Recientemente ha sido inaugurado un nuevo establecimiento hotelero en nuestra ciudad, concretamente en la calle Diego Fernández de Herrera 1, en lo que fuese durante un siglo convento de las Siervas de María, de grato recuerdo para los jerezanos.
Este noble edificio fue mandado construir, en 1856, por la familia Pemartín para viviendas y oficinas de su anexa bodega, una obra que se debe al arquitecto Agustín García Ruiz, dentro de un estilo más ecléctico que neoclásico. Posteriormente pasó a propiedad de la Iglesia que lo cedió a la comunidad de religiosas de las Siervas de María, aquellas hijas de la Madre Soledad Torres Acosta que tan loable labor realizaron en nuestra ciudad, consagrándose a la asistencia domiciliaria a enfermos e impedidos.
Ahora cuando el edificio luce esplendoroso tras su remodelación para adaptarlo a las exigencias hoteleras y los vestigios de la vida monástica aparecen por cada rincón de la nueva y moderna decoración, es cuando podemos comprobar lo difícil que resulta borrar el espíritu de las casas cuando ellas han sido testigo de obras grandiosas, porque grandiosa fue la obra de las Siervas de María en Jerez, porque, mientras estuvieron en Jerez, fueron un ejemplo de humildad, iban y venían casi a escondidas, sin ningún alarde, sin ningún modo de llamar la atención. Su preocupación siempre fue agigantar su vida interior, el hermanamiento en comunidad y la entrega al enfermo sin importarle creencias, raza, religión, edad o estado social o el tipo de enfermedad que padeciesen, aunque fuese contagiosa, llevándole a quienes visitaban, un rayo de luz y esperanza.
En septiembre de 1998 se marcharon de Jerez, la escasa vocación religiosa hizo que nuestra ciudad se privara de un auténtico lujo para quienes necesitan más la compañía cuando la enfermedad atenaza su soledad. Cuántos ciudadanos, por ser pobres, quedarían desatendidos desde aquella triste marcha y, la paradoja de la vida, cuántos en el mismo edificio de donde salía la mano amiga que confortaba al enfermo, serán exquisitamente tratados porque sus posibilidades físicas y económicas le permite disfrutar de estas magníficas instalaciones. La sociedad va transformando sus normas de conductas y hoy parece que no se lleva el servicio desinteresado, hoy todo lo maneja el dinero y aún más cuando la labor puede resultar desagradable e incómoda.
Las Siervas fueron un ejemplo de servicio a una sociedad que nada hace si no hay dinero de por medio. Los anuncios de personas ofreciéndose a cuidar enfermos llenan tablones y columnas de periódicos, pero por dinero; los geriátricos, si son subvencionados, engloban tal lista de espera, que son casi inaccesibles; y si son de pago prohibitivos para las economías modestas; los hospitales saturados los de la Seguridad Social y con todo tipo de comodidades los privados porque cuesta lo suyo; y no hablemos de los enfermos que dejan herencia y de los que no, porque entraríamos en unos terrenos sumamente egoístas de esta sociedad materialista. Y por encima de todo esto la grandiosidad humana y de servicio de las Siervas de María, aquellas que hace una década se tuvieron que marchar de Jerez porque no encajaban ya en esta sociedad del dinero, porque no había vocaciones para que esos cinco mil ancianos que viven solos en Jerez, según ha hecho público el área de Bienestar Social de nuestro Ayuntamiento, de los cuales muchos estarán enfermos. Ancianos en soledad que fuesen menos, si hoy siguieran entre nosotros aquellas monjas que estaban dispuestas a abandonar durante unas horas su clausura para darse a los demás sin esperar nada a cambio.
El edificio de las Siervas es hoy un gran hotel, pero sigue siendo un sempiterno recuerdo de una comunidad de religiosas que dejaron allí en el centro de su nostálgico patio un mensaje hecho escultura por Chaveli que, con su mano, señaló un corazón tan grande como la mano que consuela a un enfermo cuando no hay dinero, cuando sólo hay amor. Ni la mejor suite del mundo puede pagar un solo día de las Siervas en Jerez.
(Artículo publicado en Información Jerez el 24 de junio de 2006. En septiembre de 1998 se nos marcharon las Siervas de su casa de Jerez, en este septiembre que también se nos marcha el recuerdo y reconocimiento a aquellas religiosas que tan profunda huella dejaron en el corazón de los jerezanos.)
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