Juan
Delgado Alba fue un destacado abogado y cofrade sevillano, dejó para la
historia de la hondura de la Semana Santa su implicación en aquella memorable colección
sobre temática cofrade que la Biblioteca de Ediciones Andaluzas editó allá por
1982. El primer tomo, el mejor de todos, titulado “en la aurora de cada
primavera”, Delgado Alba, como director literario de la obra, derrochando todo
su florida oratoria plasmada en brillante literatura, honda y expresiva, de
profunda religiosidad, donosa en el decir, amiga del detalle curioso y de la
anécdota desconocida, como lo definió Sánchez Dubé, supo describir, como nadie,
este tiempo de vísperas en el que hemos entrado y que nos llevará,
irremediablemente, a una nueva Semana Santa.
“Un
día, alguien, dice lo que de pura verdad, se hizo tópico. –Ya huele a
Semana Santa. Y es verdad lo que decimos. De pronto, aquel día, a lo mejor en
un minuto concreto de aquella hora determinada, en la ciudad ha comenzado a
oler a Semana Santa. No se piense que es porque los naranjos callejeros hayan
repicado con más fuerza las blancas esquilas de los azahares o porque, allá en
las alturas de las azoteas, los capullos de los claveles sembrados en macetas
de barro o metalgrafiados latones de aceite, aceituna o zotal, hayan reventado
como cuajarones de roja sangre olorosa a clavo, que es algo como oler a
pasiones profundas y desenfrenadas. No; no crean que por solo algo de eso la
esquina, la barreduela, el atrio del templo o el zaguán de la casa huelan ya a
Semana Santa. Ni el azahar, dulzón como confitura monjil, ni tampoco, el
clavel, ácido como especiera morisca, son culpables en solitario. El olor a
Semana Santa, podríamos decirlo – y no nos equivocaríamos- viene porque si”.
Y es
verdad, lo que dice Delgado Alba, el olor a Semana Santa llega porque si, se
recibe pero no se puede explicar. Jerez, estos días, ha empezado a oler a
Semana Santa y no solo por el azahar o
el incienso que se escapa por las puertas de los templos mezclado con la cera
derretida, es, también, los olores de la propia ciudad, de sus fachadas y
tejados, el olor de su asfalto y el de la tierra seca de sus jardines. Es el
olor de esa primavera que, poco a poco, nos empezará a envolver mezclada con
las esencias de esta tierra.
Dicen
que el olor es la sensación
resultante de la recepción de un estímulo por el sistema sensorial olfativo. El
término indica tanto la impresión que se produce en el olfato, como lo que es capaz de producirlo. Es una
propiedad intrínseca de la materia. El olor es el objeto de percepción del sentido del
olfato. Dicen también que el olor se genera por una mezcla compleja, pues será por eso, por esa
mezcla de cosas que un día, sin esperarlo, se produce en la ciudad lo que hace
que todo huela diferente. Es como un milagro que se da solo cuando la primavera
llama a la puerta, cuando la luz se impone sobre los grises del invierno,
cuando ya todo es distinto.
Jerez
empieza a oler distinto, la ciudad se convierte ya en una gran perfumería de
agradables aromas que nos envuelven
mucho más allá del tópico. Salgamos, si no, a la calle y dispongámonos a
disfrutar de este tiempo de vísperas que, sin saber porqué, nos anuncia, cuando
menos lo esperamos y en el lugar más insospechado, un cierto olor a Semana
Santa.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 9 de marzo de 2014 y al día siguiente en VIVA JEREZ).
Los últimos olores de la Semana Santa llenaban los desaparecidos jardines del Monte antes que la procesión del Santo Entierro se recogiese en la ermita del Calvario. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario