En
esta misma columna escribía, hace unos años, la tendencia que existe por estas
tierras a celebrar las fiestas anticipadamente. Aquí llenamos las playas en
primavera, cuando el frío aún azota los cuerpos y las dejamos vacías en
septiembre cuando en pleno veranillo de los membrillos los calores son
insoportables. Comenzamos a cantar saetas y a tocar marchas procesionales
cuando no hay imágenes en la calle a quien dirigirlas, y luego llega un Sábado
Santo, tan reivindicado por algunos, que en Sevilla, por ejemplo, se salva por el
turismo y en Jerez, cuando había procesiones, las calles estaban casi vacías.
El fin de semana anterior a la Feria las casetas y el real están
concurridísimos y el domingo de Feria, por antonomasia, da pena ir por el poco
ambiente y por lo que te sirven en las casetas. Se llena el Rocío el fin de
semana cuando todavía la Señora no ha salido y cuando la Virgen entra en la
ermita el público ha decaído notablemente. Y el colmo es la Navidad, un mes
antes celebrando una conmemoración que aún no se ha producido y el mismo 25 de
diciembre, día de Navidad, ya apenas se cantan los villancicos.
Todos
los años ocurre lo mismo y todos los años se comenta al hacer balance. El
debate le toca ahora a nuestra recién clausurada Feria del Caballo, durante
toda la semana se ha venido hablando de suprimir el domingo, una jornada venida
a menos con los años, especialmente, desde que los días de Feria se prolongaron
hasta una semana, quitándole protagonismo a ese domingo ferial de antaño donde
la fiesta llegaba a su cenit. Ahora se
habla de suprimir este último día puesto que no tiene sentido mantener toda la
estructura de un festejo, con el gasto que ello supone, cuando el público lleva
ya varios años dándole la espalda. El peligro es que si para el año que viene
se suprime el domingo esa apatía hacia los últimos días y esa tendencia a
celebrar la fiesta anticipadamente repercuta en el sábado, por lo que de aquí a
unos años nos veamos también en la disyuntiva de suprimir este día.
Cuentan
las crónicas de primeros de siglo que una de las atracciones que gozaban de mayor presencia de público de
la Feria jerezana era el desfile de carrozas de la batalla de las flores, que
transcurría por los paseos Central y de las Palmeras, llegando a tener tal
envergadura dicha batalla, que en el Real se colocaban sillas para el público y
cuya recaudación se destinaba a la Asociación Jerezana de la Caridad. El resto
de actividades que se anunciaban para estas Ferias de antaño eran carreras de
caballos, conciertos de la banda municipal de Jerez, sesiones públicas de cante
jondo en pleno recinto ferial e incluso un muy concurrido concurso de mantones
de Manila. Costumbres que se han perdido con el tiempo pero que nos hablan
claramente de la inventiva de los organizadores para que el ambiente festivo no
decayera.
Independientemente
de la duración de la misma quizás sea el momento de plantearse la forma de
hacer el domingo atractivo, suprimiendo la noche pero no la mañana y el
almuerzo, para ello podría ser positivo recuperar aquella parada hípica que se
celebraba en nuestra ciudad hasta hace poco y que tanto público atraía, para
que recorriendo el Real a las doce del mediodía fuera el colofón y sirviera
para la clausura oficial de la Feria del Caballo jerezana. La tradición del
domingo de Feria creo que lo merece.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 19 de mayo de 2013 y al día siguiente en VIVA JEREZ).
DESFILE DE LAS CARROZAS PARA LA BATALLA DE LAS FLORES EN EL FERIAL JEREZANO
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