El
Ayuntamiento jerezano acaba de dar luz verde a la construcción de pisos en el
solar de la antigua sede del Obispado de Asidonia-Jerez en la calle Eguiluz.
Esta
céntrica calle que une dos plazas emblemáticas y hermosas de la ciudad, como
son el Mamelón y la plaza Aladro, lleva
desde 1852 el nombre de aquel alcalde, José de Eguiluz, que tanto luchó para la
urbanización y embellecimiento de la ciudad. Cuentan que en abril de 1787 José de Eguiluz toma el cargo de Corregidor de Jerez
y, desde comienzos de su mandato, deja clara su voluntad de que hubiese
escuelas, caminos y paseos, de acuerdo con el espíritu ilustrado de la
época. Las primeras iniciativas en materia de urbanismo e higiene no se
hicieron esperar; al año siguiente ya hay proyectos de limpieza y
adecentamiento de los solares próximos al Alcázar y del camino de entrada a
Jerez desde "los Puertos" y a ésta primera actuación le siguieron
otras muchas de mejoras en aquel Jerez de finales del siglo XVIII y principios
del XIX.
La calle estaba antes rotulada
como la del Molino del Judío, por aquella leyenda que cuenta como en la esquina de la calle Zaragoza con la de Santa Rosa, en la zona
conocida como las Atarazanas, existió una antigua posada, puede que hasta con
su molino interior. De aquel mesón era dueño un judío, descendiente de aquellos
otros que un día poblaron la cercana judería jerezana, el cual terminó sus días
ajusticiado por la ley, acusado del asesinato del amante de su hija que
apareció descuartizado en el fondo de un pozo.
La antigua calle Molino del Judío
fue en el siglo XVIII ennobleciéndose con grandes casonas y sus
correspondientes bodegas. Con el paso de los años uno de esos palacetes,
concretamente el que ostentaba el número 8, es adquirido por Francisco Ivison
Ó´Neale, reputado químico que impulsó con éxito el desarrollo
enológico del vino y el brandy de Jerez, quien en 1880 realizó el primer
embarque de brandy embotellado en origen bajo la denominación 'La Marque
Speciale'. Francisco Ivison instaló en aquella casa, en una de las salas,
su gran laboratorio y en otra su valiosa colección de porcelana china. A su
fallecimiento, hereda la casa Mariana Ivison y Sánchez-Romate, siendo ella quien lo vendiera en los años 60 del pasado siglo XX al arzobispado
hispalense para sede de la vicaría del entonces obispo auxiliar de Sevilla y
vicario de Jerez Monseñor José María Cirarda Lachiondo.
Aquel antiguo palacete, de noble fachada de piedra y suntuosa decoración
interior, fue derribado para levantar un
funcional edificio, obra del arquitecto Fernando de la Cuadra, que sirvió como
sede del Obispado de Asidonia-Jerez hasta su traslado en 2005 al palacio de
Bertemati. En 2007 el edificio de Fernando de la Cuadra fue derribado para
dejar un desolado solar abandonado
durante años.
Ahora será
un nuevo edificio, acorde con los tiempos que vivimos. Un edificio que se
anuncia como
de 5 estrellas, con viviendas que responden a los más altos estándares de
calidad y exclusividad. 27 pisos de obra nueva de 2, 3 y 4 dormitorios, garaje,
trastero, piscina en la azotea, amplio patio de uso privado y un espacio extra
para disfrute de sus inquilinos. Un lujo muy distinto al que tuvo aquel
palacete que se edificó en un solar que ahora abre un nuevo capítulo de su
historia.
(Artículo que publiqué en VIVA JEREZ el pasado lunes 10 de febrero de 2020)
Artículo sobre D. Francisco Yvison y O´Neale |