miércoles, 28 de enero de 2015

MIRABAL


 
 
Diego de Mirabal fue uno de los caballeros que reconquistaron Jerez. Su hijo Juan Francisco fue caballero veinticuatro de la ciudad y su nieto Martín de Mirabal presidente de la  Real Casa de Contratación a las Indias de Sevilla en 1710, Teniente de Maestre General y Caballero de la Orden de Calatrava. Descendiente suyo fue  Luis Félix de Mirabal, y Spínola, Colegial del Mayor Cuenca y Salamanca, del Consejo de Castilla, Gobernador del Consejo Real y Señor de la villa de Boadilla del Monte. El rey Felipe V le agració con el título de Marqués de Mirabal. Todos ellos, como se suele decir, eran jerezanos de pura cepa, incluso casados, en su mayoría, con jerezanas de cuna entroncadas con nobles familias de la ciudad.

La plaza Mirabal, rotulada así en honor a esta ilustre familia, es un coqueto lugar a la que se accede por el pintoresco boquete de la calle Ancha, junto a la torre albarrana, escondida frente al templo de la Victoria, o por la angostura de la calle Mendoza.  Singulares fachadas la configura, la dieciochesca donde viviera Pepillo, el torero-poeta de sentimientos profundos, la del taller de Clavijo de donde salieran hermosas obras de cerrajería, la misma que fuera palacio de los Mirabal y que hoy sobrevive de milagro entre irrespetuosos bloques de viviendas y el número 8, la casa de donde vivieron mis abuelos y donde naciera mi madre en los difíciles años de la guerra,  la casa de una maltratada fachada con rasgos más que interesantes y la casa del imaginero Chaveli, donde salieron tallas de tanto calado popular como el Señor de las Tres caídas o Jesús de la Vía-Crucis. Regueros inmensos de devotos,  millones de rezos cada lunes por San Lucas, visitas incesantes en San Francisco, superaciones y una fe inquebrantable en la cercana capilla del Amor, espiritualidad yacente en el antiguo humilladero de los siete cuchillos, todo ello tuvo su punto de partida en ese taller de la plaza Mirabal 8, donde la gubia y la madera fue dando forma a esas imágenes que hoy son parte incuestionable de la fe del pueblo jerezano. 

Todo ello hace que ésta escondida plazoleta jerezana tenga su importancia para la historia local. Una importancia que está pidiendo a gritos la recuperación de esa fachada número 8 para poner en valor todo lo que esconde y perpetuar en una placa junto al portón del taller de tan devotas imágenes la memoria del escultor Chaveli.

El Ayuntamiento ha aprobado cambiar el nombre de plaza de Mirabal por el de Mirabal de Ramón Chaveli. Aún estamos a tiempo de que el taller de Chaveli obtenga su placa conmemorativa y Mirabal, haciendo uso de los derechos de antigüedad, recobre su nombre para él solo. Dicen que cuando abdicó Felipe V se preveía que, en caso de muerte de Luis I la corona recaería en su hermano, el infante Fernando. Cuando Luis I desaparece brutalmente, Felipe V quiso volver a ocupar el trono y pidió opinión al Consejo de Castilla. La actitud de Mirabal fue muy ambigua y el Consejo a duras penas y después de muchas prórrogas emitió una opinión favorable a los deseos del Rey. Nada más volver al poder, el Rey se apresuró a destituir a Mirabal, a quien consideraba responsable de la actitud vacilante del Consejo de Castilla. Que no sean otros los que ahora destituyan a Mirabal de otra de sus posesiones. Los nombres de Mirabal y Chaveli unidos, porque así lo quiso la historia, pero no revueltos. 
            (Artículo publicado el pasado domingo 25 de enero de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ  y al día siguiente en  VIVA JEREZ).


IX Marqueses de Mirabal. (Año 1900 aprox.)

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