jueves, 23 de febrero de 2017

TESOROS ESCONDIDOS




En estos días se ha inaugurado una exposición permanente de arte sacro en la iglesia jerezana de Santiago del Real y del Refugio, sólo siete meses después de haber abierto sus puertas tras doce años cerrada al culto. Según información del propio obispado la exposición contiene una sala en la sacristía con obras de orfebrería que, en cuatro vitrinas, reúnen diversas piezas de interés, también se podrá contemplar una imagen de Cristo crucificado y el facistol que reciben al visitante en la antesacristía y que son antesala de la que ha sido bautizada como ‘Guardería de las clarisas’ donde se ofrece una valiosa colección de imágenes del Niño Jesús con su correspondiente ajuar, cedidos para la ocasión por las religiosas franciscanas clarisas de Jerez. Esta sala servirá como marco a otras colecciones de Niños Jesús provenientes de distintos conventos de clausura de la diócesis. Piezas artísticas escondidas por las normas propias de la vida contemplativa que gracias a esta propuesta ahora podrán ser conocidas por todos.

 

La clausura es un mundo oculto, que nos depara, junto con el modo de vida de la comunidad, las mayores sorpresas. En las clausura está lo prohibido, lo no visto o lo que no se deja ver. Y tiene que ser así para que sus moradoras puedan cumplir con un modo de vida severo al que se han acogido para siempre. La fe, la piedad y la generosidad de los creyentes y el número de las llamadas por Dios, determinaron la construcción en el pasado de unos cenobios con un valioso patrimonio que hoy las comunidades, cada vez más disminuidas por las faltas de vocaciones, se las ven y se las desean para poder mantener en las debidas condiciones. Unas vidas dedicadas al culto divino, a la oración y también el cuido de estas piezas que, como tesoros escondidos, forman parte del patrimonio religioso, histórico y cultural de la ciudad.

 

Allí en los patios íntimos, en los recoletos claustros y en salas, donde el tiempo parece que no ha pasado, permanecen, en paredes, fanales, pequeños retablos, entre gastadas tapicerías y muebles añejos toda una espléndida muestra de arte sacro que es el sueño anhelado de coleccionistas, estudiosos y anticuarios. Miles de historias y leyendas rodean cada una de las piezas lo que ya de por sí supone un valor añadido e interesante.

 

Y todo este patrimonio ha sobrevivido milagrosamente al paso del tiempo, a desamortizaciones, a invasiones, a traslados, a robos y hasta a manos ignorantes. Lo que aún queda, que es bastante, hay que conservarlo y es, por ello, que esta iniciativa de sacar ese patrimonio a la luz, además de ser una atractiva propuesta para descubrir las maravillas que se esconden muros adentros y de servir para poner de manifiesto la sensibilidad y el amor que se refugia en el fondo de la clausura, es fundamental para tomar conciencia y poner en valor ese tesoro escondido que guardan con celo los conventos de clausura. Un patrimonio que si queremos que no se nos vaya hay que buscar los medios al alcance para mantenerlo, ofreciendo fórmulas que eviten la marcha de tanto patrimonio histórico artístico como hemos sufrido estos últimos años. No se ama lo que no se conoce  y con esta exposición se contribuye a que desde el conocimiento sepamos valorar, como un tesoro, lo que la historia y la fe nos ha legado.
 
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo  19 de febrero de 2017)
 
 
Comunidad de religiosas del convento de las mínimas de Jerez junto al Cristo de las Cinco Llagas que se venera en la clausura.
 

 

jueves, 16 de febrero de 2017

CORONA DE PAZ




En el año 1685 el rey Carlos II crea el título de marqués de los Álamos del Guadalete a favor de José de Lila y Valdés, natural de Sanlúcar de Barrameda. Su palacio de Jerez tenía entrada principal por la calle Francos y otro acceso por la plaza de la Compañía donde una gran portada, con frontón partido y escudo nobiliario, coronada por la talla en piedra de la Virgen del Rosario, permitía el paso a un hermoso jardín lleno de paz y sosiego. Característico de su fachada de la calle Francos era el enorme balcón corrido y sus grandes ventanales que daban a unos suntuosos salones, que en su época de esplendor lucieron magníficos tapices. En su interior se situaba un bello patio de columnas y arcos de medio punto con profusa decoración de cantería tallada. En el hueco de la escalera principal, estaba la humilde habitación o aposento llamado de el ermitaño pues en ella se alojaba el ermitaño de la ermitas de Córdoba, que en primavera venía a Jerez a recoger la póstula tradicional, muchos jerezanos recordaban a mediados del pasado siglo XX las venerables y barbudas figuras de los hermanos ermitaños llamados Cándido, Carmelo…, con su áspero sayal, aspecto pacífico y su reparto de estampas de Nuestra Señora de Belén, Patrona del yermo donde radicaban los ermitaños en la sierra de Córdoba. También poseía este palacio un recoleto oratorio donde se veneraba la reliquia de San Teutonio traída desde Roma por José Vint, Caballero de la Orden de Calatrava.

