miércoles, 26 de agosto de 2015

VOLUNTARIA DE CARITAS


 
 
Dicen que para muchos españoles, Cáritas se ha convertido en un miembro más de sus familias. Algo mucho más valioso que una ayuda económica para pagar el alquiler o la posibilidad de tomar una comida caliente al día. Cáritas es un lugar de especial acogida y acompañamiento a las personas. Ese sostén material, espiritual y afectivo lo hacen posible los miles de  personas que trabajan para la institución, pero sobre todo sus cerca de ochenta mil voluntarios. El voluntariado es una parte fundamental en el entramado de Cáritas Diocesanas. En Jerez Cáritas cuenta con más de quinientos voluntarios entre las diferentes Cáritas parroquiales. Muchas son las personas que dedican, desinteresadamente, parte de su tiempo y de su trabajo para ayudar y socorrer a los demás por medio de las distintas Cáritas parroquiales.

En el año 2011 Cáritas Diocesanas de Jerez llevó a cabo un reconocimiento público a la labor de los voluntarios del arciprestazgo centro, homenaje personificado en quienes tras muchos años ejerciendo su voluntariado, realizando la labor social de Cáritas, se retiraban por distintos motivos, mayormente por cuestiones de edad. Personas que, sin duda, han dejado huella en los corazones de todos/as, tanto de voluntarios como de acogidos. Rosa María Romero Ibáñez de San Salvador y San Dionisio, Manuel Soto de la Calle de San Mateo, Juan Terán Carreño de los Descalzos, Margarita Fernández Torres de los Descalzos y Francisca González Salguero de San Pedro, fueron los homenajeados y a los que se dedicó el reconocimiento de gratitud a una labor, dedicación, y cariño con las personas necesitadas.

Esta semana nos ha dejado Paquita, Francisca González Salguero, la eterna vecina del barrio de San Pedro, la alumna salesiana, la enfermera del desaparecido hospital de Santa Isabel y compañera de ilustres doctores de grata memoria, la que cada Semana Santa engalanaba sus balcones de su casa de la calle Bizcocheros para el paso de la Coronación y de su Virgen de Loreto; pero sobre todo la directora de Cáritas de San Pedro, a la que acudieron tantos vecinos del barrio solicitando ayuda, la de los juguetes, siempre nuevos, para el día de Reyes, la de los lunes en la parroquia atendiendo a cuantos llegaban a ella pidiendo no solo colaboración material sino también un poco de consuelo y compañía. Lunes en San Pedro, con Paquita, Cuqui, Lola y Pepi, con bolsas de comida en las manos intentando que nadie se fuera sin algo para llevarse a la boca.

“Existe un lunes en Jerez, junto a un templo parroquial, lleno de hambre y de sed, cargado de necesidad. Existe un lunes en Jerez, ¡que para qué os voy a contar!, un lunes de Pentecostés, de bolsas y peregrinar. Existe un lunes en Jerez, que es para echarse a llorar, lunes de “es que ya no se qué hacer, ¿me puede usted ayudar?”. Existe un lunes en Jerez, de recibos sin pagar, sin dinero, sin parné, “Es que no tengo pa ná”. Existe un lunes en Jerez, hecho auxilio social, que se dignan en atender, cuatro ángeles de la caridad. Paquita, Pepi, Cuqui y Lola, cristianas de verdad, que se la pintan solas, para atender a los demás…” Estas fueron parte de las palabras que le dedique a estas voluntarias de Cáritas de San Pedro y cofrades de Loreto, en el homenaje que se le tributó, en su momento, tanto por la parroquia como por la Hermandad. Descanse en paz, Paquita, a la que Dios sabrá pagarle cuanto trabajó por sus semejantes.
(Articulo publicado el pasado domingo 23 de agosto de 2015 en INFORMACION JEREZ)
 
De izquierda a derecha: Paquita (Francisca Gonzalez Salguero), Cuqui (Mª Josefa Vega Navarro) y Lola (Dolores Galera de la Rosa), voluntarias de Caritas de San Pedro en el homenaje que le fue tributado en el año 2009.
 

 

 

 

viernes, 21 de agosto de 2015

HERMANO ADRIÁN, EL ETERNO CAMINANTE


 
 
El Hospital San Juan Grande, forma parte de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, la historia nos habla de una institución para el servicio a los más pobres que “nace del evangelio de la misericordia vivido en plenitud por San Juan de Dios” que comenzó una labor de servicio a los más necesitados en su primer hospital de Granada y que en 1572 sería aprobada como tal Orden Hospitalaria por la Iglesia. Desde entonces, la Orden, centrada en su asistencia a los enfermos, ha continuado su servicio hasta la actualidad, en que, compuesta por 1.204 Hermanos y unos 50.000 colaboradores, está extendida por los cinco continentes, en 51 naciones, con más de 309 obras, que abarcan un amplio abanico de actividades.

