Diego
de Mirabal fue uno de los caballeros que reconquistaron Jerez. Su hijo Juan
Francisco fue caballero veinticuatro de la ciudad y su nieto Martín de Mirabal
presidente de la Real Casa de
Contratación a las Indias de Sevilla en 1710, Teniente de Maestre General y
Caballero de la Orden de Calatrava. Descendiente suyo fue Luis Félix de Mirabal, y Spínola, Colegial
del Mayor Cuenca y Salamanca, del Consejo de Castilla, Gobernador del Consejo Real
y Señor de la villa de Boadilla del Monte. El rey Felipe V le agració con el
título de Marqués de Mirabal. Todos ellos, como se suele decir, eran jerezanos
de pura cepa, incluso casados, en su mayoría, con jerezanas de cuna entroncadas
con nobles familias de la ciudad.
La
plaza Mirabal, rotulada así en honor a esta ilustre familia, es un coqueto
lugar a la que se accede por el pintoresco boquete de la calle Ancha, junto a
la torre albarrana, escondida frente al templo de la Victoria, o por la
angostura de la calle Mendoza.
Singulares fachadas la configura, la dieciochesca donde viviera Pepillo,
el torero-poeta de sentimientos profundos, la del taller de Clavijo de donde
salieran hermosas obras de cerrajería, la misma que fuera palacio de los
Mirabal y que hoy sobrevive de milagro entre irrespetuosos bloques de viviendas
y el número 8, la casa de donde vivieron mis abuelos y donde naciera mi madre
en los difíciles años de la guerra, la
casa de una maltratada fachada con rasgos más que interesantes y la casa del imaginero
Chaveli, donde salieron tallas de tanto calado popular como el Señor de las
Tres caídas o Jesús de la Vía-Crucis. Regueros inmensos de devotos, millones de rezos cada lunes por San Lucas,
visitas incesantes en San Francisco, superaciones y una fe inquebrantable en la
cercana capilla del Amor, espiritualidad yacente en el antiguo humilladero de
los siete cuchillos, todo ello tuvo su punto de partida en ese taller de la
plaza Mirabal 8, donde la gubia y la madera fue dando forma a esas imágenes que
hoy son parte incuestionable de la fe del pueblo jerezano.
Todo
ello hace que ésta escondida plazoleta jerezana tenga su importancia para la
historia local. Una importancia que está pidiendo a gritos la recuperación de
esa fachada número 8 para poner en valor todo lo que esconde y perpetuar en una
placa junto al portón del taller de tan devotas imágenes la memoria del
escultor Chaveli.
El
Ayuntamiento ha aprobado cambiar el nombre de plaza de Mirabal por el de
Mirabal de Ramón Chaveli. Aún estamos a tiempo de que el taller de Chaveli
obtenga su placa conmemorativa y Mirabal, haciendo uso de los derechos de
antigüedad, recobre su nombre para él solo. Dicen que cuando abdicó Felipe V se
preveía que, en caso de muerte de Luis I la corona recaería en su hermano, el
infante Fernando. Cuando Luis I desaparece brutalmente, Felipe V quiso volver a
ocupar el trono y pidió opinión al Consejo de Castilla. La actitud de Mirabal
fue muy ambigua y el Consejo a duras penas y después de muchas prórrogas emitió
una opinión favorable a los deseos del Rey. Nada más volver al poder, el Rey se
apresuró a destituir a Mirabal, a quien consideraba responsable de la actitud
vacilante del Consejo de Castilla. Que no sean otros los que ahora destituyan a
Mirabal de otra de sus posesiones. Los nombres de Mirabal y Chaveli unidos,
porque así lo quiso la historia, pero no revueltos.
(Artículo publicado el pasado domingo 25 de enero de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ).IX Marqueses de Mirabal. (Año 1900 aprox.) |