Estamos
en tiempos de ferias, días para la fiesta y la fiesta, según los analistas, es
uno de los actos o acciones colectivas que los grupos humanos realizan con
mayor frecuencia, entraña muchas formas de sociabilidad y como un medio de
manifestación social está ligada a las variadas esferas e intereses de poder en
virtud de ser un campo propiciatorio de interacciones sociales. Ella sirve como
punto de encuentro creando, en algunos casos, un espacio de unanimidad y en
otros, construyendo territorios de lo diferente de tal manera que modela
lugares de diversidad. La fiesta crea un ambiente nuevo al romper la rutina
diaria y al mismo tiempo es una intensificación de la vida en un lapso corto de
tiempo, algo que permite construir escenarios donde se manifiesta la
incertidumbre de lo fugaz, el desorden del descontrol, el desvanecimiento de
las fronteras y también una sensación de la alegría que al mismo tiempo puede
servir de tablado de un orden reglado, de un control social, la superposición
de la inherencia frente a la regresión y de la puesta en escena de lo desigual
sobre la base de un mismo concepto que une.
Para considerarla como objeto histórico mucho
se debe a los aportes del folclore. No hay fiesta sin reminiscencias a sus
esencias. Para poder percibir su esencia vale la pena adentrarse en su historia
y en el peso de la tradición. Motivo por el cual las innovaciones que sobre
ella se apliquen no pueden hacer olvidar la esencia de la fiesta sino de
reforzar su fundamento para potenciar
sus señas de identidad, algo en lo que se vienen empeñando los distintos
municipios andaluces.
Para
la metafísica, la esencia es la realidad persistente
más allá de las modificaciones que surgen por lo accidental; esto quiere decir,
en otras palabras, que independientemente de los cambios superficiales que atraviese
una persona o cosa, su esencia (que representa los rasgos que los hacen únicos)
se mantendrá intacta.
Como
ya se ha dicho en otras ocasiones al finalizar la celebración de la Feria del
Caballo es el momento para volver a calibrar la seguridad en el recinto ferial,
para repasar las ordenanzas municipales con respecto a carruajes y caballistas,
para tomar medidas en el caso que se hayan incumplido la normativa con respecto
a las casetas, para afianzar lo bueno y para corregir lo que haya que mejorar.
Y si hay algo que, sin duda, habrá que recuperar y potenciar es la cultura
ferial esa que va encaminada a la preservación de las manifestaciones de
nuestras raíces, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y los signos de identidad
local que compartimos, en definitiva aquello que conforma la propia esencia de
la Feria del Caballo.
La
Feria de Jerez, sin perder aún su esencia, ha evolucionado tanto en aspectos
positivos como negativos y presenta actualmente situaciones que ya no pueden
calificarse de síntomas porque son auténticas realidades que están reclamando a
voces una respuesta.
Aún
estamos a tiempo de que entre todos, jóvenes y mayores, adjudicatarios de
casetas y caseteros, caballistas y coches de alquiler, jerezanos y visitantes,
coordinado todo por el Ayuntamiento y sus técnicos municipales seamos capaces
de seguir engrandeciendo nuestra simpar Feria del Caballo, introduciendo los
cambios que fuesen necesarios pero manteniendo inalterable la esencia de nuestra
gran fiesta, esencia que es lo que afianza su identidad y le ha dado fama en el
mundo.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 13 de mayo de 2018 y al día siguiente en VIVA JEREZ)Antiguos carteles anunciadores de la feria jerezana |
No hay comentarios:
Publicar un comentario