viernes, 10 de abril de 2015

AL SERVICIO DE LA CIUDAD




Acaba una espléndida Semana Santa  pero la actividad de las Hermandades no termina porque tienen que seguir sirviendo a la Iglesia y al pueblo. Para intentar comprender las claves de esta manifestación popular resulta preciso acudir a la historia de las corporaciones que le dan forma, que es la propia historia de la ciudad.

Es segura en el siglo XV la existencia en Jerez de varias cofradías, casi todas ellas asistenciales.  Las de San Antón, San Bartolomé, Santa María del Pilar, la Misericordia, la Sangre, la Concepción de las Viejas, Santa María del Alcázar y la Natividad de Nuestra Señora. En ese siglo se funda otra Hermandad de San Cristóbal (en 1490), sin duda por haberse perdido la anterior del mismo nombre. Y a la duda expone Hipólito Sancho sobre si existía o no una corporación titulada de San Sebastián, podemos responder que no se formaliza hasta 1577, según consta en el Archivo Diocesano, muchos años por tanto después de tener un hospitalito e iglesia, de estar prácticamente asociada a San Juan de Letrán y de estar ya ese hospitalito a cargo del Beato Juan Grande, como puede verse en su biografía.

Por lo que sabemos de algunas de estas cofradías (como la de San Bartolomé), los fines asistenciales no estorbaban a los de piedad y esto se confirma con lo sucedido con la Hermandad del Salvador que, pese a su título, por tener alguna finalidad asistencial fue unida a la de la Misericordia en 1506, aunque iba a la Colegial cada año a celebrar al Cristo de la Viga, su titular, lo que nos garantiza que el nombre primitivo de este Cristo es el de "El Salvador". Igualmente la cofradía del Pilar, aunque cumplía una finalidad hospitalaria, se fundó inicialmente para darle culto a la Virgen de este nombre y no dejó de dárselo cuando construyó su hospital.

Es interesante subrayar este aspecto piadoso de las cofradías jerezanas, unido al de su carácter asistencial,  máxime cuando ya en la antigüedad consta el gran esfuerzo que tenían que hacer las propias cofradías para mantener sus hospitalitos tan necesarios por aquellos tiempos.

Las contrariedades y vicisitudes que nuestras Hermandades han atravesado influyeron de forma decisiva en la continuidad histórica no sólo de sus labores caritativas sino también de las instituciones que las animaban. Unas, tras períodos de esplendor y gran predicamento devocional, decayeron de manera definitiva; otras, lograron superar los embates del destino acometiendo con nuevos bríos su propio discurrir histórico; no faltaron, finalmente, las que, a pesar de las incidencias que les afligían, perduraron con empeño hasta nuestros días.

Sea como fuere, el azaroso discurrir histórico de nuestras corporaciones no pudo dejar de afectar a su labor asistencial ( de servicio a la ciudad) que, a pesar del tesón de sus hermanos, se veía resentida frecuentemente por calamidades que menguaron su fortuna sin que por ello abandonaran nunca del todo la atención al hermano o a todo aquel necesitado. Desde sus orígenes las cofradías jerezanas no han dejado de crecer, capotearon desamortizaciones, supresiones y prohibiciones; siempre con el culto a Dios en primer orden, sin abandonar su acción caritativa y formativa para con los hermanos.

Acaba la Semana Santa pero el servicio de las Hermandades a esta ciudad, que las vio nacer hace siglos, no termina nunca porque es algo que, sin duda, las hace grandes y útiles a cada momento histórico que les toca vivir.

          (Artículo que publiqué el pasado Domingo de Resurrección,  5 de abril de 2015, en INFORMACIÓN JEREZ  y al día siguiente en VIVA JEREZ).


 
Imagen titular de la Primitiva Hermandad Hospitalaria del Apóstol San Bartolomé.

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