Cada
13 de junio la Iglesia Católica celebra la festividad de San Antonio de Padua,
un santo casamentero al cual han implorado, desde siempre, las mocitas y
también mocitos, para encontrar pareja con quien casarse. Una costumbre
que ya casi ha quedado obsoleta dado que esta posibilidad es hoy mucho más
directa por medio de un ordenador, una
Tablet o del mismo teléfono móvil. La tecnología se ha puesto a la orden de
Cupido y San Antonio. Miles de personas usan las redes sociales para estos
fines y hoy San Antonio se ha quedado solo para las desesperadas o
desesperados. San Antonio
es el santo favorito de las mujeres y hombres esperanzados en conseguir el amor
verdadero, al príncipe azul, el compañero ideal con el que piensan pasar el
resto de su vida.
San Antonio de Padua fue un monje franciscano,
predicador, teólogo muy importante en sus tiempos y con una carrera sacerdotal
muy extensa que a nadie le interesa en estos momentos porque la mayoría sólo lo
utiliza para implorarle que atraiga urgentemente al amor. No obstante en torno
al santo, sus fieles se han organizado en las llamadas Pía Unión de San
Antonio, una figura jurídica que, bajo las enseñanzas del santo franciscano, se
dedicaban, y aún se dedican porque siguen existiendo, al apostolado y a las
obras de caridad. Jurídicamente, las ‘’Pías Uniones” son asociaciones de fieles, pero en algunos casos eran un paso
intermedio antes de convertirse en alguna otra figura de las pertenecientes al
estado de perfección (órdenes religiosas, sociedades de vida en común sin
votos, etc.).[ En el jerezano templo
de San Francisco radica la Pia Unión de San Antonio que sigue manteniendo el
culto al santo de Padua y realizando sus obras caritativas.
Salvando
las enormes distancias, en este 13 de junio de 2015, después de tres semanas de
incertidumbre y búsquedas de novios y novias, el día de San Antonio nos ha
traído nuevos matrimonios municipales, algunos han conseguido el amor verdadero,
el principe azul, el compañero ideal; otros, a la desesperada, se han casado
con el primer pretendiente que ha llegado, sin tener mucha seguridad del futuro
que le aguarda pero que, como ocurre en muchas parejas, esperan ir cambiándolo
con forme pase el tiempo. También los ha habido que se han casado por poderes,
por venganza o por “llevármelo yo antes que se lo lleve otro”, e incluso hay
quien por casarse y sacar los beneficios que ese matrimonio les puede acarrear
pasa por todo aún conscientes de que más de dos siempre serán multitud.
Pías
uniones, integradas más que por fieles, algunos de sus votantes tildarán de
infieles, ateniéndose a lo que prometieron en la campaña electoral. Pías
uniones en las que la fidelidad no están garantizadas del todo. Pías uniones
que, como en las religiosas, también suponen un paso intermedio antes de
convertirse en otra figura de mayor importancia. Como en todo matrimonio lo difícil no es
casarse, el reto empieza después, en el día a día, en la vida en común, en
saber afrontar los problemas y en darles la solución adecuada y para eso hace
falta mucha compenetración y complicidad, anteponiendo los interes de la
familia a los particulares, de lo contrario toda unión por muy pía que sea está
condenada al fracaso. Como diría la jaculatoria: “Bendito San Antonio, con fe
te pido, que no me des un novio. ¡Dame un marido!”
(Artículo que publiqué el pasado domingo 14 de junio de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)
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