jueves, 15 de noviembre de 2012

EL DERRIBO DE EGUILUZ

 
 
 
 
ANTE LA CELEBRACIÓN EL PRÓXIMO DOMINGO DEL DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA
 
          José de Eguiluz fue un relevante alcalde jerezano que se destacó por innumerables obras de urbanización y embellecimiento llevadas a cabo durante su gestión. En 1852 el Ayuntamiento acuerda dar su nombre a la calle que une la plaza Aladro con el Mamelón, una calle que, en estos días, se ha visto envuelta en un aspecto y en un polvoreo propio de las imágenes de los bombardeos de Irak, con una obra que viene a recordar cuantas emprendiera el insigne Corregidor.

          Los años setenta del pasado siglo fueron especialmente nefastos para el patrimonio monumental jerezano, fueron condenados aI derribo nobles edificios como el palacio de los Marqueses de Salobral y el antiguo Hospital de la Candelaria en la Alameda de Cristina, el palacio del Marqués de los Álamos del Guadalete en la calle Francos, el convento de Madre de Dios y el del Carmen, la antigua iglesía de San Pedro, así como varias casas solariegas de noble fachada de piedra que sucumbieron ante la piqueta demoledora del progreso y las nuevas tendencias urbanísticas.Y entre estos derribos cayó un antiguo palacete, de noble fachada y rica decoración interior para levantar el funcional edificio que ha servido como sede del Obispado de Asidonia-Jerez.

           Aquel palacete de la calle Eguiluz, hoy no se podría haber derribado tanto por la nobleza de su exterior como por la riqueza de su interior, y sin embargo sí se ha podido echar abajo la nueva edificación dado su escaso valor arquitectónico, ejemplo de cómo la funcionalidad no ha alcanzado la perpetuidad en el tiempo.

           Entre los escombros y las dependencias al aire, que hemos podido contemplar estos días, queda mucho de historia eclesial de nuestra ciudad, los años del obispo Rafael en su humilde despacho presidido por la fotografía de su madre doña Juana Caro, las escaleras que tanto sabían de subidas y bajadas de necesitados en busca del obispo de los pobres, la vicaría de don Ángel llena de expedientes, las cuentas de Víctor Carrascal, el secretariado de Juan González y Paco Carrasco con Luis Paz rellenando oficios, la notaría de don Fernando con su eterna sotana negra, la secretaría general del padre Cornejo, la portería de Manolo, los archivos de don Domingo y las monjas del Beaterio siempre pendiente de cuanto allí se necesitaba. Todo ello entre mamparas de aluminio, unos ascensores que andaban tan despacio como las cosas de palacio, cuadros regalados a don Rafael, el mismo obispo que dejó sin utilizar el noble despacho de los prelados jerezanos y entró una noche, en su pequeño piso, descalzo, ante la sorpresa de su hermana Juanita, tras haber regalado sus zapatos a un mendigo, con los pies al aire, que encontró por el camino.

          Con el derribo del viejo Obispado se cierra una etapa de la historia religiosa de la ciudad, marcada, principalmente, por la acentuada personalidad del que fuese el primer obispo de Jerez, no el primer obispo en la ciudad que ese fue monseñor Cirarda, pero sí el primer obispo titular de la nueva diócesis. Una diócesis que nació en aquella Casa de la Iglesia de Eguiluz 8, que ahora ve esfumarse entre la nostalgia de muchos y la molestia de vecinos y viandantes.

           La historia es así, ahora se vive la nueva etapa de Bertemati, ese edificio que, en el último tercio del siglo XVIII levantara el arquitecto Juan de Bargas por encargo del noble Juan Dávila Mirabal, el mismo que habitara la familia Bertemati y que fue donada en 1942, a las religiosas de María Inmaculada, más conocidas como el Servicio Doméstico. Un magnífico edificio que tras un acertado proceso de restauración y adaptación a las nuevas necesidades de la Iglesia de Jerez, acoge las dependencias necesarias para la buena administración de la diócesis.

           Eguiluz es el pasado y Bertemati el presente y el futuro de una diócesis tan sólida como los muros de la nueva sede. Aquí la funcionalidad sí se ha unido con la nobleza para que sea perdurable en el tiempo.
 
          (Artículo publicado en Información Jerez el 9 de junio de 2007 con motivo del derribo del edificio que, en la calle Eguiluz, sirvió de sede al Obispado de Asidonia-Jerez ante de su traslado al palacio de Bertemati).
 
 
 
Restos del antiguo palacete que existió en la calle Eguiluz antes de la construcción del edificio del Obispado hoy también derribado.
 
 
 

1 comentario:

  1. Este antiguo palacete perteneció un hermano de mi abuelo. A D. Francisco Ivison 0´Neale. En mi juventud ,era la dueña ,la hermana de mi padre: Mariana Ivison y Sánchez-Romate . A ella se lo compró el Obispado cuando vino Monseñor Cirarda. Muchísimas horas pasamos mis hermanas y yo en esa casa ¡¡¡¡ qué de recuerdos..!!!

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