sábado, 8 de diciembre de 2018

LA ANDALUCÍA QUE NO CAMBIA




Cerca de Jerez, entre la carretera de Trebujena y el Calvario existe una preciosa construcción neoclásica, cuya fachada parece  como arrancada de la señorial y muy jerezana calle Caballeros, una finca de recreo con viñedos llamada el Cerro de Santiago, hoy Cerro Nuevo y para sus propietarios simplemente “El Cerro”. Un lugar lleno de poesía donde el renombrado y recordado poeta y dramaturgo gaditano-jerezano José María Pemán escribiera muchas de sus afamadas obras. Quizás una de las que salió de aquellos blancos muros fue la titulada: “Andalucía” perteneciente a Ediciones Destino.  En sus palabras preliminares Pemán comparaba a esta tierra de María Santísima como una anchísima vitrina, coleccionista de paisajes: se parece a Tierra Santa en Almería, a Suiza en Granada y a Puerto Rico en Cádiz. Y definía un poco traviesa a la vieja Bética. “Abrió muchas puertas; recibió muchas visitas; se cogió de muchos brazos galantes”. Pero esto a su vez se complica si consideramos además que Andalucía es, por esencia, individualista y localista. Se pelean entre sí barrios vecinos, las cofradías de pueblos y hasta los equipos de futbol rivales, eternos contrincantes que perduran en su rivalidad por mucho que pase el tiempo, como si formase parte de ese patrimonio inmaterial que no cambia.

Otro andaluz universal, figura de las letras, el cordobés Antonio Gala, escribía sobre la Andalucía que no cambia: “… aquí pervive aún ese pueblo cuyas antiquísimas leyes estaban escritas en verso; un pueblo desprendido y feliz, situado en el paralelo ecuménico de las mayores civilizaciones: India, Persia, Mesopotamia, Anatolia, Grecia y Egipto”. Se preguntaba entonces Gala: ¿No son los rojos toros de Tartessos y Gerión los que hoy pastan en nuestros campos y dehesas? ¿No son los olivos que cultivaron fenicios los que hoy mece el aire andaluz? ¿No son lo vinos que exportaron los iberos los mismos que envejecen en nuestras bodegas? ¿No eran aquellas grandes ostras que mencionaba Estrabón los actuales ostiones? ¿No eran las explotaciones mineras de los cartaginenses las precursoras de las actuales? ¿Los caballos árabes no son los mismos de hoy?. ¿Y el ganado y el queso que aportaron los normandos, y el grito de los bizantinos, y la queja de los judíos, y el lamento de los gitanos..?. Cambian los pormenores, las posturas, las maneras de obrar, pero no el concepto rotundo y valiente de la vida.

Como certifica el escritor cordobés, los andaluces somos lo que hemos sido y seremos lo que somos. Aquí seguirá estando el Templo de la Divina Luz, la gloria romana y la epifanía omeya. Aquí Venus, el lucero que amanece y atardece, será adorada. Porque de atardeceres y amaneceres se configuran, día a día, el camino y la Historia.

Andalucía, la que se divisa desde los atardeceres de “El Cerro” y la que despierta cada mañana con ese sol que siempre sale por Antequera se dispone a emprender una nueva etapa, un nuevo tiempo surgido de las urnas, con la mirada puesta en su futuro pero sin olvidar lo que ha sido y lo que es. La historia de una vieja Bética que merece mirar al horizonte con el verde esperanza de su bandera pero también con el peso y la fuerza que le ha ido regalando su propia vida. Una vida que atardece y vuelve a amanecer pero que no muere mientras mantenga esa esencia que nunca cambia.       
           (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 2 de diciembre de 2018 y al día siguiente en VIVA JEREZ)



Portada de un libro de Pemán en el que vemos al ilustre dramaturgo leyendo plácidamente en el campo andalúz.

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