martes, 6 de mayo de 2014

LA CIUDAD ACELERADA

          




           En la pasada década de los setenta la editorial Escudo de oro. S.A. lanzó una serie de guías turísticas sobre rincones de España con bellos textos literarios. Esta colección de libros, muy ilustrados y de buena impresión gráfica, llegó a ser premiada con una distinción al mérito turístico por el entonces Ministerio de Información y Turismo, lo que le valió para multiplicar el número de ventas gracias a sus distintas ediciones. En el titulado Todo Cádiz y su costa de la luz se le dedica buena parte a Jerez y, entre otras cosas, se hace mención a la importancia que en esta tierra se le da al tiempo “El secreto de Jerez está precisamente en su seriedad con que sabe tratar al tiempo. El viajero que se acerca a la villa por primera vez, quizás se asombre al descubrir que aquí todo se hace a base de paciencia. Nadie corre. La gente toma tranquilamente el sol sentada en los casinillos o en los cafés de la calle Larga. Los campesinos discuten en un rincón de la plaza del Arenal, o se fuman un cauteloso cigarro de la espera en la parada de un autobús…..Estamos en la ciudad del vino y aquí el tiempo tiene un significado más hondo; se mide un poco por cosechas y otro por siglos.”
           
        La ciudad que está acostumbrada a darle tiempo al tiempo, la que la historia le ha enseñado a no correr porque su riqueza radica en saber esperar, en no acelerar los tiempos, vive por mayo acelerada. El mundial de motociclismo acelera a esta ciudad que durante todo el año parece reflejarse en esos relojes públicos que perdieron su movimiento hace lustros. Jerez se acelera  como aquel conductor de primera de la canción infantil. Una ciudad que, como el hijo de El Fary, cuanto más se acelera más calentita se pone.
            
             Llega el fin de semana de la aceleración, el de la fiesta del motor, el que tuvo su origen en aquel Gran Premio de la Merced de motociclismo que impulsara Francisco Pacheco junto con Pepe Torrent y José García Cauqui fundadores de Moto Club Jerezano y que en 1956 organizaran el Premio Motorista de la Playa de Valdelagrana, pasando diez años después a celebrase en la nueva Avenida Álvaro Domecq y posteriormente a la barriada de la Constancia, para finalizar, tras un breve paso por el Polígono de San Benito, en el Polígono Industrial de El Portal.
            
          Fueron años en los que, por septiembre, Jerez cambiaba su tranquilidad de ciudad casinos y paseos por el ruido del motor y la aceleración de unas carreras que fueron las precursoras del mundial de motos que celebramos este fin de semana. Un mundial que tantas riquezas aporta no solo a Jerez sino también a toda su área de influencia.
            
          La ciudad se acelera estos días, pero bienvenida sea esa aceleración por cuanto supone por la proyección internacional y por los beneficios que reportan. Porque esa aceleración viene a reflejar el remonte de una ciudad que se resiste a vivir anclada en su propio paro y en todo aquello que supone quedarse a la cola de su propio desarrollo.

            
          Quizás el éxito haya sido en lo que ya se apuntaba en aquella guía turística, en la seriedad con que Jerez sabe tratar al tiempo, en saber descubrir que aquí todo se hace a base de paciencia.  Porque, aunque parezca una contradicción, mucho de la aceleración que estos días vive la ciudad se debe al tiempo y a sus grandes dosis de paciencia.

                (Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 4 de mayo de 2014)



Circuito urbano del desparecido Premio de La Merced.

No hay comentarios:

Publicar un comentario