lunes, 26 de marzo de 2018

HABLA DIOS




“Había pasado todo un año desde aquellas primeras palabras del Cristo en el corazón de aquel joven vecino del barrio y una mañana se encontró con que ya era Semana Santa, el Domingo de Ramos llamó a su puerta y los días grandes comenzaron a vivirse intensamente.  Pasó una semana intensa de emociones cofrades y por fin llegó el día, ya era de nuevo Viernes Santo. A la hora prevista las puertas de la ermita se abrieron, el reguero de nazarenos negros fueron tomando la calle y los pasos se alzaron.

En medio del cortejo penitencial, con cirio, nuestro protagonista bajo el silencio de su antifaz se predispuso a vivir intensamente su primera estación penitencial y sobre todo, en la intimidad de la túnica, quiso vivir momentos intensos donde poder hablar con Dios. A ese Dios crucificado en una cruz de plata que, un año más,  hablaría a cuantos se irían acercando a Él en todas esas calles que ya se disponía a recorrer.

Desde el momento en el que se colocó el antifaz y ajustó el capirote sobre su frente,  ya empezó a sentir algo distinto y especial, es como si Cristo caminara ya valiente y decididamente, pero no solo entre reguero de miradas de personas que estaban expectante para ver  su salida sino que caminaba ya por los senderos ocultos, misteriosos, de su interior, en los que quizás ni siquiera él había pisado antes con tanta fuerza, con tan irresistible imperio. Cristo, el Cristo, antes de que se levantara sus andas, ya empezó a hablarle, a decirle cosas.

El cortejo se puso en marcha y cuando el Cristo salió a la calle, alrededor del crucificado una multitud que llenaba la plaza, cientos de espectadores que formaban el escenario donde el divino Jesús estaba a punto  de morir. Cristo, en su hora final estaba ya en la calle y, lo hacía como hace ahora más de dos mil años cuando a pesar de haber guardado silencio desde su último diálogo con el gobernador romano, ahora desde la altura de la cruz va a abrir su boca, de la que durante años salieron palabras de vida.

Tendría que ahorrar palabras —escribe en su “Vida y Misterio de Jesús de Nazaret”  el Padre Martín Descalzo— porque ya no le quedaba mucho aliento pero las que dijera tendrían que ser verdaderamente palabras sustanciales, su testamento para la humanidad, palabras como carbones encendidos que no pudieran apagarse jamás y en las que permaneciera no sólo su pensamiento, sino su alma entera, el sentido de cuanto era y de cuanto había venido a hacer en este mundo, el último y el mejor tesoro de su vida y de su muerte”.

Con estas palabras inicié mi Evocación de las siete palabras de Cristo en la cruz del pasado sábado 17 de marzo en la iglesia de San Francisco.

Llega una nueva Semana Santa y después de tantos siglos de aquellos instantes que cambiaron la historia, para los que viven la Semana Santa desde el prisma de la fe, Cristo sigue hablando y habla donde hay caridad y amor, en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en cuantos hacen de las palabras de Cristo su bandera en el mundo. Habrá estos días que abrir bien los oídos, nunca sabemos en qué momento podemos sentir llamadas que nos hagan comprender la Verdad de todo esto.
(Artículo que publiqué el pasado Domingo de Ramos, 25 de marzo de 2018, en INFORMACIÓN JEREZ)
 
Fotografía del ayer del Santísimo Cristo de la Expiración.
Arriba imagen del Cristo de la Sed .
 

 

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