El investigador local y flamencólogo Juan de la Plata
dijo en su necrológica sobre Benito Pérez-Barbadillo Rodríguez que no fue solo un excelente poeta sino también
un cultivador del sentimiento popular, expresado muy especialmente a través de
su amor al costumbrismo andaluz, en todas sus facetas. Sanluqueño de nacimiento
ejerció la abogacía en su ciudad adoptiva, Jerez de la Frontera, a donde se
vino a vivir a los nueve años. Manolo Liaño, el recordado periodista, le llamó
“Jurispoeta” un apelativo que Benito Pérez aceptó gustosamente y le acompañaría
de por vida. En 1970 fue premiado con
la Flor Natural de la Fiesta de la Vendimia Jerezana; siendo galardonado
también con el premio periodístico del VIII Concurso Nacional Literario de la
Caja de Ahorros de Jerez, convocado con motivo de la Semana del Caballo de
1974. Fue director del programa Tertulia Literaria de Radio Jerez y, a lo largo
de su vida pública, pronunció numerosas conferencias, pregones, fue mantenedor
de juegos florales y dio brillantes recitales de su propia poesía. Su obra publicada
es extensa, iniciada con aquella primera antología poética, titulada "Adviento de amor" que
viera la luz en 1960; dejando inéditos otros muchos trabajos a su
fallecimiento.
En 1984 prologa la segunda edición de “Rincones
típicos de Jerez” cuyo autor es Diego Campoy y Miró, presidente que fuera del
Grupo Literario Sherry. Afirmando que no hay nada más tranquilizante y
tranquilizador que pasear en las noches veraniegas por las calles jerezanas,
que las calles de Jerez son dignas de recorrer observadoramente en solitaria
soledad, es decir, cuando en las noches de agosto se encuentran solitarias, y
en soledad silenciosa se discurre por ellas pensativamente, en actitud o
ejercicio de “peregrino andante”. Añade que, por el éxodo estival, las calles
de Jerez se disfrutan más en verano, hay más uso y disfrute personal, menos
compartimiento, más soledad pensante. Sentenciando que el mar está muy cerca de
Jerez por carretera y Jerez lo suficientemente lejos del mar desde sus
calles…para no marearse. Y acaba diciendo
que todo lo que ha dicho no es lo que le habían dicho que tenía decir, sino lo
que se le había ocurrido, sin dimes y diretes, una noche cualquiera de agosto
por las plácidas calles de Jerez. Genial conclusión como muchas de las
genialidades que escondían las poesías de ese jurispoeta sanluqueño-jerezano de
tan grata memoria.
Ciertamente
es una delicia el pasear por el Jerez intramuros en la época estival, sus
estrechas calles, sus recoletas plazoletas y sus bellos rincones son una
auténtica explosión para los sentidos. Son calles casi exentas de ruidos, sin
apenas bullicios, donde solo la cal de sus casas populares o la noble cantería
de emblemáticos y monumentales edificios enmarcan la postal de un Jerez
antiguo, quizás menos adaptado a los nuevos tiempos, pero sin duda, más
peculiar y genuino.
Las calles jerezanas en general siguen teniendo en
época estival ese embrujo del que nos hablaba Benito Pérez, entre solitarias y
cautivadoras, entre silentes y evocadoras de tiempos pretéritos. Pasear por ellas
en las noches veraniegas jerezanas nos pueden hacer presente esos versos suyos
de su poema Bohemio que, con aires lorquianos, hablaba de ese sentimiento
popular que le unió a la tierra jerezana y que decía así: “5i me quedo
dormido/una noche en la calle /que no me
despierte el gallo, /que no me
despierte el aire”.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 28 de julio de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)Portada del libro mencionado en éste artículo |