En el año 1685 el rey Carlos II crea el título de marqués de los Álamos del
Guadalete a favor de José de Lila y Valdés, natural de Sanlúcar de Barrameda.
Su palacio de Jerez tenía entrada principal por la calle Francos y otro acceso
por la plaza de la Compañía donde una gran portada, con frontón partido y
escudo nobiliario, coronada por la talla en piedra de la Virgen del Rosario, permitía
el paso a un hermoso jardín lleno de paz y sosiego. Característico de su
fachada de la calle Francos era el enorme balcón corrido y sus grandes
ventanales que daban a unos suntuosos salones, que en su época de esplendor
lucieron magníficos tapices. En su interior se situaba un bello patio de
columnas y arcos de medio punto con profusa decoración de cantería tallada. En
el hueco de la escalera principal, estaba la humilde habitación o aposento
llamado de el ermitaño pues en ella
se alojaba el ermitaño de la ermitas de Córdoba, que en primavera venía a Jerez
a recoger la póstula tradicional, muchos jerezanos recordaban a mediados del
pasado siglo XX las venerables y barbudas figuras de los hermanos ermitaños
llamados Cándido, Carmelo…, con su áspero sayal, aspecto pacífico y su reparto
de estampas de Nuestra Señora de Belén, Patrona del yermo donde radicaban los
ermitaños en la sierra de Córdoba. También poseía este palacio un recoleto
oratorio donde se veneraba la reliquia de San Teutonio traída desde Roma por
José Vint, Caballero de la Orden de Calatrava.
Y cuentan también que en este palacio, como un gesto de paz, se alojara a
comienzos del siglo XIX José Bonaparte, el hermano del emperador, conocido
vulgarmente por Pepe Botella y que con
él llegara también una corona dieciochesca entre los enseres que los franceses
se habían encargado de rapiñar por los distintos templos de la ciudad. Corona
que el marqués le echaría el ojo y que el rey intruso, como gratitud a las
atenciones recibidas por el noble jerezano, entregara al marqués para su Virgen
de la Paz, la que en la cercana parroquia de San Marcos era titular de la
antigua Hermandad Sacramental allí existente y, de la cual, el marqués era
hermano destacado.
En la década de los setenta del pasado siglo el palacio fue derribado, su
patio desmontado por piezas y trasladado a otro lugar, algunos de sus elementos
como los que adornaban su oratorio pasaron a la parroquia de San Marcos y
varias de sus pinturas al convento del
Carmen. Quedó también la corona dieciochesca que, tras alguna que otra
vicisitud, se cree que es la misma que ha lucido Santa María de la Paz hasta
ahora. Una corona que, lamentablemente ha sido noticia esta semana al ser
víctima del robo perpetrado en las dependencias de la Hermandad de la Sagrada
Cena, desapareciendo con ella varias pertenencias del tesoro de la corporación.
El Palacio de los Álamos es parte ya de nuestra riqueza monumental
desaparecida, la nefasta política de respeto al patrimonio de los años sesenta
y setenta del pasado siglo hicieron desaparecer esta señorial mansión.
Esperemos que esta corona, que también forma parte de nuestra rica historia
local, no siga la misma suerte y pronto vuelva a ser colocada sobre las sienes
de una Virgen que, desde siglos, viene proclamando la paz, la concordia y el
respeto entre unos y otros.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 12 de febrero de 2017 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
Escaleras del desaparecido palacio del marqués de los Álamos del Guadalete |
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