jueves, 19 de febrero de 2015

LA RUTA DE LOS RETABLOS





El pasado sábado tuve la oportunidad de participar en una visita guiada al jerezano templo de Santo Domingo que, magistralmente explicada por el historiador José Manuel Moreno Arana, nos llevó por la historia y evolución del retablo contemplando el arte derrochado en los del Dulce Nombre de Jesús, el retablo mayor, el de la cajonera de la Sacristía, Virgen del Rosario, Virgen de Consolación y el de la Virgen del Rocío, antes de San José. Un recorrido por la historia del arte, centrándose principalmente en el retablo barroco.

No debe olvidarse que el retablo barroco, por encima de ser una pieza de mayor o menor calidad artística, ha de considerarse como un mueble litúrgico destinado a desempeñar una función de carácter devocional, cultural y religioso. Ahora bien, los distintos usos que podía tener dentro de ese ámbito, bien separadamente, bien de manera simultánea, condicionaron su composición y distribución, es decir, acuñaron lo que llamamos su tipología. Uno de los primeros usos que hubo de desempeñar el retablo, a tenor de su origen, fue el enseñar al pueblo las verdades de la fe y los principios de la moral católica materializados, por así decirlo, en la vida y actuaciones de los personajes del Antiguo Testamento, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos canonizados y reconocidos por la Iglesia. El Concilio de Trento se encargó en una de sus últimas sesiones, la celebrada en 1564, de recordar la enorme eficacia de las imágenes para el adoctrinamiento y propaganda del mensaje católico. Surgió así el retablo que con toda propiedad podemos denominar didáctico o catequético. El retablo complementaba la enseñanza impartida en la catequesis y durante el sermón, remachando el discurso oral con el mucho más vívido discurso visual.

            Jerez cuanta con magníficos retablos mayores, dignos de ser conocidos y valorados en toda su dimensión. San Miguel, La Merced, La Cartuja, Santa María de Gracia, marienista; Santo Domingo, San Lucas, San Dionisio, San Francisco, San Juan de Letrán, Los Descalzos, La Victoria, o San Mateo de apabullante aparato decorativo en estilo barroco, los dieciochescos también de Santa María de Gracia, San José de la calle Barja o Madre de Dios,  incluso el Las Reparadores, neogótico, donde el insigne Cayetano González dejó para siempre muestra de su maestría. Así, también, cuenta con infinidad de retablos menores pero igualmente valiosos. Crear una ruta de retablos sería una oportunidad más para conocer esos tesoros ocultos de la ciudad que tantas veces pasan desapercibidos.

            La historia del retablo no es sólo la de un elemento más del ritual  católico sino que en su densa historia están contenida y entrelazadas otras historias colaterales como la del mundo de las creencias religiosas, la de la arquitectura misma, la de la escultura, la de la pintura, la de las artes textiles reflejadas en el ropaje de la imágenes, la del rito e incluso la de la escenografía. El teatro social que tanto antaño como en la actualidad ha adoptado el retablo como solemne y suntuoso telón de fondo ante el que desplegar las ceremonias que marcan los hitos vitales del ser humano.

            La importancia de los retablos jerezanos merece que, como tanto se dice ahora, también se pongan en valor y, al igual que hicimos un grupo de jerezanos el pasado sábado, puedan organizarse rutas que ayuden, no solo a admirar su arte, sino también a que esos retablos cumplan con esa misión didáctica y educativa para la que fueron creados.
             (Artículo publicado el pasado domingo 15 de febrero de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ  y al día siguiente en VIVA JEREZ)


Retablo del Dulce Nombre de Jesús (Iglesia de Santo Domingo).
Arriba el impresionante retablo mayor del templo de San Miguel.

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