sábado, 23 de marzo de 2019

LA CIUDAD DE SANTANDER





Cantabria ha sido noticia este pasado mes de febrero por la virulencia con la que el fuego ha azotado sus bosques. Unos 50 incendios forestales intencionados en el 99% de los casos, que ha causado enormes efectos devastadores en una de las comunidades más favorecidas por la naturaleza.

Cantabria es una de las regiones más bellas de España. “La provincia de Santander”, como antes se llamaba y reconocía, también denominada “La Montaña”, está generosamente presente en la historia, en la literatura, en el arte y en el concepto de la españolidad. Los cántabros intentaron probar suerte en las Américas y otros quedaron en Andalucía, varios llegaron a Jerez de la Frontera y aquí se establecieron, montando diversos comercios. Uno de los que se abrieron en Jerez hacía honor a la capital cántabra y marcó una época del esplendor comercial de nuestra céntrica calle Larga.  Se llamaba “La ciudad de Santander” y cuando la juguetería Álvarez aún no había cautivado a cientos de niños en la calle Doña Blanca “La ciudad de Santander” era toda una tentación para la chiquillería que paseaba de mano de sus padres y abuelos por la principal vía jerezana. Allí, junto a sus amplios escaparates, había una especie de casapuerta con vitrinas donde se exponían soldados de plomo, junto a otros muñecos como indios y  personajes del oeste americano, e incluso toreros con sus cuadrillas, picadores y plazas de toros incluidas.

En el año 1910 el cántabro Agustín Saiz del Corral llega a Jerez, era natural de Cabezón de la Sal, un pintoresco pueblo de donde llegaron otros montañeses, al igual que de la vecina localidad Bárcena Mayor, uno de los pueblos más bonitos de España. Una vez afincado Agustín en la ciudad arrienda dos fincas en la calle Larga, entonces denominada Duque de Almodóvar, concretamente las correspondientes a los número 5 y 7, y le da el nombre de “La ciudad de Santander”. Su actividad se centraba inicialmente en el negocio de la mercería y contaba con dos eficaces empleados Manuel Álvarez y Antonio Fernández. Con el paso del tiempo, y al no contar con herederos su propietario, le ofrece el negocio a estos empleados que, tras las oportunas negociones, lo adquieren, manteniendo el nombre “La ciudad de Santander” bajo la firma comercial “Álvarez y Fernández, sociedad regular colectiva”. En la década de los sesenta, la llamada década prodigiosa y de los planes de desarrollo, el negocio se había ampliado con la venta de artículos de regalo, de viajes, complementos, bazar, perfumería y, en especial, esa juguetería que hacía las delicias de los niños de entonces. Posteriormente entrarían también en el negocio los familiares de Manuel y Antonio, como Manuel, Ricardo, Diego e Isabel Álvarez hijos de Manuel o Gonzalo Fernández, nieto de Antonio, también dependientes como Juanito Cuevas, popular entre la clientela.

Aquella emblemática tienda de la calle Larga, por la que pasaron varias generaciones de jerezanos, como tantas otras pertenecientes a esos comercios tradicionales hoy perdidos, sufrió los efectos de la crisis y tuvo que sucumbir a los nuevos tiempos. Hace unos días me enteré del fallecimiento, a edad avanzada, de Diego Álvarez, uno de los últimos protagonistas de  “La ciudad de Santander”, la que formó parte de la historia de nuestra ciudad y donde, en lugar mágico, una casapuerta, los niños de entonces se nos iluminaban los ojos de juegos infantiles. 
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 17 de marzo de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
Personal de "La ciudad de Santander"
     

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