martes, 17 de abril de 2012

EL TESTIMONIO DE GENOVEVA


Genoveva viene todos los años a Jerez para acompañar a su Cristo de la Buena Muerte. En su casa de la calle Lealas, la noble mansión que un día fuese residencia del Duque de Almodóvar, antepasado suyo y una de las personalidades más importantes de la historia de España, todos visten el hábito rojiblanco de la Hermandad del Prendimiento pero a ella le cautivó el Crucificado de su barrio.


El pasado Jueves Santo, gracias a mi amigo Antonio, pude departir una muy grata y cordial convivencia, colmada de atenciones, con ella, sus padres y su familia, así como admirar cuanta historia y arte atesora entre sus muros su residencia jerezana. Genoveva Serrano-Suñer y de Hoyos hunde sus raíces en la más ancestral nobleza jerezana y de nuestro país, títulos nobiliarios aparecen por doquier vía materna – ducado de Almodóvar del Río y de Algeciras, marquesado de la Puebla de los Infantes y de Hoyos…-, así como por parte de padre, en la historia más reciente de España, ya que es hija de Ramón Serrano-Suñer Polo, sobrino de Carmen Polo y Francisco Franco. Pues bien, la nobleza de Genoveva no le viene solo por la sangre sino también por su testimonio ante la vida. Jurista y profesora de Derecho Constitucional, su vida transcurría feliz con su marido Pedro, sus tres hijas y su nuevo embarazo, cuando, en febrero de 2006, una conductora se saltó un stop junto al colegio de sus hijas, desestabilizando a un motorista que se estrelló contra ella, causándole un traumatismo cráneo encefálico severo y provocándole un coma profundo. El instinto maternal hizo que protegiera con su cuerpo a sus hijas y con sus manos a su bebé llamado Pedrito.


Genoveva estuvo dos meses y medio en coma, mientras tanto su bebé siguió luchando por la vida con la ayuda de su madre desde su mundo inconsciente y, a su vez, esa criaturita luchó contra los duros tratamientos y las delicadas operaciones a cerebro abierto que le fueron practicando a su madre. Esa vida que llevaba dentro le fue dando fuerza también a ella, a quien le había engendrado, ofreciendo dos testimonios de generosidad sin límite. Pero es que cuando Genoveva volvió en sí y su hijo nació ambos eran iguales puesto que la madre había perdido la memoria y el destino le había puesto en el mismo puesto de arranque, ambos con la ayuda de los demás miembros de la familia tuvieron que comenzar a descubrir el mundo.


Hoy Genoveva, al margen de su rehabilitación, dando gracias a Dios por su recuperación y comprendiendo el sentido profundo de la vida, se dedica, con la fortaleza de su fe, a ayudar a los que de verdad lo necesitan: los pobres y enfermos. Todo lo ha conseguido con la ayuda de su marido y sus cuatro hijos pequeños que ella llama sus maestros por cuanto le han enseñado y ayudado. El testimonio de Genoveva ha quedado escrito en un libro que me dedicó y que se titula “Mis cuatro grandes maestros” en agradecimiento a sus hijos.
          
            Cuando terminé la grata visita, salimos de la casa y nos despedimos de la familia. Era la tarde del Jueves Santo, uno de esos jueves que dicen que reluce más que el sol, pero las nubes cubrían el cielo porque el sol lo llevaba yo bajo el brazo en forma de ejemplar testimonio, plasmado en un libro, con cuatro grandes maestros como protagonistas. Nunca había sentido tan de cerca el día del Amor Fraterno.

          (Artículo publicado el pasado domingo 15 de abril en Información Jerez y ayer lunes en VIVA JEREZ)

Año 1927. Escaleras del  palacio del Duque de Almodóvar del Río en la calle Lealas. 

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