La Inmaculada Virgen María habitaba, desde su unión con San José, en Nazaret. Era San José un sencillo artesano, que ganaba el pan con el sudor de su frente y ayudaba a María cuanto podía. Ella, la mejor, la más dulce y afable de todas las de su sexo iba a ser destinada por Dios a concebir en su cuerpo inmaculado al Salvador del mundo.
Aquella noche María velaba en su oratorio y releía las palabras de Isaías: "He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo que será llamado Emanuel". Detenida la lectura, principió a meditar esta profecía, pensando en lo íntimo de su corazón: "¡Oh Señor! ¿Quién será esta virgen digna de concebir al Hijo de Dios, digna de ser Madre de Dios y Reina del Cielo? ¡Oh cuán bienaventurada será esta mujer! ".
Hablando de tal suerte se le iluminaban los ojos, sin suponer siquiera, en su excesiva humildad, que las palabras del profeta se dirigieran a ella. En este preciso momento, un resplandor iluminó el oratorio, la luz dejó ver una forma humana. Aquel cuerpo, que no era materia, entró en silencio y con profundísima humildad, pues no venía a ordenar, sino más bien a suplicar el consentimiento de la Virgen.
Viole María acercarse, refulgente de luz y cubierto de vestidos resplandecientes. Le vio con sus ojos corporales, pero al mismo tiempo la mirada de su inteligencia penetró su naturaleza espiritual. El ángel le dijo: "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre las mujeres". María se turbó al oír tal saludo y el ángel al verla la tranquilizó: "No temas nada María, pues has hallado gracia delante del Señor. He aquí -le dice- que concebirás y darás a luz un hijo a quien llamarás Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del Altísimo. El Señor le concederá el trono de David, su padre, y reinara eternamente sobre la casa de Jacob". María. reflexionando en los bienes que habían que acompañar el nacimiento del Salvador, su profunda sumisión a la voluntad divina y su ardiente caridad para con los hombres, la persuaden a dar su consentimiento a la palabra del ángel pero por otra parte, recordando el voto de virginidad que la ligaba y no sabiendo cómo conciliar ese voto con la maternidad divina, quiso aclarar este punto: "¿Cómo sucederá esto -repuso- puesto que yo no conozco varón?" "El Espíritu Santo descenderá a ti -le dice el ángel- y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y el fruto santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios".
EI anuncio de un prodigio tan extraordinario necesitaba ser refrendado. El ángel garantiza el milagro: "Y he aquí -añade- que Isabel, prima tuya, ha concebido un hijo en su vejez, y la que era estéril, está ahora en el sexto mes, pues nada hay imposible para Dios". Informada así María de cuanto Dios quería que hiciese, resolvió con pleno conocimiento de causa y con la ayuda divina, dar su consentimiento, y dijo entonces al ángel: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". inclinase respetuosamente el celestial mensajero y se retiró, María quedó como aturdida, e inclinándose sobre su oratorio le vino de nuevo la voz del ángel:"Todos los pueblos se inclinarán hacia ti y te invocarán una y mil veces con el “Ave María Purísima”, contestando con la más sentida expresión “Sin Pecado Concebida”. Proclamarán por todos los rincones del mundo tu Inmaculada Concepción. Profetas y teólogos defenderán tu inmaculada Pureza. En Roma, cuna de la iglesia de tu Hijo Jesucristo, un Pontífice Santo proclamará a la faz del mundo el dogma de tu lnmaculada Concepción, y el mundo entero estallará en exceso de júbilo filial".
Y cumpliéndose la profecía, en la vieja lberia serían prelados y monarcas los que con el pueblo sencillo vendrían a ser el instrumento de la Divina Providencia para allanar el camino de la definición de su Misterio. La defensa se haría tan acérrima en el sur, tierras de la Tartessos coetánea a la Anunciación, la posteriormente tomada por el lslam y más tarde reconquistada para la fe en Cristo, que saldrían cofradías invocando su Purísima Concepción, se levantarían estandartes con el lema Sin Pecado Concebida, llegándose incluso a prestar juramento de sangre en defensa de tal dogma. Y en Jerez, la ya entonces muy conocida por sus vinos, acontecería el primer cabildo municipal, el que en nombre de toda la ciudad habría de realizar el Voto de su defensa inmaculista. Por ello, y en aquel rincón del mundo, había de tener la salvaguarda más firme de su condición purísima. Numerosas efigies representándola como Reina Inmaculada la acreditarían, multitud de fieles la invocarían como la Virgen de las Vírgenes, cada año los cofrades seguirían jurando ante los Santos Evangelios derramar hasta la última gota de su sangre por su Inmaculada Concepción.
Y allí, levantarán ese monumento que recordará al mundo entero que para dirigimos a Ella habrá que mirar siempre hacia el cielo. Al igual que tantas ciudades del mundo, la ya entonces llamada Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera no será menos, y con la categoría impresionante de su ser inmaculado, se vestirá de fiesta, llenando sus calles de azul v blanco para, entre simpecados y cantos inmaculistas, proclamar universalmente la profecía: "Bienaventurada me llamarán los pueblos en su lengua, de generación en generación".
La voz del ángel enmudeció y María mira al cielo meditando sobre aquella responsabilidad no sólo de Ella ante el mensaje del ángel sino también la de aquellos otros que durante siglos harían votos hasta derramar la última gota de su sangre en defensa de su Concepción Inmaculada. Los católicos jerezanos, haciendo gala de su sentimiento mariano unieron sus devociones para, como una piña, levantar el más grande de los monumentos. El monumento a la lnmaculada Concepción de María, aquella mujer preservada del pecado para acoger en su seno al Hombre que dará su vida, en muerte de cruz; para redimir a toda la humanidad.
A María le aturdió la responsabilidad y en Jerez quedó para la eternidad patentada las entrañas inmaculistas de un pueblo creyente, fiel y, por encima de todo, aunque en sus títulos aún no figura, eminentemente MARIANO.
(Artículo publicado en Información Jerez, suplemento COFRADE, bajo el epígrafe "Crónicas Decimonónicas" y firmado por mi bajo el seudónimo de "Escribano segundo". Siendo la primera vez que en prensa aparecía la petición de que en Jerez se levantara un monumento a la Inmaculada, posteriormente el Ayuntamiento encargó la maqueta de dicho monumento que hoy se puede contemplar en el Obispado jerezano esperando su realización)
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