Las
redes sociales están que arden a cuenta del desarrollo de muchos de los plenos
municipales que se vienen celebrando tras la constitución de las nuevas Corporaciones,
sesiones en los que se emplea más tiempo en los reproches y en asuntos del
pasado que en dar soluciones a los
graves problemas que azotan a la sociedad y que preocupan verdaderamente a los
ciudadanos. Lo ocurrido en Jerez el pasado jueves ha sido más de lo mismo, la
propuesta de retirada del crucifijo del salón de plenos por parte del grupo de
Izquierda Unida, ha encendido todos los comentarios. A raíz de esta propuesta
de retirada, me he acordado del artículo que escribí en esta misma columna
semanal hace ya unos años.
En
Trebujena, un grupo de personas afines a ideas comunistas vieron como de la
iglesia del pueblo salían llamas y sin pensarlo entraron en el templo para
salvar a las devotas imágenes sagradas más queridas por sus vecinos y la depositaron
en el ayuntamiento. Triunfó la cordura por encima del revanchismo
completamente trasnochado. Los comunistas de Trebujena dieron una lección de
civismo ante quienes se empeñan en mantener las dos Españas, ante
quienes aún siguen viendo buenos y malos, opresores y oprimidos, por
el mero hecho de pensar de una forma o de otra, ante quienes se obstinan en
encasillar a las personas por su ideología, por su creencias religiosas o por
haber ocupado cargos en un momento concreto de la historia de este país.
Trebujena, conocida por su mosto y por otras peculiaridades que la hacen
atractiva al visitante, cobró aquellos días actualidad por su lección
de auténtica democracia frente a aquello que decían los viejos del
rencor de viejas deudas. Se da la paradoja de que los militantes comunistas
salvaron a las imágenes sagradas de las llamas y las depositaron en el Ayuntamiento
que se encuentra ubicado frente al templo. El mismo Ayuntamiento en el que, de
seguro, haría tiempo que ya no habría ningún crucifijo. Quitarían el crucifijo
de los salones consistoriales y los propios vecinos con ideas no muy dadas a
estas cosas de la religiosidad y el clero la depositaron de nuevo, nada más y nada menos con las imágenes de mayor fervor en
el pueblo el Cristo de la Misericordia, Jesús Nazareno y la Virgen dolorosa.
Los
procuradores franquistas hicieron posible la transición sin ira, los
comunistas, legalizados gracias a aquella transición a la democracia, salvaron,
hace solo unos años, una iglesia en Trebujena y unas imágenes de las llamas,
también sin ira, sencillamente porque ambos pertenecen a una sociedad que
ha evolucionado y que necesita cada vez más pasar página y hablar más del
futuro que del pasado.
Es conocido
el gesto del profesor Tierno Galván que cuando fue elegido alcalde
de Madrid encabezando la lista electoral del Partido Socialista, al ocupar
el despacho oficial en el Ayuntamiento, sobre la mesa de trabajo había un
crucifijo. Ante la sugerencia de retirarlo el "viejo profesor" dijo:"
"Dejen el crucifijo donde está que es símbolo de paz". Siendo
agnóstico reconocido, el ilustre intelectual de izquierdas supo ver en el crucifijo
al hombre justo cuya grandeza sobrepasa, con creces, el hecho de ser un
auténtico símbolo para la cristiandad. El hombre bueno, inmensamente grande,
que murió crucificado por defender la justicia y la paz en el mundo. Cuando en
un pleno de siete horas, al final, de lo que más se habla es del crucifijo, por
algo será.
(Artículo que publiqué el pasado domingo 2 de agosto de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ)
Crucifijo de la Defensión delante del Ayuntamiento jerezano en una fotografia del ayer. |
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