Los vecinos de San Mateo y
todos los jerezanos amantes de nuestro patrimonio seguimos a la espera de que
se acometan las prometidas actuaciones que, de forman inminente, según se
anunció, se pensaban realizar en el palacio de Riquelme, esa joya del
Renacimiento que se nos cae a pedazos. Ese palacio del siglo XVI que se
levantara para glorificación del linaje Riquelme y que muestra un aspecto
auténticamente lamentable. En el mismo barrio de San Mateo, espera entre
puertas tapiadas y recuerdos de desaparecidos lujos otra noble mansión, el
palacio de los Ponce de León, situado en la confluencia de las calles San Blas
y San Ildefonso, dos santos que desde los cielos contemplan como el abandono y
la desidia se apodera de una portentosa casa que quiso ser el hotel de las
mejores vistas sobre el Jerez musulmán, que vivió singulares historias mientras
el león Nerón se paseaba por las dependencias
y que sirvió de marco para tantas fiestas e historias del Jerez
profundo. Y muy cerca de allí otro palacio que se nos cae sin remedio es el de
los condes de Montegil, entre las plazas de Belén y San Lucas; palacio
neoclásico, que posteriormente fuese de la familia bodeguera Parra Guerrero y
que hoy se nos muere sin que nadie haga nada por salvarlo. En nuestra señorial calle Porvera un noble
edificio, un palacio del siglo XVIII en
la esquina de la calle Ídolos lleva ya demasiados años cerrado y olvidado, una
mansión con barroca portada que merece por su importancia arquitectónica y su situación
privilegiada una restauración respetuosa y un destino acorde con su prestancia.
En el otro extremo de la ciudad otro magnífico palacio se nos cae en la espera
de que alguien tome conciencia del gran valor patrimonial que contiene, me
refiero a la casa grande de Villapanés, uno de los más notables ejemplos de la
arquitectura civil del siglo XVIII existente en Jerez y que se encuentra en
pésimo estado de conservación. Piedras que claman al cielo buscando la
salvación.
Son todos ellos palacios que fueron mimados por sus
moradores pero que hoy, por distintas circunstancias, son la muestra palpable
de la dejadez. Palacios como el del marqués de los Álamos del Guadalete en la
calle Francos o el de Salobral en la Alameda de Cristina se perdieron para
siempre, otros como el de Mirabal o el de Melgarejo en las plazas de su nombre
solo nos queda su portada y algunas otras grandes casas como la de Primo de
Rivera en la calle San Cristóbal esperan también ser rescatadas de la ruina.
Los grandes palacios jerezanos, independientemente de su
titularidad, por su importancia histórico-artística es un bien patrimonial de
la ciudad, por lo que es necesario que se aúnan esfuerzos, tanto de la administración
como de particulares, para que, buscando las fórmulas que beneficien a todos,
salgan del olvido y recobren ese esplendor que nunca debieron perder.
La recuperación del palacio de Pemartín para la Fundación
Andaluza de Flamenco, Garvey para uso hotelero, Domecq para grandes eventos,
Bertemati como Obispado y tantos otros que hoy se muestran perfectamente
restaurados y reutilizados son un ejemplo a seguir. Como ejemplar es la última iniciativa que se
ha puesto en marcha con el palacio del conde de los Andes, abriéndolo al
turismo por sus propietarios para que todos puedan admirar sus tesoros, una
apuesta digna de aplauso que, sin duda, garantizará su futuro.
(Artículo que publiqué el pasado domingo 19 de abril de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)Patio del desaparecido palacio jerezano del marqués de las Álamos del Guadalete. |
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