Cantabria
ha sido noticia este pasado mes de febrero por la virulencia con la que el
fuego ha azotado sus bosques. Unos 50 incendios forestales intencionados en el
99% de los casos, que ha causado enormes efectos devastadores en una de las
comunidades más favorecidas por la naturaleza.
Cantabria
es una de las regiones más bellas de España. “La provincia de Santander”, como
antes se llamaba y reconocía, también denominada “La Montaña”, está
generosamente presente en la historia, en la literatura, en el arte y en el
concepto de la españolidad. Los cántabros intentaron probar suerte en las
Américas y otros quedaron en Andalucía, varios llegaron a Jerez de la Frontera
y aquí se establecieron, montando diversos comercios. Uno de los que se
abrieron en Jerez hacía honor a la capital cántabra y marcó una época del
esplendor comercial de nuestra céntrica calle Larga. Se llamaba “La ciudad de Santander” y cuando
la juguetería Álvarez aún no había cautivado a cientos de niños en la calle
Doña Blanca “La ciudad de Santander” era toda una tentación para la
chiquillería que paseaba de mano de sus padres y abuelos por la principal vía
jerezana. Allí, junto a sus amplios escaparates, había una especie de
casapuerta con vitrinas donde se exponían soldados de plomo, junto a otros
muñecos como indios y personajes del oeste
americano, e incluso toreros con sus cuadrillas, picadores y plazas de toros
incluidas.
En
el año 1910 el cántabro Agustín Saiz del Corral llega a Jerez, era natural de
Cabezón de la Sal, un pintoresco pueblo de donde llegaron otros montañeses, al
igual que de la vecina localidad Bárcena Mayor, uno de los pueblos más bonitos
de España. Una vez afincado Agustín en la ciudad arrienda dos fincas en la
calle Larga, entonces denominada Duque de Almodóvar, concretamente las
correspondientes a los número 5 y 7, y le da el nombre de “La ciudad de
Santander”. Su actividad se centraba inicialmente en el negocio de la mercería
y contaba con dos eficaces empleados Manuel Álvarez y Antonio Fernández. Con el
paso del tiempo, y al no contar con herederos su propietario, le ofrece el
negocio a estos empleados que, tras las oportunas negociones, lo adquieren,
manteniendo el nombre “La ciudad de Santander” bajo la firma comercial “Álvarez
y Fernández, sociedad regular colectiva”. En la década de los sesenta, la
llamada década prodigiosa y de los planes de desarrollo, el negocio se había
ampliado con la venta de artículos de regalo, de viajes, complementos, bazar,
perfumería y, en especial, esa juguetería que hacía las delicias de los niños
de entonces. Posteriormente entrarían también en el negocio los familiares de
Manuel y Antonio, como Manuel, Ricardo, Diego e Isabel Álvarez hijos de Manuel
o Gonzalo Fernández, nieto de Antonio, también dependientes como Juanito
Cuevas, popular entre la clientela.
Aquella
emblemática tienda de la calle Larga, por la que pasaron varias generaciones de
jerezanos, como tantas otras pertenecientes a esos comercios tradicionales hoy
perdidos, sufrió los efectos de la crisis y tuvo que sucumbir a los nuevos
tiempos. Hace unos días me enteré del fallecimiento, a edad avanzada, de Diego
Álvarez, uno de los últimos protagonistas de “La ciudad de Santander”, la que formó parte
de la historia de nuestra ciudad y donde, en lugar mágico, una casapuerta, los
niños de entonces se nos iluminaban los ojos de juegos infantiles.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 17 de marzo de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
Personal de "La ciudad de Santander" |
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