Cerca
de Jerez, entre la carretera de Trebujena y el Calvario existe una preciosa
construcción neoclásica, cuya fachada parece
como arrancada de la señorial y muy jerezana calle Caballeros, una finca
de recreo con viñedos llamada el Cerro de Santiago, hoy Cerro Nuevo y para sus
propietarios simplemente “El Cerro”. Un lugar lleno de poesía donde el
renombrado y recordado poeta y dramaturgo gaditano-jerezano José María Pemán
escribiera muchas de sus afamadas obras. Quizás una de las que salió de
aquellos blancos muros fue la titulada: “Andalucía” perteneciente a Ediciones
Destino. En sus palabras preliminares
Pemán comparaba a esta tierra de María Santísima como una anchísima vitrina,
coleccionista de paisajes: se parece a Tierra Santa en Almería, a Suiza en
Granada y a Puerto Rico en Cádiz. Y definía un poco traviesa a la vieja Bética.
“Abrió muchas puertas; recibió muchas visitas; se cogió de muchos brazos
galantes”. Pero esto a su vez se complica si consideramos además que Andalucía
es, por esencia, individualista y localista. Se pelean entre sí barrios
vecinos, las cofradías de pueblos y hasta los equipos de futbol rivales,
eternos contrincantes que perduran en su rivalidad por mucho que pase el
tiempo, como si formase parte de ese patrimonio inmaterial que no cambia.
Otro
andaluz universal, figura de las letras, el cordobés Antonio Gala, escribía
sobre la Andalucía que no cambia: “… aquí pervive aún ese pueblo cuyas
antiquísimas leyes estaban escritas en verso; un pueblo desprendido y feliz,
situado en el paralelo ecuménico de las mayores civilizaciones: India, Persia,
Mesopotamia, Anatolia, Grecia y Egipto”. Se preguntaba entonces Gala: ¿No son
los rojos toros de Tartessos y Gerión los que hoy pastan en nuestros campos y
dehesas? ¿No son los olivos que cultivaron fenicios los que hoy mece el aire
andaluz? ¿No son lo vinos que exportaron los iberos los mismos que envejecen en
nuestras bodegas? ¿No eran aquellas grandes ostras que mencionaba Estrabón los
actuales ostiones? ¿No eran las explotaciones mineras de los cartaginenses las
precursoras de las actuales? ¿Los caballos árabes no son los mismos de hoy?. ¿Y
el ganado y el queso que aportaron los normandos, y el grito de los bizantinos,
y la queja de los judíos, y el lamento de los gitanos..?. Cambian los
pormenores, las posturas, las maneras de obrar, pero no el concepto rotundo y
valiente de la vida.
Como
certifica el escritor cordobés, los andaluces somos lo que hemos sido y seremos
lo que somos. Aquí seguirá estando el Templo de la Divina Luz, la gloria romana
y la epifanía omeya. Aquí Venus, el lucero que amanece y atardece, será adorada.
Porque de atardeceres y amaneceres se configuran, día a
día, el camino y la Historia.
Andalucía,
la que se divisa desde los atardeceres de “El Cerro” y la que despierta cada mañana
con ese sol que siempre sale por Antequera se dispone a emprender una nueva
etapa, un nuevo tiempo surgido de las urnas, con la mirada puesta en su futuro
pero sin olvidar lo que ha sido y lo que es. La historia de una vieja Bética
que merece mirar al horizonte con el verde esperanza de su bandera pero también
con el peso y la fuerza que le ha ido regalando su propia vida. Una vida que
atardece y vuelve a amanecer pero que no muere mientras mantenga esa esencia
que nunca cambia.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 2 de diciembre de 2018 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
Portada de un libro de Pemán en el que vemos al ilustre dramaturgo leyendo plácidamente en el campo andalúz. |