El
pasado sábado tuve la oportunidad de participar en una visita guiada al jerezano
templo de Santo Domingo que, magistralmente explicada por el historiador José
Manuel Moreno Arana, nos llevó por la historia y evolución del retablo
contemplando el arte derrochado en los del Dulce Nombre de Jesús, el retablo
mayor, el de la cajonera de la Sacristía, Virgen del Rosario, Virgen de
Consolación y el de la Virgen del Rocío, antes de San José. Un recorrido por la
historia del arte, centrándose principalmente en el retablo barroco.
No
debe olvidarse que el retablo barroco,
por encima de ser una pieza de mayor o menor calidad artística, ha de
considerarse como un mueble litúrgico destinado a desempeñar una función de
carácter devocional, cultural y religioso. Ahora bien, los distintos usos que
podía tener dentro de ese ámbito, bien separadamente, bien de manera
simultánea, condicionaron su composición y distribución, es decir, acuñaron lo
que llamamos su tipología. Uno de los primeros usos que hubo de desempeñar el
retablo, a tenor de su origen, fue el enseñar al pueblo las verdades de la fe y
los principios de la moral católica materializados, por así decirlo, en la vida
y actuaciones de los personajes del Antiguo Testamento, de Jesucristo, de la
Virgen María y de los santos canonizados y reconocidos por la Iglesia. El
Concilio de Trento se encargó en una de sus últimas sesiones, la celebrada en
1564, de recordar la enorme eficacia de las imágenes para el adoctrinamiento y
propaganda del mensaje católico. Surgió así el retablo que con toda propiedad
podemos denominar didáctico o catequético. El retablo complementaba la
enseñanza impartida en la catequesis y durante el sermón, remachando el
discurso oral con el mucho más vívido discurso visual.
Jerez cuanta con magníficos retablos mayores, dignos de
ser conocidos y valorados en toda su dimensión. San Miguel, La Merced, La
Cartuja, Santa María de Gracia, marienista; Santo Domingo, San Lucas, San
Dionisio, San Francisco, San Juan de Letrán, Los Descalzos, La Victoria, o San
Mateo de apabullante aparato decorativo en estilo barroco, los dieciochescos
también de Santa María de Gracia, San José de la calle Barja o Madre de Dios, incluso el Las Reparadores, neogótico, donde
el insigne Cayetano González dejó para siempre muestra de su maestría. Así,
también, cuenta con infinidad de retablos menores pero igualmente valiosos.
Crear una ruta de retablos sería una oportunidad más para conocer esos tesoros
ocultos de la ciudad que tantas veces pasan desapercibidos.
La historia del retablo no es sólo la de un elemento más
del ritual católico sino que en su densa
historia están contenida y entrelazadas otras historias colaterales como la del
mundo de las creencias religiosas, la de la arquitectura misma, la de la
escultura, la de la pintura, la de las artes textiles reflejadas en el ropaje
de la imágenes, la del rito e incluso la de la escenografía. El teatro social
que tanto antaño como en la actualidad ha adoptado el retablo como solemne y
suntuoso telón de fondo ante el que desplegar las ceremonias que marcan los
hitos vitales del ser humano.
La importancia de los retablos jerezanos merece que, como
tanto se dice ahora, también se pongan en valor y, al igual que hicimos un
grupo de jerezanos el pasado sábado, puedan organizarse rutas que ayuden, no
solo a admirar su arte, sino también a que esos retablos cumplan con esa misión
didáctica y educativa para la que fueron creados.
(Artículo publicado el pasado domingo 15 de febrero de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)Retablo del Dulce Nombre de Jesús (Iglesia de Santo Domingo). Arriba el impresionante retablo mayor del templo de San Miguel. |
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