Se
cumple en este año de 2015 el centenario del fallecimiento del ilustre jerezano
Luis Coloma Roldán (Jerez de la Frontera, 9 de enero de 1851 - Madrid, 10 de junio de 1915), escritor, periodista y jesuita español. En su faceta de autor de
literatura infantil y juvenil creó el famoso personaje del Ratoncito Pérez.
Este
jesuita y escritor jerezano, más conocido como el Padre Coloma, forma parte del elenco literario que
conforma lo que la crítica ha tenido a bien denominar, ahora que la figura de
Cervantes está tan de actualidad, la generación sucesora de la novela
cervantina. Coloma cosechó un insólito éxito con sus cuentos, novelas y relatos
en las que supo plasmar su vocación religiosa. Así, su obra se caracteriza por
una peculiar mezcla de religiosidad y de profundo conocimiento de la vida y sus
costumbres, siempre escrita con un matiz moralizador. En sus relatos cortos de
carácter fantástico, como sucede con el resto de su producción literaria,
Coloma pone de manifiesto su habilidad como narrador, pues aunque parte de la
idea de que la literatura no es un fin en sí misma, sino un medio útil y eficaz
de adoctrinar, el escritor es consciente de la importancia del componente
literario, esforzándose en utilizar los recursos idóneos para que el lector
acepte que el mundo puede romperse ante la presencia de lo sobrenatural.
Cuentan
sus biógrafos que fue hijo de un célebre médico, Ramón Coloma Garcés, y de
Concepción Roldán. A los doce años entró en la Escuela Naval preparatoria de
San Fernando, pero lo dejó para licenciarse en Derecho en
la Universidad de
Sevilla coincidiendo con la trascendental revolución de 1868. De
esta época data su amistad con Fernán Caballero.
Luego se trasladó a Madrid, donde trabaja como pasante en el bufete del
abogado Hilario Pina. Empezó a frecuentar tertulias elegantes y a colaborar en
distintos periódicos defendiendo la Restauración
de los Borbones. Una grave herida en el pecho en 1872,
cuando limpiaba un revólver, afianzó su decisión de
dedicarse al sacerdocio en la Compañía de Jesús y
marchó a Francia para hacer allí el
noviciado, ordenándose en 1874. De vuelta a España se le destinó a tareas
educativas en centros de Sevilla, Galicia, Murcia y Madrid. No por ello abandonó el periodismo
y se consagró por entero a la literatura. Pasó del costumbrismo y los relatos cortos de sus
Lecturas recreativas a la sátira social de la novela Pequeñeces,
que se considera su obra maestra.
A su
fallecimiento nuestra ciudad dio el nombre de Padre Luis Coloma al entonces
único Instituto de Enseñanzas Medias que había en Jerez y le levantó un busto
que primero estuvo ubicado en la plaza del Progreso y hoy podemos contemplar,
algo escondido, en la plaza del Arroyo; también se rotuló con su nombre la
antigua plaza del Clavo, al parecer donde naciera. Madrid, por su parte, tiene
dedicada una placa y un museo en pleno centro, concretamente en la calle Arenal,
al popular personaje del Ratón Pérez.
Desde
esta columna semanal vuelvo a reivindicar la figura de este insigne literato
jerezano y, al cumplirse el siglo de su
muerte, quizás sea el momento de reubicar definitivamente su busto en la
coqueta plaza del Clavo, junto a una placa que recuerde su trayectoria como
figura de las letras, algo que nos ayude también a promover la lectura de esos
relatos del Padre Coloma tan valiosos como olvidados.
(Artículo que publiqué el pasado domingo 12 de abril de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)Cartel de la exposición organizada en la biblioteca municipal jerezana con motivo del centenario del fallecimiento del Padre Coloma. |
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