martes, 20 de diciembre de 2011

BOTELLONIZAR



Hubo un tiempo en que las fiestas de los pueblos eran de los vecinos y cuatro amigos. Eso era antes. Antes de que las redes sociales potenciaran la capacidad de movilización de los jóvenes y la prohibición de beber alcohol en las calles los empujara a buscar alternativas para las noches de fin de semana. Antes de que los acontecimientos festivos se masificaran y el botellón se erigiera en estandarte de las fiestas.
             
           Los tiempos han cambiado. En los últimos años vemos, con cierto temor, como en Jerez no solo se botelloniza ciertas calles y plazas sino también las grandes fiestas de la ciudad, principalmente  la Feria, la Semana Santa y ahora la Navidad. Voces se han alzado ya reclamando volver a la esencia de nuestra peculiar y tradicional zambomba, cuando la masificación y el cubateo se están apoderando cada vez más de ellas.
             
           En el pasado de la ciudad, cuando para pasarlo bien no era imprescindible el alcohol, los jóvenes jerezanos se conocían en los paseos por la calle Larga, luego surgieron los guateques y las fiestas en domicilios privados, llegaron los bares, los pub y las discotecas de moda y, más recientemente, las zonas de movida, pero cuando llegaban las grandes fiestas, jóvenes y mayores participaban por igual, sin guetos apartes ni nada que no tuviera que ver con el acontecimiento en sí y con la tradicional forma de celebración.
               
           El escritor Arterio Baigorri define al botellón como un conflicto postmoderno, un divertimento social. Uno de esos conflictos que forman parte del espectáculo, en el que se lucha todos contra todos y donde hay un sólo vencedor, nunca presente, nunca explícito: en este caso, las corporaciones multinacionales productoras de alcohol. Es un fenómeno que responde a las tendencias que en el ocio nocturno podemos observar en el conjunto de Europa. El problema no es el botellón en sí mismo, sino lo que ocurre con esos menores que salen por las noches, que beben e incluso se emborrachan, que consumen drogas, sin que al parecer, los padres tengan conciencia de lo que está ocurriendo. No se bebe, o se toma, porque hay que hacerlo, porque lo mande el grupo de iguales, sino simplemente porque lo impone el modelo cultural global dominante.
             
            Existen fórmulas para evitar que toda cita festiva corra el peligro de botellonizarse, una solución está en que se cumple la ley, se establezcan medidas educativas y de prevención en el consumo de alcohol y se promuevan alternativas de ocio saludable, algo siempre más eficaz a largo plazo que la aplicación de medidas estrictamente coercitivas.
              
             Ni la ciudad ni las autoridades pueden permanecer con los brazos cruzados  ante un fenómeno que aglutina a gran cantidad de jóvenes y que está afectando, cada vez más, a las formas tradicionales de cada celebración. Hagamos todo lo posible para evitar que también nuestras zambombas sean botellonizadas. Que salga la masificación y el botellón de la zambomba antes de que de tanto saltar y brincar la dejemos sola y se nos vaya, también, por los aires.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 18 de diciembre de 2011 y en VIVA JEREZ al día siguiente)

La calle Larga jerezana, desde siempre, ha sido uno de los principales enclaves de paseos, ocio y encuentros de la ciudad.



Otra perspectiva del ayer de una calle Larga, esta vez desde la rotonda de los casinos, concurrida de paseantes

  




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