La
urbanidad es el comportamiento acorde con los buenos modales que demuestra
buena educación y respeto hacia los demás. De mi paso por el colegio se me han olvidado
muchas cosas porque el tiempo hace volar conceptos de la memoria, sin embargo
hay otros que se quedan para siempre. Entre las cosas que no se me olvidan y
que me ensañaron primero mis padres y después aquellos profesores de La Salle,
que tanto empeño ponían en nuestra educación, eran esas normas de urbanidad a
las que daban más importancia incluso que a los aprobados.
Desde el primer momento sabíamos que si hay una persona mayor, una embarazada o una
persona con muletas, se le dejaba pasar delante y se le facilitaba el paso. En
el autobús a estas personas, sin dudarlo, había que dejarle el asiento. Nos
insistían que cuando fuéramos por la acera con la abuela había
que dejarle la parte más cercana a la pared y el balaustre en la
escalera. A las personas mayores
había que ayudarla a cruzar la carretera, a llevar la compra, o al menos,
ofrecernos a ello. Que la preferencia siempre es del camina por su derecha.
No se podía escupir, ni tirar papeles, ni
pipas al suelo. Cuando alguien hablaba había que escucharlo, y nunca se
interrumpía a un adulto. No debíamos hablar al oído con otra persona delante. A
los padres y otros adultos encargados de nuestro cuidado había que obedecerlo y
no se les contestaba ni gritaba. Las cosas habían que pedirla "por
favor", y dar siempre las "gracias". El mobiliario urbano había que cuidarlo y utilizar
las papeleras y los ceniceros…. Comportamientos que parecen que se están
perdiendo.
Y una de las cosas que nos enseñaron
nuestros profesores, a los que siempre había que llamar de usted y con el don
por delante, nada de ciudadano Felipe y cosas por el estilo, era que por mucha
confianza que tengamos en una casa ajena, no debíamos decir ni hacer nada
que pueda desagradar, incomodar, molestar a quien nos escuche o vea. Al entrar
en los lugares siempre era obligatorio saludar y al irnos debemos despedirnos. Y
si el que entraba en la clase era un superior, más aún si era una autoridad, el
jefe de estudios o el director, todos debíamos levantarnos e igualmente cuando
se marcharan.
Viendo lo ocurrido esta semana en
la apertura solemne de la nueva legislatura de las Cortes Generales, en donde
hubo parlamentarios que olvidaron esas normas básicas de urbanidad o la
obviaron intencionadamente, habría que preguntarse ¿Dónde fueron educados esos
parlamentarios que dicen ser representantes del pueblo? ¿Les enseñaron de
pequeño esas normas de urbanidad o es que, también, eso es algo desfasado para
ellos?
La
urbanidad no se limita estrictamente a enseñarnos las consideraciones que
debemos guardar en sociedad, sino que una vez adquiridos estos hábitos hay que ponerlos en práctica para una correcta
convivencia entre todos. Afortunadamente hay profesores que aún siguen
empeñados en que esas normas de urbanidad no se pierdan, para que cuando los
niños de hoy maduren no se les olviden el trato y el respeto que merecen los
demás, especialmente cuando sean ellos quienes deban dar ejemplo ante los ciudadanos,
tanto en las instituciones como ante las autoridades, más aún cuando ese
respeto ya no sea al director del colegio sino a todo un Jefe del Estado.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 20 de noviembre de 2016 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
El recordado Hermano Ricardo Gil, del colegio La Salle de la Alameda Cristina, dando instrucciones a sus alumnos. |
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