Y cuentan también que en este palacio, como un gesto de paz, se alojara a comienzos del siglo XIX José Bonaparte, el hermano del emperador, conocido vulgarmente  por Pepe Botella y que con él llegara también una corona dieciochesca entre los enseres que los franceses se habían encargado de rapiñar por los distintos templos de la ciudad. Corona que el marqués le echaría el ojo y que el rey intruso, como gratitud a las atenciones recibidas por el noble jerezano, entregara al marqués para su Virgen de la Paz, la que en la cercana parroquia de San Marcos era titular de la antigua Hermandad Sacramental allí existente y, de la cual, el marqués era hermano destacado.

En la década de los setenta del pasado siglo el palacio fue derribado, su patio desmontado por piezas y trasladado a otro lugar, algunos de sus elementos como los que adornaban su oratorio pasaron a la parroquia de San Marcos y varias de sus pinturas  al convento del Carmen. Quedó también la corona dieciochesca que, tras alguna que otra vicisitud, se cree que es la misma que ha lucido Santa María de la Paz hasta ahora. Una corona que, lamentablemente ha sido noticia esta semana al ser víctima del robo perpetrado en las dependencias de la Hermandad de la Sagrada Cena, desapareciendo con ella varias pertenencias del tesoro de la corporación.

El Palacio de los Álamos es parte ya de nuestra riqueza monumental desaparecida, la nefasta política de respeto al patrimonio de los años sesenta y setenta del pasado siglo hicieron desaparecer esta señorial mansión. Esperemos que esta corona, que también forma parte de nuestra rica historia local, no siga la misma suerte y pronto vuelva a ser colocada sobre las sienes de una Virgen que, desde siglos, viene proclamando la paz, la concordia y el respeto entre unos y otros.
 
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 12 de febrero de 2017 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
Escaleras del desaparecido palacio del marqués de los Álamos del Guadalete
 

 

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL CARDENAL ARIAS




        Se cumplen en este año de 2017 los 300 años del fallecimiento del prestigioso Cardenal Arias al que Jerez le debe, en gran parte, la construcción de nuestra catedral.

Fray Manuel Arias y Porres fue un prelado católico y hombre de estado español. Educado esmeradamente por sus padres, a la edad de 14 años marchó a Malta, donde sirviendo como caballero de la orden de San Juan estudió filosofía, teología y leyes. Siendo designado vicecanciller de la orden posteriormente el papa Inocencio XI le otorgó el grado de Gran Bailío. A lo largo de su militancia en la orden le fueron concedidas las encomiendas de Benavente , El Viso, Los Yébenes  y Quiroga.[] En 1689 regresó a España, donde el rey Carlos II le designó embajador en Portugal, cargo al que Arias renunció aduciendo su ingreso en la orden de San Jerónimo. Ocupó la presidencia del Consejo de Castilla entre diciembre de 1692 y enero de 1696. En abril de 1699, como consecuencia del motín de los gatos, en el que el conde de Oropesa fue depuesto de la presidencia de Castilla, Arias volvió a ser llamado a sustituirle. []A la muerte del rey Carlos II, según lo dispuesto en el testamento real, formó parte de la junta de regencia que asumió el gobierno del reino[]. Con la llegada de Felipe V al trono de España, Arias continuó en la corte al servicio del nuevo rey. Durante las ausencias de éste en la guerra de sucesión española, Arias fue miembro del consejo de gobierno que asistió a la reina Isabel de Farnesio. En 1702 fue nombrado arzobispo de Sevilla y posteriormente cardenal in pectore por el papa Clemente XI. Murió en Sevilla a los 79 años y fue enterrado en la iglesia del Sagrario de esta misma ciudad.

Además de toda esta dilatada vida al servicio de la nación y de la Iglesia el Cardenal Arias fue un hombre sumamente generoso con los templos de la Archidiócesis Hispalense. A él se le debe también la fachada principal del palacio arzobispal sevillano y el portentoso retablo mayor de la iglesia del Sagrario, todo costeado a sus expensas. Su caridad se manifestó especialmente en la institución del colegio para Niñas Huérfanas al que dotó de todo lo necesario para su labor. Su muerte tuvo lugar el 16 de noviembre de 1717 y en su testamento quedó recogida su última voluntad: Finalizar las obras de la entonces Colegial de Jerez.

