Una de las leyendas más conocidas de Gustavo Adolfo Bécquer es la del Maese Pérez, el organista. La acción tiene lugar en Sevilla, en el convento de Santa Inés. El protagonista es el organista Maese Pérez, era ciego pero esto no era un obstáculo para tocar el órgano del convento, el cual tocaba maravillosamente. No tenía apenas amigos y su única familia era su hija. A la gente le encantaba ir a escucharlo tocar pues tocaba una música muy celestial. Lo hacía tan bien que el Arzobispo de Sevilla le propuso que fuera a la catedral a tocar, en la misa de Gallo. Maese Pérez se puso muy enfermo y una Nochebuena viendo que su muerte estaba cercana y temiendo el fin, quiso que lo llevaran a su iglesia para poder tocar por última vez y descansar en paz, y eso es lo que desgraciadamente sucedió. El Arzobispo nombró un sustituto para que tocara en su lugar, que era una persona muy envidiosa. Al igual que con Maese Pérez le pidió que fuese a tocar a la catedral el día de Nochebuena y al año siguiente así lo hizo, pero no tocaba muy bien y era incomparable con la maestría del ciego. Aquel mismo día para sorpresa de todos sonaba una melodía muy bonita en el convento donde tocaba el anciano, pero nadie estaba sentado en órgano tocando el instrumento. Era el espíritu del pobre Maese Pérez el que tocaba aquel día.
Los
órganos de las iglesias tienen una magia especial, su música solemniza y nos
transporta, nos eleva el espíritu e impregna el ambiente de majestuosidad.
Hace
unos días Bach resonó en la Santa Iglesia Catedral de Jerez deslumbrando desde
el órgano del siglo XVIII que se reinauguraba para la primera iglesia diocesana
procedente del cerrado convento dominico del Espíritu Santo. La recuperación de
esta pieza hispano-francesa construida en 1781 por Guillermo D’Enoyer a cargo
del organista, organero y musicólogo sevillano Abraham Martínez Hernández llenó
el templo en un excelente concierto.
Las
iglesias jerezanas cuentan con magníficos órganos como el de San Miguel con
revestimiento neogótico; el de San Marcos, el Carmen y el de Santo Domingo de principios del siglo
XX; los maltrechos de San Lucas y San Mateo del XVIII; los coquetos, también
del XVIII, del Espíritu Santo, hoy en la Catedral, y el de Madre de Dios. Pero,
entre todos, sobresale el de San Pedro, una pieza de singular importancia, joya
del patrimonio local, obra de la primera mitad del siglo XVII, el más antiguo y
valioso de Jerez, único ejemplar de España junto al de la colegiata de Lerma (Burgos)
y lamentablemente desmontado en las dependencias parroquiales a la espera de
que un nuevo Maese Pérez le haga levantar de su lecho del olvido y pueda volver
a hacer sonar esa música majestuosa que lleva ya demasiado tiempo callada.
Ahora
que todos hemos podido admirar el magnífico trabajo realizado en el antiguo
órgano del Espíritu Santo le ha llegado la hora al de San Pedro. Muchos son ya
los organistas, restauradores y musicólogos que reivindican la vuelta a la vida
del valioso órgano de la parroquia del Apóstol. El deán de la Catedral
manifestaba hace unos días que el órgano restaurado ha sido una importante
aportación para el primer templo de la ciudad pero que se necesita uno más
grande, pues en San Pedro está la solución. Su antigüedad e importancia merece
su restauración antes de que sea tarde, cuando ya solo queda la posibilidad de
que Maese Pérez haga sonar su música celestial por Nochebuena.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 17 de junio de 2012 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
El recordado Maestro Navarro, organista de la jerezana iglesia de San Marcos, en uno de sus numerosos conciertos. |
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