se nota en la preparación de la ceremonia religiosa, en el número de comulgantes, en la participación de los fieles en los ritos litúrgicos, en el respeto y el silencio que se mantiene durante la ceremonia, en la discreción y corrección en el vestir de los asistentes, en los detalles llenos de significados como las velaciones, la subida al camarín de la Virgen, la ofrenda del ramo de flores a una imagen devota o a un familiar difunto, los cánticos, etc, en definitiva toda una liturgia que da verdadero sentido a que el enlace tenga como marco un templo católico.
Y luego están las bodas en la iglesia, estas bodas se celebran en un templo; en la mayoría de los casos y según argumentan los propios novios, en primer lugar porque es más bonito como escenario de la celebración y para los reportajes de fotos y de videos, en segundo lugar por tradición y para no ser menos que sus amigos y familiares y en tercer lugar para no disgustar a los padres o abuelos. Las bodas en la iglesia cuentan con celebraciones religiosas lo más cortas posible con el fin de llegar pronto al convite que es lo importante, y dentro del convite a la barra libre, los novios eligen la fórmula en la que tengan que participar poco; si es con misa, que suelen ser las menos, el número de comulgantes casi se limita a los novios y los padrinos, los invitados que ocupan los bancos, en su mayoría, como sólo van a misa en las bodas y en las comuniones ni se acuerdan lo que hay que decir y se entretienen contándole al familiar que le acompaña las peripecias que han tenido que pasar para tener a toda la familia lista y llegar a tiempo, como consecuencia el murmullo es constante y las puertas llenas de los que no tienen paciencia ni para aguantar la ceremonia, algunos modelitos dignos de las pasarelas de lo que no se debe hacer y los detalles de todo tipo pero sin sentido alguno y, por supuesto, nada que dé importancia al acontecimiento religioso ( floripondios en coches, en solapas, en moños, gritos a la salida de los novios, claxon sonando sin ton ni son, etc). Y todo esto dejando atrás, noches sin dormir problemas sin solucionar hasta última hora, desavenencias en las invitaciones, y sobre todo un dineral en gastos para cosas efímeras y que para muchos de los participantes pasan desapercibidas.
Por ello no sería mala idea que las bodas que se celebren en la iglesia porque el marco es más bonito, se adaptaran a las nuevas tecnologías y se pusiera de moda las bodas en photo shop que ofrecerían muchas más posibilidades y, por supuesto, saldrían mucho más rentables económicamente.
Las bodas en photo shop permitirían a los novios casarse donde quisieran sin que les costara nada ni el estipendio, ni el adorno floral ni otros gastos relativos al templo, pues una vez casados con un simple retoque informático, podrían tener unas fotos magníficas que enseñar a los amigos. El templo se podría elegir, una foto de una capilla o de San Pedro del Vaticano, pinchar y colocar a los novios en el centro; el sacerdote, el que más guste; las flores, cuantas queramos; trasladar y hasta quitar del grupo al pariente pesado que siempre se pone para salir en la foto. Alguien puede pensar que todo esto sería una falsa ¿Y no es más falsa casarse en la iglesia, y acogerse a sus normas, porque, en definitiva, las fotos son más bonitas?
(Artículo publicado en Información Jerez el 25 de agosto de 2006)