Las obras de nuestro primer templo llevaban muchos años paradas cuando en septiembre de 1715 el Cardenal Arias comunica al Cabildo Colegial que había resuelto proseguir las obras a sus expensas, que la proseguiría en vida hasta acabarla si podía, y si no, le dejaría al morir todo su caudal hasta donde se alcanzase. Repicaron todas las campanas jerezanas de júbilo y gracias a aquel gesto se pudieron reanudar las obras.

A su fallecimiento se celebraron honras en nuestra ciudad con gran pompa y solemnidad. Con toda justicia, el Cabildo Colegial mandó que en las dos puertas laterales que dan al crucero campearan el escudo de armas del Cardenal Arias y que su memoria fuera siempre recordada. Como señala José Luis Repetto, en su libro sobre la Colegial de Jerez, su dedicación este templo no fue en realidad sino la coronación de una vida sinceramente dedicada a las buenas obras. In memoriam aeternam erit iustus.

            (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 5 de febrero de 2017 y al día siguiente en VIVA JEREZ)





             

miércoles, 1 de febrero de 2017

DESCUBRIR LA MURALLA


 
 
A raíz de la noticia aparecida en prensa del hallazgo de parte de la muralla jerezana en las obras que se están realizando para la apertura de un nuevo negocio en la plaza del Arenal, ha vuelto a salir a colación el debate sobre la recuperación de las murallas de la ciudad que actualmente siguen ocultas en muchos de sus tramos. En concreto se han descubierto un lienzo del muro, el torreón de la Puerta Real y una barbacana.

La muralla que se conserva hoy fue construida durante la dominación almohade, a mediados del siglo XII, si bien recientes investigaciones señalan que se edificó sobre una obra del siglo anterior, fortaleciéndose con el paso de los años. En el siglo XVIII, para mantener gran parte de la muralla, se permitió construir sobre la muralla de manera que sirviera para conservarla: el dueño del inmueble se encargaba de cuidar de ella y el Ayuntamiento cobraba un alquiler. Esto ha implicado que la muralla de Jerez se conserve pero no sea visible. []Este hecho se manifiesta especialmente en la calle Larga y calle Porvera, en cuales muchos establecimientos comerciales cuentan con restos de la muralla. A pesar de haber sido declarada Monumento Histórico Artístico en 1931 y aunque, en los últimos tiempos,  algunos puntos  han sido ya recuperados y están muy bien conservados aún queda mucho que hacer al respecto. 

En Lugo surgió en los años cincuenta del siglo XX, el proyecto Muralla Limpia (1953-72) con el objeto de limpiar y recuperar la muralla a partir de la eliminación de todo el caserío que entre los siglos XVI al XX se había ido adosando a la cerca, ocultándola hasta casi conseguir que los ciudadanos perdieran la evidencia de su existencia. Así, impulsado por el Ayuntamiento que contó para este proyecto con el beneplácito de todas las instituciones garantes del patrimonio, como la Dirección General de Bellas Artes, la Comisión de Monumentos… se eliminaron todas esas edificaciones que a lo largo de los siglos habían ido surgiendo alrededor de la muralla y se consiguió a través de las reconstrucciones realizadas, la revalorización del Monumento, iniciándose de este modo un proceso que en cierta manera culminó en el año 2000, cuando se consiguió la inclusión de la muralla en la Lista de Patrimonio Mundial. Sin embargo, más de cuarenta años después de la finalización de las obras muchos se plantean aún si esa intervención fue acertada, si la operación indiscriminada al que se sometió la muralla no fue excesiva y si en el camino no se había perdido una parte importante de ese patrimonio inmueble que durante más de trescientos años había estado conviviendo con el monumento. Tal vez, no haya una respuesta única a esta reflexión, por el precario rigor con que fue acometida esta operación, y la osada “re-construcción” a que fue sometida la muralla, que en todo caso supuso su puesta en valor y su contribución al conocimiento de este monumento Patrimonio de la Humanidad pero a un precio demasiado alto.

El caso de Jerez es similar, sus murallas forman parte de nuestro patrimonio histórico, un patrimonio que hay que guardar, conservar y en la medida de lo posible poner en valor y a la vista pública, pero sin que ello suponga alterar, en demasía, la propia fisonomía de la ciudad, especialmente en aquellos espacios urbanos más emblemáticos e identificativos. El reto es interesante.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo  29 de enero de 2017 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
Imagen del ayer de la calle Ancha cuando aún no se habían derribado las fincas que vemos a la derecha para sacar a la luz lienzos de muralla.