Lo
dejó escrito Antonio Machado: Son de
abril las aguas mil. Sopla el viento achubascado, y entre nublado y nublado hay
trozos de cielo añil. Agua y sol. El iris brilla. En una nube lejana, zigzaguea
una centella amarilla.
Dice el refrán que «el invierno no ha pasado mientras abril no es
terminado». El cuarto mes del año, del que se dice que es un mes revoltoso, se
identifica con la inestabilidad atmosférica y con las lluvias, y por eso se
dice que este mes tiene fama de informal y de traicionero. Esta inestabilidad
se traduce en cambios de tiempo bruscos: días auténticamente primaverales
alternan con otros más propios del invierno; los días soleados conviven con los
cielos nubosos y con los chubascos y las tormentas, e incluso con noches de
heladas («Abril puede traer rocío, y otras veces heladas y frío»; « ¡Ojo con
abril, que es helador y sutil!»; «En abril la helada sigue a la granizada»).
Queda atrás un mes de marzo abrilado donde las aguas han estado
demasiado presentes, más de lo que se necesitaban. Han vuelto a estar presente
en los días de la Cuaresma y a ser protagonista en la pasada Semana Santa. Ya
no es necesario sacar en rogativas al Cristo de las Aguas en San Dionisio para
combatir años de sequía, ni mover el barco del santo titular de la ermita de
San Telmo, ni organizar procesiones extraordinarias con la Virgen de la Merced
para que lleguen las lluvias, sino todo lo contrario, rogativas hacen falta
para parar las aguas y que ni el Guadalete se desborde más ni la Semana Santa
huela más a humedad que a incienso y azahar.
La lluvia de todos estos años nos ha traído una nueva Semana
Santa, con ropas más de zambombas que de primavera, con abrigos y bufandas en
vez de mantillas y rostros bronceados por los primeros días de playas, con
mucho frio en vez de ese calorcito que, a veces, hacía subir faldones y daba
trabajo extra para los aguaores.
Pero, a su vez, estas aguas mil, nos está ocasionando nuevos modos
y formas para la Semana Santa, treguas previstas entre chaparrón y chaparrón
con las que antes no se contaba porque no existía tanta precisión en los partes
meteorológicos y que está permitiendo nuevos planteamientos de recorridos en
función del margen que se dispone. Las lluvias también han permitido ver
cofradías que ante la imposibilidad de
llegar hasta la catedral se han refugiado en otro templo desde donde, tras
realizar las oraciones pertinentes, han vuelto apresurados a casa, una forma de
hacer Estación de Penitencia cuando la meteorología no permite otra cosa.
Nuevos tiempos que, si la tónica sigue siendo la inestabilidad
meteorológica, traerán forzosamente, nuevas formas para la Semana Santa. Las
cofradías siempre se han ido adaptando a los tiempos y en este acaso, también,
deberán adaptarse no solo a los tiempos sino también al tiempo, porque es el
tiempo el que quiere seguir siendo el protagonista e ir marcando las nuevas
pautas de los nuevos tiempos semanasanteros. Valga este juego de palabras para
hacer ver que de seguir la Semana Santa viéndose azotada por las lluvias y el
mal tiempo habrá que replantearse muchas cosas, modificando normas y dando paso
a iniciativas que vengan a ofrecer soluciones a todo el mal que ocasiona la
lluvia para los cofrades y para la Semana Santa en general. A grandes males
grandes remedios, el tiempo lo dirá.
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado domingo 31 de marzo de 2013, Domingo de Resurrección, y ayer en VIVA JEREZ.)
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