La JMJ nos está deparando imágenes y actitudes inéditas, instantes sorprendentes en cada acto cultural y cultual, en cada actuación musical y escénica, en los testimonios, en las relaciones institucionales, en el voluntariado, en la fuerza de la religiosidad popular, en el empuje juvenil en torno a unas creencias y una fe, un auténtico revulsivo para el mundo católico.
Lo ha dejado escrito el Arzobispo de Sevilla “estos jóvenes no vienen siguiendo a ningún ídolo de rock, ni a ningún mito efímero. Tampoco vienen atraídos por los señuelos de alcohol, las drogas o la libertad sin barreras, tan frecuentes en otras reuniones juveniles. Son una legión de jóvenes de mirada limpia, alegres, pacíficos y respetuosos”. Es la gran fiesta de la juventud pero la de la voz fresca, la palabra valiente que anuncia una Verdad, siempre grávida de la justicia y la paz, como apuntó, también, el arzobispo de Zaragoza.
Una juventud que como el nuevo eslogan de IKEA tienen derecho a su fiesta, por mucho que intenten los grupúsculos de siempre, que le producen urticaria todo lo que suene a religiosidad y a la enorme fuerza que el catolicismo arrastra, intentar ensombrecer con manifestaciones contrarias y acusaciones sin sentido.
Los jóvenes católicos tienen derecho a su fiesta, a ocupar calles y plazas que también le pertenecen a ellos, más aún cuando en una democracia la fuerza de basa en las mayorías. Una masa de jóvenes que estos días se reúnen en Madrid y necesitarían miles de Puertas del Sol para dar cabida a sus acampadas. Los jóvenes que en estos días han ido al encuentro del Papa en la capital de España tienen todo el derecho del mundo a festejar lo que creen y en quien creen.
La fiesta del JMJ contó con su preámbulo en toda España con diversos actos organizados por las distintas diócesis. En Jerez hubo un memorable prólogo en Chapín, un acto festivo pleno de testimonios, donde cerca de tres mil jóvenes disfrutaron de una fiesta previa a su cita en Madrid. Jerez, con aproximadamente 1.200 jóvenes diocesanos y otros muchos venidos de una decena de países europeos y sudamericanos, pusieron en pie una fiesta a la que tenían derecho como ciudadanos y como católicos, viviéndose momentos inolvidables. Ayer viernes, Jerez de nuevo vivió su particular fiesta, un sueño, en torno al Moreno de la Plata, imágenes inéditas de un Jerez en Madrid con el Nazareno de Pinto como representativo de las devociones semanasanteras de la ciudad. San Isidro haciendo de Santa Ana, el Madrid de los Austrias convertido en barrio de la Plata, la Puerta del Sol con el popular anuncio del Tío Pepe, más iluminado que nunca, por ver lo nunca visto, un Cristo de Jerez procesionando por tan emblemático enclave madrileño, la Cibeles recordado a la fuente de la Rotonda y el paseo de Recoletos haciendo de imaginaria Carrera Oficial.
Como jerezano, católico y cofrade tengo derecho a mi fiesta, a disfrutar con mis hermanos de la Candelaria en esta experiencia única, al gozo de comprobar que Jerez ha estado presente en un acontecimiento de tamaña magnitud y sobre todo la alegría del éxito de una convocatoria que, una vez más, ha demostrado que nuestra cultura no se puede entender sin la profunda fe católica de occidente y que la historia no habría sido la misma sin Jesucristo y su mensaje de justicia y de paz, un mensaje que aún cautiva a muchos jóvenes del mundo, por mucho que nos quieran hacer ver lo contrario, y que es la gran esperanza del futuro.
(Artículo publicado en Información Jerez ayer sábado 20 de agosto de 2011)
Primitiva imagen del Señor de las Misericordias, obra de Castillo Lastrucci, que fue sustituida en 1976 por la actual, realizada por el escultor jerezano Francisco Pinto Berraquero. |
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