En la página del Hospital San Juan Grande podemos leer la trayectoria de la Orden Hospitalaria en Jerez de la Frontera desde 1573 en el desaparecido Hospital de la Candelaria de la actual Alameda Cristina, donde estuvo establecida hasta 1834 que se vio obligada a abandonar Jerez a consecuencia de la Ley de Desamortización de Mendizábal. Tras largos años de ausencia, e impulsado por la donación a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios de los terrenos en los que actualmente se ubica el Hospital San Juan Grande, el Sanatorio de Santa Rosalía abrió sus puertas de nuevo en Jerez en junio de 1927 para hacer frente al gran problema que planteaba en la zona la poliomielitis. Niños y jóvenes de ambos sexos, de las provincias de Cádiz, Ceuta, Melilla, Huelva, Sevilla y Marruecos fueron atendidos, con carácter benéfico, sin descuidar el aspecto educativo e incluso laboral.

En 1952 desde el hospital de Ciempozuelos, llega a Jerez, al Sanatorio de Santa Rosalía, un nuevo fraile hospitalario, se llama Adrián. Cinco años pasó en Jerez cuidando a los niños enfermos y ayudando a recaudar fondos y víveres para el sostenimiento de dicho centro. En 1957 marcha a la clínica de Ntra. Sra. De la Paz en Madrid, de allí de nuevo a Ciempozuelos, para en 1962, volver a Jerez para siempre.


           Como narran sus biógrafos el Hermano Adrián del Cerro, vestido con el hábito negro de la Orden de San Juan de Dios, cartera en mano y siempre tocado con su inseparable boina, recorría cada día las calles y plazas de Jerez en busca de las limosnas que pudiese conseguir para los pobres que para él nunca tuvieron color, raza ni religión. En su larga vida solamente ha habido una única obsesión: entregarse a los demás, ayudar al prójimo, visitar al enfermo, consolar al que sufre.

 

            Esta pasada semana, a la edad de 92 años abandonó este mundo pero su memoria quedará en el corazón de todos los jerezanos de bien. Su cuerpo reposa ya para siempre en la iglesia del antiguo sanatorio para seguir caminando por los senderos de la gloria y continuar ayudando, como cuando empujaba las sillas de ruedas de los niños imposibilitados, a sanar a todos los que se acerquen a él para pedir su intercepción.

 

            Ahora, tras su fallecimiento, su figura pequeña se engrandece por su testimonio de vida y como dejó dicho Benedicto XVI al hablar de fray Leopoldo de Alpandeire, otro hombre santo y limosnero de Dios: «Testimonió el misterio de Jesucristo crucificado con el ejemplo y la palabra, al ritmo humilde y orante de la vida cotidiana y compartiendo y aliviando las preocupaciones de los pobres y afligidos». Hermano Adrián, nuestro eterno caminante.

              (Artículo que publiqué el pasado domingo 16 de agosto de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)


El Hermano Adrián, en una foto del ayer, paseando a sus niños por la Feria de Jerez

miércoles, 12 de agosto de 2015

PEMÁN Y JEREZ


 
 
“No he bebido demasiado Jerez pero Jerez si me ha bebido a mi”

Con esta palabras el ilustre escritor, académico y dramaturgo José María Pemán y Pemartín agradecía en un mes de septiembre de 1963, vendimiador y mercedario, la entrega, en solemne acto, del título de Hijo Adoptivo de Jerez por parte del Ayuntamiento jerezano. El acto fue presidido por el ministro de Educación, Manuel Lora Tamayo. Pemán agradeció el nombramiento señalando su vinculación a Jerez, tanto familiar como literaria, ya que había sido aquí, en la finca del Cerro de Santiago, donde había escrito numerosas obras.

Cuentan que aquí nació “El divino impaciente” esa magistral obra, estrenada con éxito también en un mes de septiembre pero de 1933. Se estrenó en el Teatro Beatriz de Madrid, en medio de gran expectación. Los versos del famoso diálogo entre san Ignacio y san Francisco Javier pasarían al patrimonio común, y miles de personas los hicieron suyos y los recitaron durante décadas: “Javier/ no hay virtud más eminente /que el hacer sencillamente/ lo que tenemos que hacer. / Cuando es simple la intención /no nos asombran las cosas/ ni en su mayor perfección. / El encanto de las rosas /es que siendo tan hermosas /no conocen lo que son...".

Pemán, dejó mucho de su arte literario en esta tierra jerezana desde esa finca que parece arrancada de la señorial calle Caballeros y que aún hoy emerge a escasa distancia de la ciudad derramando la sabiduría de Séneca y los versos antológicos de la Feria jerezana.

