EN EL SEXTO ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO
Genio, figura y solera, un arte que no se da en cualquier parte y sí en Jerez de la Frontera. Estos versos sirvieron para definir la personalidad y el duende torero de Rafael de Paula y son los mismos que vienen a la memoria cuando el Jerez intramuros, el que se esconda en los anales históricos de esta tierra noble y centenaria, se siente ausente ante la retirada de los ruedos de la vida de un caballero cabal don Álvaro Domecq y Diez.
Genio, figura y solera, un arte que no se da en cualquier parte y sí en Jerez de la Frontera. Estos versos sirvieron para definir la personalidad y el duende torero de Rafael de Paula y son los mismos que vienen a la memoria cuando el Jerez intramuros, el que se esconda en los anales históricos de esta tierra noble y centenaria, se siente ausente ante la retirada de los ruedos de la vida de un caballero cabal don Álvaro Domecq y Diez.
Si Jerez no se escribiese con letras sino con estampas ilustradas habría que elegir la imagen de un Álvaro Domecq montado a caballo, llámese Espléndida o Cartucho, pero siempre a caballo, como un centauro hecho elegancia y jerezanía.
La figura de don Álvaro Domecq es la misma figura de Jerez, si Jerez no fuese un nombre sino artística escultura... Los pinceles de Jerez son aquellos que se funden entre un ayer y un hoy de una ciudad marcada por la impronta de personajes ilustres que hicieron, como don Álvaro Domecq, de Jerez un sueño en vida.
Hoy las banderas municipales ondean a duelo por un Alcalde Honorario, que nunca tuvo vergüenza de pronunciar la palabra Dios, cuando era conveniente y cuando no lo era tanto, un Alcalde que entró en política no para enfrentarse a nadie, ni para cargarse las alforjas, sino para crear patronatos y hacer más de 15.000 viviendas, trasformar los hospicios en escuelas laborales, quitar las casas de peones camineros y formar grupos organizados con el mismo fin, y fundar centros como el Oratorio Festivo.
Visten de luto las banderas provinciales ante la partida de un hombre que se desvivió por la provincia y por las escuelas desde su puesto de Presidente de la Diputación, visitando y conociendo cada uno de sus problemas.
Cuelgan crespones negros los tendidos de España en recuerdo del caballero jerezano que cambió el rejoneo, trayendo a la suerte la doma, el arte a la temeridad, el toreo a caballo, el rejoneo de poder a poder. Que creó ganadería casi de la nada innovando dentro de la escuela maestra de su padre.
Podríamos seguir contemplando la cara del luto en tantos estamentos jerezanos en que don Avaro dejó huella, caballero jerezano pero sobre todo hombre de fe. Aún recuerdo las impresionantes palabras de su hija Fabiola, en una revista, ante la pérdida de sus cuatro niñas, fue un reportaje que esta mujer, devota de la Virgen del Rocío y de Loreto de la que fue su Camarera, demostró la importancia de la fe en Dios para afrontar tan duros momentos, bendita sea la rama que del tronco sale.
Jerez se ha quedado huérfano de don Álvaro Domecq, la clásica estampa del señorío jerezano se ha ido con él, y él no echará de menos sus méritos en la tierra, ni la Gran Cruz de la Beneficencia, ni la Gran Cruz del Mérito Civil, ni la Gran Cruz de Isabel la Católica, ni la Cruz del Mérito del Águila Alemana, ni la Cruz de Guerra, ni la Cruz Roja al Mérito militar, ni la Cruz de honor y Mérito de Juan Pablo Duarte, ni la Cruz de honor y Mérito de la orden de Trujillo, ni las medallas de oro al mérito penitenciario, la militar colectiva, la de Barbate, la de la provincia… , porque le espera otra cruz, la que él soñó siempre, la que le aguarda allí donde cinco macetas de flores, en un solo paquete, esperan al abuelo, donde una chiquilla galopa aI ritmo de Espléndida, donde el recuerdo de la abuela vela por sus hijos y nietas, donde la tierra jerezana se hace eternidad, donde don Álvaro Domecq va a realizar su última faena, como los buenos toreros saben hacerla, sin prisa, con temple y con empaque de caballero andaluz, con la misma sabiduría que Jerez se hizo categoría en la figura de don Álvaro Domecq. El Señor de los Alburejos se ha despedido de su tierra, con el arte y la clase de las míticas faenas del toreo, despacito, despacito, despacito.
(Artículo publicado en Información Jerez el sábado 8 de octubre de 2005, tres días después de la muerte del caballero jerezano Álvaro Domecq y Díez)
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