El Domingo de Ramos (conocido al principio como Pasha)
se originó en la Iglesia de Jerusalén alrededor del final del siglo III o
comienzo del siglo IV. Las ceremonias consistían en oraciones, himnos, y sermones
a medida que la gente recorría los numerosos lugares santos dentro de la
ciudad. En el último lugar, el lugar de la ascensión de Jesús al cielo, el
clero leía el relato bíblico de la Entrada Triunfal de Jesús a Jerusalén.
Luego, al caer de la noche, las personas regresaban a la ciudad repitiendo: "Bendito
El que viene en el nombre del Señor" (Mateo 21:9).
En el más sencillo de los términos, el Domingo de
Ramos es una oportunidad para reflexionar sobre la última semana de la vida de
Jesús. Jesús no negó la imagen que la multitud esperaba, el cumplimiento de las
esperanzas de Israel de que sería su rey terrenal, destruyendo el gobierno
romano. En vez de eso, Jesús entró humildemente en Jerusalén para dar su vida
en una cruz, salvando a la humanidad del pecado y la muerte. El Domingo de
Ramos sirve como una preparación del corazón para la agonía de su Pasión y la
alegría de su Resurrección. Un principio triunfal que nos llevará al más
admirable de los finales su gloriosa Resurrección.
Por ello como dijo algún pregonero, esto es una
película que ya hemos visto anteriormente y, por tanto, conocemos su final. Por
eso, desde que comienza la Semana Santa se presiente la alegría, por eso el
Domingo de Ramos es ya un preludio de que la pasión se acaba en cada página del
Evangelio que se pasa, en cada misterio que se nos pierde por alguna de las
calles de nuestro Jerez, en cada jornada que hemos empezado a vivir cargada de
sensaciones, de mensajes y de recuerdos.
Cada instante, cada día, de esta nueva Semana Santa, que ya da sus
primeros pasos, tal como nos llega se nos va para, sin apenas darnos tiempo,
volver a encontrarnos con otros instantes que nos harán vivir momentos únicos,
repetidos pero, a su vez, irrepetibles, por aquello de que la Semana Santa es
siempre igual pero, en el fondo, tan distinta de un año a otro.
Uno de los grandes
privilegios que tenemos como seres vivos, y que nadie nos va a arrebatar, es la
capacidad de darnos cuenta de las cosas, de tomar conciencia. Decía San Francisco de Asís: "Empieza por
hacer lo necesario, continúa con lo posible y acabarás haciendo lo imposible."
La Semana Santa tiene mucho de necesario, mucho de posible y también bastante
de imposible, por eso, en estos tiempos de hoy, es cada vez más necesario tomar
conciencia de todo lo que ella nos ofrece en cada instante antes que se nos
vaya de las manos, antes de que todo sea un recuerdo, antes que lo que ha sido
un principio empiece ya a ser un final.
La Semana Santa es el triunfo de lo posible por encima de lo
imposible, el de tantas personas que la hacen posible, salvando lo imposible,
conscientes de que es necesario para su fe, para su ciudad y para la historia
todo ese derroche de mensaje que tiene un fin
glorioso y salvador por mucho que el principio esté lleno de dolor y
que, transcurra tan deprisa que, sin darnos cuenta, pasaremos del Domingo de
Ramos al de Resurrección en un abrir y cerrar de ojos.
Vivamos intensamente un nueva Semana Santa, esa que ha comenzado
y que nunca acabará si sabemos llenarnos de ella.
(Artículo publicado en Información Jerez ayer Domingo de Ramos, 13 de abril de 2014)
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