Jorge Ferrari Hardoy (Buenos Aires,
1914-1977). Arquitecto y diseñador argentino, especialista
en planeamiento urbanístico y vivienda, define a los centros históricos: “…como
todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una
estructura física proveniente del pasado…”.
El proceso
de segregación socio espacial incentivado con el surgimiento de los extrarradios
propició que un número importante de habitantes del centro urbano decidieran
cambiar su vivienda hacia las nuevas barriadas y urbanizaciones residenciales,
optando por rentar sus propiedades ante la presión inmobiliaria que generó el
incremento de usos comerciales en la zona centro. Sin embargo este hecho fue
experimentando un proceso de deterioro espacial y funcional debido al
desplazamiento de los grupos económicamente más poderosos hacia nuevas áreas de
crecimiento. El cambio en los patrones de movilidad de la población y la
progresiva construcción de áreas comerciales que, estratégicamente localizadas
pudieran cubrir las necesidades de la población a fin de que no se trasladara
al centro, ha agudizado la problemática de los centros urbanos al verse
marginados del consumo de buena parte de la población, llegando a poner su
punto de mira en la hostelería de cara a la nueva apuesta por el turismo.
El centro histórico de Jerez es un ejemplo de ello,
basta con recorrer un kilómetro a la redonda de la calle Larga, para notar que
el corazón de la ciudad ha sido invadido por una enorme cantidad de bares. La
proliferación de estos establecimientos ha generado opiniones divididas entre
vecinos, los que se quejan de numerosas molestias y, por otra parte, la defensa
de quienes lo ven como oferta turística para revitalizar el centro, así como
por quienes frecuentan estos lugares en busca del tapeo, entretenimiento, bebida
y diversión. Jerez va camino de convertirse en la nueva Granada en este
aspecto. Ni una plaza sin terraza, ni una calle sin bar en el
centro urbano. En Granada, una ciudad donde la principal actividad económica
viene del turismo -que no nutre únicamente a alojamientos y hostelería, sino
que también sostiene parte del comercio y del sector cultural y mantiene toda
una industria auxiliar-, que abra un nuevo bar o un nuevo restaurante ya no es noticia. Lo raro es que haya un mes
en el que no se aperture un nuevo establecimiento hostelero, sumando nuevas
plazas y nuevas opciones a una oferta en la que no falta de nada. Los
propios hosteleros afirman que "No es
una novedad, lo hemos visto en otros momentos duros. La hostelería ha sido una
salida en tiempos complicados", aunque también es verdad que no es oro
todo lo que reluce y que la falta de profesionalidad en un negocio tan
sacrificado como la hostelería ha hecho que muchos se vayan al traste.
Al
igual que ocurre en Granada en Jerez si un local se queda vacío en el centro, y
en los últimos años de crisis han sido unos cuantos, hay muchas posibilidades
de que acabe siendo un bar, una cafetería o un restaurante. El equipamiento
empresarial de Jerez, dependiente del sector servicios, ha sumado en los últimos
años, a pesar de la crisis, un buen número de negocios hosteleros. Los bares han venido a dar vida a un centro
urbano cada vez más necesitados de incentivos que fomenten la inversión, una
apuesta que, si es debidamente regulada, puede ser compatible con el fomento
del asentamiento humano tan necesario para que el centro histórico siga vivo.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 30 de septiembre de 2018 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
Fotografía del ayer de una calle Larga jerezana poblada de bares. |
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