Pasó la Semana Santa, la levantá a pulso del Domingo de Ramos entre costales de nubes y búsquedas de luces. Pasó la encapotada amanecida y pasó la templada noche. Pasaron las salidas y las recogidas. Pasó la Entrada Triunfal y las Angustias del humilladero. Pasó el gesto del Perdón y pasó el gesto del desprecio. Pasó la Paz y también la Mayor Aflicción.
Pasó el domingo y pasó el lunes. Pasó la juventud de un Lunes Santo que se hace mayor. Pasó la ciudad ante sus ritos y sus tradiciones. Pasaron las puertas que se abrieron y los llamadores que sonaron. Pasó la música de la banda y el canto de la saeta. Pasaron las imágenes y los pasos, los acólitos y los nazarenos, los capataces y los costaleros. Pasó la Cena y la Candelaria. Pasó nuestro Refugio y nuestro Socorro. Pasó nuestro Amor y nuestro Sacrificio.
Pasó Jerez casi sin darse cuenta entre los muros de San Mateo, la luz de la cera, las torrijas y el azahar. Pasó la madre del monaguillo y el amigo del nazareno. Pasó nuestra Defensión y nuestro Amor. Pasó la Clemencia de San Benito y pasaron muchas cosas en martes como si no hubiera pasado nada cuando tanto estaba pasando.
Pasó el martes y pasó el lunes. Pasó el remanso de la climatología y pasó al mismo tiempo la explosión de fe de un miércoles único. Pasó el sonido de las bambalinas golpeándose monorrítmicamente contra el varal o éste quejándose porque lo azotan las borlas de la cordonería. Pasó el rastrear de los pies y golpeo de las varas en el suelo. Pasó el Soberano Poder, el Consuelo y la Caridad. Pasaron los Dolores y Desamparos. Pasaron todas las Amarguras del mundo.
Pasó la Carrera Oficial, con sus palcos ocupados y su prestancia de ciudad importante. Pasaron las Cruces de Guía y los estandartes. Pasó la flor encendida de pena y el farol luminoso de fe. Pasó la visita indeseada de la lluvia y la gloria de volver a vestirse de nazareno. Pasaron los balcones llenos y los retablos andantes. Pasaron hasta los “pasos”.
Pasó el Jueves, la Madrugada y el Viernes. Pasó intensamente cada minuto, cada instante, cada vivencia de la Semana Santa. Por el centro urbano pasaron los barrios y los extrarradios, los ausentes y los omnipresentes. Pasaron tantas cosas que ya muchas ni siquiera nos acordamos.
Pasó el rito y la fiesta, la devoción y la cultura, el arte y la fe. Pasó Jerez con sus historia y su tradición, con sus luces y sus sombras, con sus positivos y negativos, con su hoy, con su ayer y con su siempre.
Pasó la Semana Santa, pasó Dios por la ciudad, unos muchos pasaron de Él y otros pocos pasaron de todo lo que no es Él.
“Todo pasa y todo llega” ya lo dijo el poeta, pero lo nuestro es pasar en la espera de que llegue un nuevo Domingo de Ramos.
Bella estampa del ayer del palio de la Virgen de la Piedad despidiendo a la Semana Santa de Jerez en el marco de un entorno hoy completamente transformado: Los jardines del Monte Calvario. |
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