Testigo mudo de un pasado
esplendoroso, en los medios de nuestra emblemática calle Larga y frente a la
evocadora, y ahora cofradiera, plaza del Banco se alza un noble edificio que fuera
de los Pérez de Grandallana, linaje al que pertenecieron, entre otros, Domingo, Francisco y Francisco Simón
Pérez de Grandallana, todos ilustres marinos jerezanos con grandes gestas al
servicio a la nación; así como Francisco Pérez de Grandallana y Angulo al que
Fernán Caballero calificó como el poeta castizo, noble, elevado y enérgico como
ninguno.
Descendiente de los
Pérez de Grandallana fue Álvaro Dávila y Agreda, Marqués de Villamarta-Dávila
que, en 1923, mandó al arquitecto Hernández Rubio restaurar toda la
casa-palacio, recuperando elementos renacentistas del siglo XVI y rehaciendo,
en el mismo estilo, relieves y motivos decorativos. La casa-palacio volvió a brillar
tanto en su fachada blasonada, elegante portada y vistosa crestería, como en su
interior, desde el señorial apeadero como en su patio de doble arcada, sus
alargadas estancias con techos de artesonados renacentistas, sus ricos
terciopelos y sus maderas nobles en toda la decoración. Con recuerdos también
de aquel oratorio donde una dolorosa de Astorga recibiera las oraciones de
distintas generaciones antes de pasar a la parroquia de San Pedro para, con el
tiempo, cautivar a feligreses, devotos y aviadores que la tienen por patrona,
siendo el eje fundacional de una cofradía que, cada Viernes Santo, reparte por
Jerez aromas de clasicismo y de soledad.
El palacio de Villamarta fue durante siglos una residencia
aristocrática en la que se conjugó su rancia historia con labores
administrativas de la ganadería familiar y el servicio a la ciudad de Jerez,
donde su propietario, el marqués de Villamarta, ejerció de alcalde, dejando una
serie de obras encomiables que hoy quedan como preciado legado de su paso por
la alcaldía. Álvaro Dávila y Agreda era hijo de Álvaro Dávila y Pérez de Grandallana (1832-1887), VIII Marqués
de Villamarta-Dávila, VIII Marqués de Mirabal y
IX Conde
de Villafuente Bermeja, caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, caballero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda y Caballero
Veinticuatro de Jerez de la Frontera y de Doña Francisca de Caracciolo de Ágreda y Balleras,
descendiente del Antiguo e
Ilustre Solar de Tejada, bisnieta de Don Simón de
Ágreda y Martínez de Cabezón, Señor Divisero del Solar de Tejada,
próspero comerciante, que junto a su hermano el I Conde de Casa
de Ágreda, fundó las Escuelas Gratuitas de San Román de Cameros,
villa de la cual eran naturales.
El palacio era un reflejo de todo ese abolengo de siglos que
había ido acumulando de padres a hijos. Con el tiempo pasó a manos de la
familia Segovia hasta que hace unos años se vendió a la firma textil MANGO para
sustituir la impronta y el sabor a linaje antiguo por modernos percheros y
mostradores. El viejo portalón, flanqueado por columnas, tantos años cerrado,
se abrió entonces de par en par para acoger a un público más ansiosos de renovar vestuario que de poder
admirar la belleza de un edificio ya de por sí bastante singular. Ahora se
anuncia el final de esta apuesta comercial por el centro de la firma MANGO y
con ello el cierre de nuevo de esta suntuosa casa, el palacio de Villamarta,
que, como su propio estilo señala, esperará, con su porte elegante y
aristocrático, un nuevo renacimiento.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 24 de septiembre de 2017 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
Año 1924. Fotografía del palacio de Villamarta recién restaurado por el arquitecto Francisco Hernández Rubio. |
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