El ambiente de la calle nos delata que la
Semana Santa está cerca, la ciudad vive ya la proximidad de la fiesta y se
prepara para ello. Los palcos, los domingos de Besamanos, la ensayos
costaleros, los pregones y carteles, los olores que se escapan de los templos,
la actividad en las Casas de Hermandad nos acerca cada vez más a los días
santos.
Diego Ortiz de Zúñiga afirmaba
rotundamente en 1506, que “en las cofradías se ve una de las mayores grandezas
de la ciudad... que siendo la cristiana devoción y lo ostentoso de la
exterioridad, no puede desearse cosa de mayor ejemplo y de más cristiana
grandeza". Quinientos años después, Carlos Colón Perales, por su parte,
escribe: "La Semana Santa ha sido –y sigue siendo- la vertebración
histórico-sentimental de la ciudad". Son testimonios fruto de dos momentos
históricos muy distintos, nacidos en contextos diferentes, pero con una
identidad común singular; a pesar de su gran distancia en el tiempo. Y entre
ambas citas, una extensa nómina de escritores, historiadores o literatos que se
interesaron en algún momento de su obra por la Semana Santa, quieren expresar
dos consideraciones.
En primer lugar; que la Semana Santa
es un fenómeno importante por su calado social, por su dimensión religiosa, por
su atracción cultural. Y ello, porque se trata de una expresión
fundamentalmente popular; esencialmente religiosa, necesariamente cultural. Y
en segundo lugar, que nos encontramos ante un acontecimiento susceptible de ser
analizado y considerado desde muy distintos puntos de vista, y con
planteamientos no necesariamente convergentes. Efectivamente, al tratarse de
una realidad que bebe de todo aquello de lo que se nutre la propia sociedad que
le da vida, las cofradías, sus manifestaciones y posicionamientos sociales
serán, inevitablemente, un reflejo de ese mismo pueblo.
Desde la fundación, legendaria y
oculta, de las primeras cofradías jerezanas en los tiempos crepusculares de la
Edad Media hasta nuestros días, éstas se han convertido en un elemento
fundamental de la vida cotidiana de la ciudad. Y no solamente como protagonistas
principales del desarrollo anual de la Semana Santa, sino como elemento de
cohesión, instrumentos que posibilitan la creación de un tejido social, latente
pero sustancial para la ciudad.
Hay quien dice que la Semana Santa es algo que
no se parece a nada. Y tal vez tenga razón. Se trata de una fiesta religiosa
cuyo componente ciudadano es imprescindible: no puede haber Semana Santa sin
ciudad. Incluso nos atreveríamos a afirmar lo contrario, o sea, que la idea que
tenemos de la ciudad es indisoluble de la fiesta que ha marcado su historia
durante los últimos cinco siglos. Por eso es sumamente complicado analizar el
papel de las cofradías que se contrapesan en una ciudad vieja y antigua a la
vez, que vivió un espléndido pasado con las tendencias de los nuevos tiempos.
¿La Semana Santa está constituida por las
cofradías? Sí y no. Es evidente que estos grupos vertebran no sólo la fiesta,
sino la ciudad entera. En nuestra Andalucía no se entiende cofradías sin ciudad
ni ciudad sin cofradías, los nuevos tiempos reafirman esta teoría, solo hay que
ver como su evolución es paralela. Hay barrios que se agrupan en torno a una
cofradía como antes hacían los gremios. Pero la trascendencia de esta
manifestación religiosa y cultural va mucho más allá. La Semana Santa es algo más que las cofradías que la conforman, es
la propia ciudad cuando se echa a la calle.
(Artículo que publiqué el pasado domingo 15 de marzo de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)
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La popular cofradía de Jesús Nazareno, tan unida a la historia de la ciudad, procesionando por el centro de Jerez en la mañana del Viernes Santo. |
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