Los jerezanos que hayan tenido la oportunidad de visitar la bella localidad portuguesa de Oporto, habrán podido comprobar cuantas similitudes poseen ambas ciudades.
Oporto tiene aproximadamente 250.000 habitantes. Sus playas más visitadas sé hayan a pocos kilómetros, posee una amplia área metropolitana, pero, por encima de todo, Oporto es un gran centro comercial desde el que se exportan a todo el mundo los afamados caldos a los que da nombre. En la margen izquierda, en Vila Nova de Gaía, se extienden innumerables y sombrías bodegas en las que reposa y enriquece el vino de Oporto.
Posee Universidad, aeropuerto y es sede episcopal. Abundan en la ciudad los testimonios de la arquitectura románica, -aquí sería el mudéjar-, gótica, barroca y neoclásica. La Catedral tiene añadidos góticos y elementos de los siglos XVII y XVIII. Como en Jerez, Oporto conserva un antiguo convento agustino, llamado en tiempos del Pilar, que fue secularizado y usado durante años como cuartel.
Oporto fue conquistado y reconquistado por los moros, y en el siglo XIX estuvo ocupado por las tropas napoleónicas. Además, en el mencionado siglo, gracias al esplendor del comercio del vino y a la influencia inglesa, en la ciudad, se asienta una importante clase burguesa de importante contrapeso no sólo en la sociedad de la época, sino también en la política nacional.
Oporto, además, como Jerez, está rodeado de viñas. En su paisaje urbano destacan los rótulos de bodegas tanto portuguesas como jerezanas con la diferencia de que el vino de Oporto es más pesado, posee un alto contenido alcohólico, consecuencias propias del suelo y, más aún, del clima.
La ciudad posee amplios y hermosos parques y jardines, largas avenidas y un entramado de calles estrechas en el casco antiguo. Su circulación es, como aquí, complicada y se encuentra rodeada de un cordón de grandes vías que la circundan.
Lo que marca la gran diferencia urbana entre Oporto y Jerez es su río, un río Duero que viene a desembocar entre hermosas laderas y que llena de sobrecogedor embrujo a toda la ciudad. Las noches en la ribera con su puente de hierro iluminado es todo un espectáculo de belleza que se queda impreso para siempre a quien lo visite. Mientras la ciudad nocturna permanece vacía, la ribera del Duero a su paso por Oporto es el bullir indescriptible que cautiva a cualquiera.
Jerez perdió mucho con sus playas y sigue perdiendo todavía al no aprovechar ese potencial del río Guadalete, que pasa tan cerca como ignorado. El nuevo Gobierno municipal presentó en su programa electoral esa recuperación de nuestro histórico río como una oferta más para la ciudad. Quizás algún día, la ribera del Guadalete, en su tramo más cercano a Jerez, también sea un atractivo más de la ciudad para los jerezanos y para los que nos visiten.
Oporto y Jerez están unidos no sólo por la fama de sus caldos, sino también por muchas circunstancias que, a pesar de la considerable distancia, han hecho posible que cualquier jerezano se sienta cercano a sus raíces al Norte de Portugal, una muestra más de la universalidad de esta tierra.
Quien en estos días visite Oporto y quienes desde Oporto pasen unos días en Jerez, comprenderán que a pesar del idioma, Oporto y Jerez se entienden bien, porque su historia y sus tierras se han hermanado, no tanto por las coincidencias, como por la propia cultura del vino que hace ser distinto sin dejar atrás una misma forma de vida. Por algo llevamos años predicando en torno al producto de lo que las viñas y las bodegas nos regalan tanto en Oporto como en Jerez.
(Artículo publicado en Información Jerez el 11 de agosto de 2007, dedicado, en plena Fiestas de la Vendimia jerezana, a la ciudad hermana de Oporto, de la que tanto hay que aprender con respecto a su trato con el vino)
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