En 1997 todos los alcaldes de Jerez que aún estaban entre nosotros, los del anterior régimen y los de la democracia, guiados por aquellos versos pemanianos “no hay virtud más eminente /que el hacer sencillamente/ lo que tenemos que hacer”; para perpetuar esa fidelidad de Pemán a Jerez  le levantaron un busto en el parque González Hontoria. En ese mismo acto el edil, representante de un partido de izquierdas, subrayó la deuda que Jerez tenía con quien fuera Hijo Adoptivo de la ciudad y aseguró que todo cuanto se hiciera por honrar la memoria de Pemán sería poco. Ese busto, a causa del vandalismo, hubo de retirarse del parque volviéndose a colocar en el teatro Villamarta, donde tantas obras de este autor  se habían interpretado. Ahora por  cuestiones políticas y no culturales, el busto vuelve a ser retirado, pero ha salido el tiro por la culata ya que nunca se ha hablado tanto de Pemán y de su prolífera obra como estos días, incluso con recogidas de firmas para que el busto siga donde está y hasta otro tipo de iniciativas como la creación de una asociación cultural que mantenga viva en Jerez la memoria literaria de tan insigne escritor. Con lo fácil que hubiese sido no restar sino sumar más bustos al teatro Villamarta, donde estuviesen representadas destacadas personalidades del mundo de las letras y del teatro vinculadas a Jerez, sean de la ideología que sean. Pero entonces hablaríamos de concordia, de pasar página, de olvidar las  dos Españas. Hablaríamos de eso que tanto nos falta y que imploró Pemán a los cielos: "¡Siembra rosas de olvidos y perdones/ y unge de compasión y tolerancia/ labios y corazones!/ ¡Danos la paz! ¡Acerca a los hermanos!/ ¡Abre acequias de amor en los secanos/ y pon el agua de la Vida en ellas!/ ¡Tú que tienes el viento y las estrellas, / Señor de los Señores, en tus manos!"  
(Artículo que publiqué el pasado domingo 9 de agosto de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)
 
Pemán, jerezano de adopción, junto a Lola Flores, jerezana de nacimiento.
Arriba acto de colocación del busto de Pemán en el vestíbulo del teatro Villamarta.
 

   

 

jueves, 6 de agosto de 2015

EL CRUCIFIJO, SÍMBOLO DE PAZ.




Las redes sociales están que arden a cuenta del desarrollo de muchos de los plenos municipales que se vienen celebrando tras la constitución de las nuevas Corporaciones, sesiones en los que se emplea más tiempo en los reproches y en asuntos del pasado que en dar soluciones  a los graves problemas que azotan a la sociedad y que preocupan verdaderamente a los ciudadanos. Lo ocurrido en Jerez el pasado jueves ha sido más de lo mismo, la propuesta de retirada del crucifijo del salón de plenos por parte del grupo de Izquierda Unida, ha encendido todos los comentarios. A raíz de esta propuesta de retirada, me he acordado del artículo que escribí en esta misma columna semanal hace ya unos años.

En Trebujena, un grupo de personas afines a ideas comunistas vieron como de la iglesia del pueblo salían llamas y sin pensarlo entraron en el templo para salvar a las devotas imágenes sagradas más queridas por sus vecinos y la depositaron en el ayuntamiento. Triunfó la cordura por encima del revanchismo completamente trasnochado. Los comunistas de Trebujena dieron una lección de civismo ante quienes se empeñan en mantener las dos Españas, ante quienes aún siguen viendo buenos y malos, opresores y oprimidos, por el mero hecho de pensar de una forma o de otra, ante quienes se obstinan en encasillar a las personas por su ideología, por su creencias religiosas o por haber ocupado cargos en un momento concreto de la historia de este país. Trebujena, conocida por su mosto  y por otras peculiaridades que la hacen atractiva al visitante, cobró aquellos días actualidad por su lección de auténtica democracia frente a aquello que decían los viejos  del rencor de viejas deudas. Se da la paradoja de que los militantes comunistas salvaron a las imágenes sagradas de las llamas y las depositaron en el Ayuntamiento que se encuentra ubicado frente al templo. El mismo Ayuntamiento en el que, de seguro, haría tiempo que ya no habría ningún crucifijo. Quitarían el crucifijo de los salones consistoriales y los propios vecinos con ideas no muy dadas a estas cosas de la religiosidad y el clero la depositaron de nuevo, nada más y nada menos con las imágenes de mayor fervor en el pueblo el Cristo de la Misericordia, Jesús Nazareno y la Virgen dolorosa.

