viernes, 18 de mayo de 2018

MANTENER LA ESENCIA




Estamos en tiempos de ferias, días para la fiesta y la fiesta, según los analistas, es uno de los actos o acciones colectivas que los grupos humanos realizan con mayor frecuencia, entraña muchas formas de sociabilidad y como un medio de manifestación social está ligada a las variadas esferas e intereses de poder en virtud de ser un campo propiciatorio de interacciones sociales. Ella sirve como punto de encuentro creando, en algunos casos, un espacio de unanimidad y en otros, construyendo territorios de lo diferente de tal manera que modela lugares de diversidad. La fiesta crea un ambiente nuevo al romper la rutina diaria y al mismo tiempo es una intensificación de la vida en un lapso corto de tiempo, algo que permite construir escenarios donde se manifiesta la incertidumbre de lo fugaz, el desorden del descontrol, el desvanecimiento de las fronteras y también una sensación de la alegría que al mismo tiempo puede servir de tablado de un orden reglado, de un control social, la superposición de la inherencia frente a la regresión y de la puesta en escena de lo desigual sobre la base de un mismo concepto que une.

 Para considerarla como objeto histórico mucho se debe a los aportes del folclore. No hay fiesta sin reminiscencias a sus esencias. Para poder percibir su esencia vale la pena adentrarse en su historia y en el peso de la tradición. Motivo por el cual las innovaciones que sobre ella se apliquen no pueden hacer olvidar la esencia de la fiesta sino de reforzar su fundamento para  potenciar sus señas de identidad, algo en lo que se vienen empeñando los distintos municipios andaluces.

Para la metafísica, la esencia es la realidad persistente más allá de las modificaciones que surgen por lo accidental; esto quiere decir, en otras palabras, que independientemente de los cambios superficiales que atraviese una persona o cosa, su esencia (que representa los rasgos que los hacen únicos) se mantendrá intacta.

Como ya se ha dicho en otras ocasiones al finalizar la celebración de la Feria del Caballo es el momento para volver a calibrar la seguridad en el recinto ferial, para repasar las ordenanzas municipales con respecto a carruajes y caballistas, para tomar medidas en el caso que se hayan incumplido la normativa con respecto a las casetas, para afianzar lo bueno y para corregir lo que haya que mejorar. Y si hay algo que, sin duda, habrá que recuperar y potenciar es la cultura ferial esa que va encaminada a la preservación de las manifestaciones de nuestras raíces, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y los signos de identidad local que compartimos, en definitiva aquello que conforma la propia esencia de la Feria del Caballo.

La Feria de Jerez, sin perder aún su esencia, ha evolucionado tanto en aspectos positivos como negativos y presenta actualmente situaciones que ya no pueden calificarse de síntomas porque son auténticas realidades que están reclamando a voces una respuesta.

Aún estamos a tiempo de que entre todos, jóvenes y mayores, adjudicatarios de casetas y caseteros, caballistas y coches de alquiler, jerezanos y visitantes, coordinado todo por el Ayuntamiento y sus técnicos municipales seamos capaces de seguir engrandeciendo nuestra simpar Feria del Caballo, introduciendo los cambios que fuesen necesarios pero manteniendo inalterable la esencia de nuestra gran fiesta, esencia que es lo que afianza su identidad y le ha dado fama en el mundo.
            (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 13 de mayo de 2018 y al día siguiente en VIVA JEREZ)


Antiguos carteles anunciadores de la feria jerezana

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