martes, 14 de octubre de 2014

SOLEDAD


         

        
          En Jerez, frente a la vieja muralla, en la confluencia de las calles Ponce y Porvera, desde hace 450 años, hay un grupo humano que se reúnen en torno a la Virgen de la Soledad. Allí, en la iglesia de la Victoria, vive la Soledad. Allí se hace presente esa la soledad física que vivió María. Allí está la soledad psicológica, una soledad que proviene del darse cuenta de que la mayoría no ha captado la necesidad de la muerte de un hijo para un bien común. Es una soledad que se llenó de hostilidad por parte de muchos que seguían viendo con malos ojos a cualquiera que hubiera formado parte del grupo que  acompañaba al hijo de sus entrañas, esa misma soledad psicológica que sintió su hijo frente a la multitud de gente a quien curó.  

 En la Victoria se vive, también, la soledad espiritual, esa soledad de tantos que se han acercado a las plantas de la Virgen para pedir consuelo a sus necesidades, esa soledad que experimenta el alma frente a Dios, cuando parece que Dios nos abandona y nos deja solos frente a nuestros problemas y angustias; la soledad de quien sabe, en los momentos de desesperación, que sólo Él y nadie más que Él puede ayudarnos. También María experimentó esta soledad espiritual ya que tuvo que enfrentarse sola a la responsabilidad de ser madre y sus consecuencias. A la ignominia de ser madre de un ajusticiado.

           Y por último, en la iglesia de la Victoria, aún late una soledad ascética. El ascetismo es el clima interior que consigue el alma, como fruto del esfuerzo personal de aislarse de las personas, acontecimientos, cosas, gracias al desprendimiento, recogimiento y el sacrificio. Esta soledad no es aislamiento infecundo, por despecho del mundo; sino posibilidad para un encuentro más íntimo. Es la soledad de esos frailes, seguidores de Francisco de Paula, que tuvieron que abandonar el convento o de esas religiosas Mínimas que hoy custodian la primitiva Virgen de la Soledad y que han optado por una vida consagrada. Soledad ascética con Dios como única compañía invadente y profunda. Una soledad llena de paz para transmitirla a los demás; llena de luz y consejo para iluminar tantas conciencias.....

 Decía Teresa de Calcuta que sin un corazón lleno de amor y sin unas manos generosas, es imposible curar a un hombre enfermo de soledad, pues, en Jerez, el templo de la Victoria ha sido, durante 450 años, un sanatorio de amor con unas manos generosas agarradas al clavo que simboliza la soledad. Un hospital que ha curado soledades durante siglos. La soledad de aquellos cuerpos difuntos que quedaban desamparados y que los hermanos de esta cofradía daban cristiana sepultura desde los comienzos del siglo XVII. La soledad de aquellos niños acogidos en la Casa Cuna de la calle Francos y que la Virgen visitaba a principios del siglo XX cada Viernes Santo. La soledad de tantos que han acudido a la Victoria buscando un empleo implorando al Señor de los Trabajos y a la Virgen de la Soledad. Soledades ante un retablo cerámico gastado por el paso del tiempo y por el peso de la Fe. Soledades de unos padres aferrados al pañuelo de la Virgen implorando siempre la salud deseada.

En iglesia de la Victoria de Jerez habitan, de forma continuada, 450 años de la historia de la ciudad junto a la Madre y Señora Soledad, porque la soledad es paz que nos abraza en todo momento y nunca nos abandona, esa es su grandeza.   

            (Artículo publicado en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 12 de octubre de 2014)


Fotografía antigua de la Virgen de la Soledad en su paso de palio.

 

 

 

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