            Los procuradores franquistas hicieron posible la transición sin ira, los comunistas, legalizados gracias a aquella transición a la democracia, salvaron, hace solo unos años, una iglesia en Trebujena y unas imágenes de las llamas, también sin ira, sencillamente porque ambos pertenecen a una sociedad que ha evolucionado y que necesita cada vez más pasar página y hablar más del futuro que del pasado.

Es conocido el gesto del profesor Tierno Galván que cuando fue elegido alcalde de Madrid encabezando la lista electoral del Partido Socialista, al ocupar el despacho oficial en el Ayuntamiento, sobre la mesa de trabajo había un crucifijo. Ante la sugerencia de retirarlo el "viejo profesor" dijo:" "Dejen el crucifijo donde está que es símbolo de paz". Siendo agnóstico reconocido, el ilustre intelectual de izquierdas supo ver en el crucifijo al hombre justo cuya grandeza sobrepasa, con creces, el hecho de ser un auténtico símbolo para la cristiandad. El hombre bueno, inmensamente grande, que murió crucificado por defender la justicia y la paz en el mundo. Cuando en un pleno de siete horas, al final, de lo que más se habla es del crucifijo, por algo será.
 
(Artículo que publiqué el pasado domingo 2 de agosto de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)
 
Crucifijo de la Defensión delante del Ayuntamiento jerezano en una fotografia del ayer.
 

  


   

 

domingo, 2 de agosto de 2015

UN JEREZ VIEJO QUE SE CAE


         
 
 

           Bajo este mismo título Luis del Arenal publicaba un artículo en Diario de Cádiz hace, aproximadamente, unos cuarenta años. Reflejaba en el mismo, entre otras cosas, que junto a ese otro de porte moderno, que se hace más grande cada día, que se va incrementando el número de barriadas de unos años a esta parte, que confiere a la ciudad ese aspecto grato y confortable del que goza, existe un Jerez viejo que se está cayendo a pedazos, dado el avanzado estado de ruina de gran parte de los edificios que la integran y que en su día constituyeron un claro motivo de orgullo para la población. Posteriormente sigue el artículo informando sobre el derrumbe, en aquellos años, de la parte trasera de una casa del casco urbano de Jerez ocasionando daños de consideración y poniendo en peligro vidas humanas.

            Es lamentable que cuarenta años después, este artículo siga estando de plena actualidad, que sucesos como los acaecidos esta misma semana en la plaza Plateros sigan siendo noticia y poniendo en riesgo la integridad de los viandantes. Y lo peor es que esto no es un hecho aislado solo hay que darse un paseo por el casco antiguo para comprobar el pésimo estado de muchas de las viviendas que lo forman. La plaza Belén, la de San Lucas, la calle Libre, la del Señor de las Tres Caídas y sobre todo la Carpintería Alta es el ejemplo más alarmante de la dejadez y el abandono de ese Jerez viejo que se mantiene en pie de milagro.

            A lo más que se llega es a parchear y el ejemplo lo hemos visto hace unos días con el espléndido caserón de la calle Porvera 52, una bella muestra de la arquitectura barroca jerezana que si bien se le ha dado un lavado de cara en su interior sigue mostrando una imagen indigna de tan magnífico edificio. Los propios comerciantes jerezanos han manifestado estos días que rara es la calle del centro urbano que no presenta una de sus casas en estado de ruina y con riesgo de derrumbe, un hecho que nos viene a señalar la dejadez en la que se encuentran muchas de las fincas que forman el entramado histórico de nuestra ciudad. Si es verdad que antes que estallara la crisis se han restaurado, con más o menos acierto, algunos de los edificios nobles del centro, como, por ejemplo, las acertadas intervenciones que se han llevado a cabo en edificaciones de la calle Tornería o en algunas de las casas del Jerez musulmán, pero no es menos cierto que aún queda mucho por hacer y que las noticias de derrumbes siguen estando al orden del día.

Como ya hemos manifestado, una y otra vez, desde esta columna semanal, en el casco antiguo todos encontramos la memoria histórica colectiva, su esplendor económico de antaño, su cultura, su proyección de futuro por lo que urge una actuación rápida y decisiva, nada de lavados de cara que escondan ruinas.

Como ocurre con otras ciudades, pasar y pasear por el viejo Jerez, por sus barrios y calles más históricas es toparse de bruces con el reverso, con la negación de su pasado mejor; nos encontramos con la ciudad que se desmorona, que se derrumba, que desaparece poco a poco, ¡que se cae! Aún estamos a tiempo de mantenerlo en pie, de ayudar entre todos a ese viejo Jerez que se nos va al suelo y no sabe donde agarrarse.  

            (Artículo que publiqué el pasado domingo 26 de julio de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)


Artículo publicada en la pasada década de los setenta en Diario de Cádiz y al que se hace referencia en esta entrada.