La fiebre de Ikea llegó mucho antes a nuestra ciudad que la propia firma sueca de muebles, decoración y complementos para el hogar. Cada nueva construcción que se reedifica en el casco antiguo de la ciudad mantiene el estilo Ikea, formando una república independiente con respecto a cuantos edificios le rodean.
La historia cuenta como después de seis décadas Ikea ha pasado de los bosques del sur de Suecia a constituir una gran realidad comercial. El fundador de esta firma sueca cuando tenía cinco años, comenzó vendiendo cerillas a sus vecinos, y a los siete, amplió su zona de ventas montando en bicicletas. Se dio cuenta de que podía comprar cerillas al por mayor y a muy bajo precio en Estocolmo para después venderlas al por menor a precios también bajos pero obteniendo un buen beneficio. Pues algo por el estilo es lo que está pasando en el casco antiguo de nuestra ciudad, que se están comprando fincas en muy malas condiciones, muchas de ellas a bajo precio, para levantar unos edificios minimalistas, que por ponerle ventanas con sencillas rejas en vez de terrazas ya se supone que se respeta al entorno y todo ello con calidades muy simples para aminorar costos y para que en donde antes cabían dos familias ahora quepan treinta.
Vemos portadas del siglo XVII y XVIII que sobrevivieron al derrumbe escoltada por ventanitas de rejas ikeadas, viviendas populares donde la cal y el pintoresquismo de sus patios tienen que competir con edificio independientes que rompen por completo la armonía constructiva de la calle. Casos concretos los podemos ver repartidos, principalmente, por el barrio de San Mateo y San Lucas. En la noble plaza de Ponce de León, junto al magnífico balcón esquinado, joya del renacimiento jerezano, la elegante fachada del colegio del Salvador y el compás del convento de Santa Rita acaban de levantar un paramento blanco con puerta discotequera, donde antes estuvo una casita con graciosos balcones siempre cuajados de flores y un abandonado local pero de cierta antugüedad. La calle Justicia está llena de ejemplos de este casco antiguo ikeado que estamos construyendo para vergüenza de generaciones venideras. El entramado de calles junto a Chancillería es otro exponente de este desprósito con la tradición y belleza estética de una collación que es un auténtico barrio de Santa Cruz jerezano, callejuelas que se vislumbran desde Francos o por el boquete de Porvera con cierto misterio y evocador guiño a nuestra historia, con rincones perdidos como aquel de la calle de la Carne con su azulejo de la Virgen del Amor y Sacrificio al fondo donde hoy se ve solo un desolador derribo entre arcos apuntados.
Múltiples ejemplos inundan nuestro casco histórico de nuevos edificios "ikeados" donde la funcionalidad priva por encima de todo, nuevos edificio que redecoran las señas históricas de la ciudad.
Por el contrario si es digno de valorar y alabar la apuesta seria y decidida de la iniciativa privada por adquirir fincas del casco antiguo para restaurarlas, rehabilitarla para vivienda familiar, respetando escrupulosamente cuantos elementos históricos y artísticos poseen y añadiendo otros que en nada desentonan con el conjunto arquitectónico del edificio, es más, vienen a potenciar su belleza, aportando categoría también a la zona donde se encuentra ubicado.En estos casos, donde antes cabían dos, en el mismo espacio, no caben tres, ahora, en una antigua casa de vecinos donde antes cabían siete familias, entre salas y alcobas, hoy cabe solo una con garaje y almacén en la planta baja y viviendo en la superior, pero todo ello "poniendo en valor", como tanto se estila hoy por los políticos, cada uno de estos singulares edificios.
Nuestros histórico casco histórico merece mayor protección y respeto, solo hay que poner de ejemplo al de Cáceres para darse cuenta que no todo se puede "ikear".
(Artículo publicado en Información Jerez el pasado sábado 12 de febrero de 2011)
Evocador aspecto de la calle de la Carne antes de los derribos acometidos en los últimos años. |
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