Jerez tiene un singular barrio en el Km. 4 de la carretera de Cortes de la Frontera. Un barrio mandado construir por el Ayuntamiento jerezano en 1936 al afamado arquitecto Fernando de la Cuadra, concluyéndose su construcción en 1945 y acogiendo desde entonces a numerosos jerezanos.
Es un barrio perfectamente limitado y estructurado, con estancias de todo tipo - más que viviendas, porque allí, la verdad, es que vivir se vive poco – unas más lujosas y otras más sencillas.
Es un barrio que en algo se parece al de la Macarena de Sevilla, porque tiene arco de entrada y templo en su portada, y para muchos, ese arco, como el de la Macarena, es la entrada de la Gloria.
Ante la característica cúpula que recibe a todo el que se acerca a este peculiar barrio, una cruz de hierro del artista cerrajero Diego García Rendón -uno de tantos que aprendieron las artes del hierro en el taller de Clavijo en la plaza Mirabal - nos indica el elemento que más se prodigará en todo el recinto junto a esos ángeles, que habitan en la cúpula, y que tallara el escultor gaditano Vasallo. Unos ángeles que nos recuerdan la espiritualidad de este barrio que algunos conocen como el Campo Santo.
En estos días el barrio se ha llenado de visitas con motivo de una festividad litúrgica, como los viejos barrios de las ciudades históricas, cuando los vecinos volvían al barrio de su niñez para rememorar aquellas fiestas y verbenas de antaño.
Acercarse a este barrio es, en cierta manera, una forma de volver al pasado, porque nadie quiere pensar en él de cara al futuro. Las motivaciones vienen con ese recuerdo a los que nos precedieron, esos seres que ocupan ese barrio del Km. 4 y que en su mayoría, no están dispuestos a moverse de allí.
Ese otro barrio está allí en el Km. 4 todo el año y abierto a cualquier visita, aunque muchos pisos, por el paso de los años, apenas conservan nada de sus inquilinos.
Pasará la fiesta litúrgica como en todos los viejos barrios, aquello se quedará solo, se marchitarán o volverán esas flores que llegaron como homenaje, como recuerdo, como tradición o simplemente para evitar el comentario de la ignorancia.
Llegará un día en que, de una forma o de otra, todos tengamos que ir a un barrio como éste, porque como diría Marco Aurelio "Morir no es otra cosa que cambiar de residencia", aunque Antonio Machado se quedara con el consuelo de "La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos".
El otro barrio de Jerez es un lugar lleno de recuerdos, un lugar tranquilo y una muestra palpable de las distintas mentalidades sobre la última morada. Es la historia de Jerez, en cada inscripción, en cada epitafio, en cada nombre, porque los que allí encontraron su última residencia forman parte de la propia historia colectiva, somos vecinos de un barrio vinculado a todo Jerez porque un día, alguno de los nuestros encontró sitio entre cipreses y lápidas de mármol.
Allí, en el otro barrio, se encuentran muchas verdades escondidas de un mundo incierto, un mundo desigual, de un mundo injusto por cuantos hechos y labores quedan escondidos entre tanto silencio.
Para los creyentes la verdad y el poder no son de este mundo. Para Benjamín Franklin en este mundo no hay nada cierto, salvo la muerte y los impuestos. Por eso vivir en aquel barrio también cuesta lo suyo.
(Artículo publicado en Información Jerez el 4 de noviembre de 2006. Estos días, de nuevo "el otro barrio" se ha vuelto a llenar de gentes recordando a los que ya no están)