En la pasada década de los
setenta la editorial Escudo de oro. S.A. lanzó
una serie de guías turísticas sobre rincones de España con bellos textos
literarios. Esta colección de libros, muy ilustrados y de buena impresión
gráfica, llegó a ser premiada con una distinción al mérito turístico por el
entonces Ministerio de Información y Turismo, lo que le valió para multiplicar
el número de ventas gracias a sus distintas ediciones. En el titulado Todo Cádiz y su costa de la luz se le
dedica buena parte a Jerez y, entre otras cosas, se hace mención a la
importancia que en esta tierra se le da al tiempo “El secreto de Jerez está precisamente en su seriedad con que sabe tratar
al tiempo. El viajero que se acerca a la villa por primera vez, quizás se
asombre al descubrir que aquí todo se hace a base de paciencia. Nadie corre. La
gente toma tranquilamente el sol sentada en los casinillos o en los cafés de la
calle Larga. Los campesinos discuten en un rincón de la plaza del Arenal, o se
fuman un cauteloso cigarro de la espera en la parada de un autobús…..Estamos en
la ciudad del vino y aquí el tiempo tiene un significado más hondo; se mide un
poco por cosechas y otro por siglos.”
La ciudad que está
acostumbrada a darle tiempo al tiempo, la que la historia le ha enseñado a no
correr porque su riqueza radica en saber esperar, en no acelerar los tiempos,
vive por mayo acelerada. El mundial de motociclismo acelera a esta ciudad que
durante todo el año parece reflejarse en esos relojes públicos que perdieron su
movimiento hace lustros. Jerez se acelera
como aquel conductor de primera de la canción infantil. Una ciudad que,
como el hijo de El Fary, cuanto más se acelera más calentita se pone.
Llega el fin de semana de la aceleración, el de la fiesta
del motor, el que tuvo su origen en aquel Gran Premio de la Merced de motociclismo que
impulsara Francisco Pacheco junto con Pepe Torrent y José García Cauqui
fundadores de Moto Club Jerezano y que en 1956 organizaran el Premio Motorista de la Playa de Valdelagrana,
pasando diez años después a celebrase en la nueva Avenida Álvaro Domecq y
posteriormente a la barriada de la Constancia, para finalizar, tras un breve
paso por el Polígono de San Benito, en el Polígono Industrial de El Portal.
Fueron
años en los que, por septiembre, Jerez cambiaba su tranquilidad de ciudad
casinos y paseos por el ruido del motor y la aceleración de unas carreras que
fueron las precursoras del mundial de motos que celebramos este fin de semana.
Un mundial que tantas riquezas aporta no solo a Jerez sino también a toda su
área de influencia.
La
ciudad se acelera estos días, pero bienvenida sea esa aceleración por cuanto
supone por la proyección internacional y por los beneficios que reportan.
Porque esa aceleración viene a reflejar el remonte de una ciudad que se resiste
a vivir anclada en su propio paro y en todo aquello que supone quedarse a la
cola de su propio desarrollo.
Quizás el éxito haya sido en lo que ya se apuntaba en
aquella guía turística, en la seriedad con que Jerez sabe tratar al tiempo, en
saber descubrir que aquí todo se hace a base de paciencia. Porque, aunque parezca una contradicción,
mucho de la aceleración que estos días vive la ciudad se debe al tiempo y a sus
grandes dosis de paciencia.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 4 de mayo de 2014)
Circuito urbano del desparecido Premio de La Merced. |
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