La histórica labor del Ayuntamiento de Jerez para el desarrollo, fortalecimiento y promoción de la Semana Santa jerezana, como la de tantas otros Ayuntamientos especialmente los del sur de España por lo enraizado de este fenómeno en Andalucía, ha sido muy importante, especialmente desde la creación de la Unión de Hermandades. Su contribución fue en un principio económica, ejemplo de ello lo tenemos en la subvención que ya en 1943 concedía a las cofradías: mil pesetas por “paso”. A este apoyo económico que las cofradías recibían de las autoridades locales se le añadía el que realizaba la máxima autoridad provincial, el gobernador, quien en 1950 entregaba un donativo a la Unión de Hermandades de 15.000 pesetas y a la que se unía la que aportaba la Cámara de Comercio de 5.000 pesetas por la repercusión positiva que ocasionaba en el comercio jerezano. A partir de 1951 la aportación municipal a las cofradías por cuantos beneficios aporta la Semana Santa a la ciudad se suple por la concesión a la Unión de Hermandades de la explotación de las sillas y palcos de la carrera oficial, mientras que la aportación provincial como la de la Cámara de Comercio deja poco a poco de realizarse mientras los beneficios turísticos y comerciales seguían subiendo por el esplendor que, año tras año, alcanzaba la Semana Mayor jerezana.
Hoy los tiempos son otros pero a nadie escapa que el poder civil es conocedor de la importancia y el impacto que sobre la ciudad tienen las cofradías y todo lo que en torno a la Semana Santa se mueve, un auténtico fenómeno de masas con muchas ramificaciones que sobrepasa su carácter religioso para alcanzar, como diría Carlos Colón, “la vertebración histórico-sentimental de la ciudad”, una expresión fundamentalmente popular, esencialmente religiosa y necesariamente cultural.
El abogado Eduardo del Rey afirmaba que la Semana Santa es, sin duda, expresión singular de la fe, una manifestación pública de religiosidad según unos parámetros culturales concretos, los de nuestro pueblo. Pero las cofradías no cuentan exclusivamente con esta dimensión religiosa. A fin de cuentas, los vaivenes que jalonan los anales de estas corporaciones son los mismos que los de la sociedad que las nutre de miembros, todo lo que el pueblo ha sufrido o celebrado, lo han padecido o festejado sus cofradías. El mundo de las cofradías es tan complejo como la sociedad que lo alimenta pero ello no es obstáculo para que ellas mismas sean un sensible termómetro de la situación social, política y hasta religiosa de cada momento que le toca vivir.
Por todo ello cuando en estos días las cofradías de Jerez han dado un paso al frente en aquello que le ha pedido la ciudad por medio de su Ayuntamiento, no han hecho más que ser fieles al peso de su historia y de su identificación plena con el pueblo que las creó, adaptándose a los tiempos como los tiempos siempre se han adaptado a ellas. Siempre de frente y haciendo gala de lo que ya afirmaba rotundamente Ortiz de Zuñiga en 1506 que “siendo de cristiana devoción y lo ostentoso de la exterioridad, no puede desearse cosa de mayor ejemplo y de más cristiana grandeza”
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 12 de febrero de 2012 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
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