Cuenta la historia de la tauromaquia que corriendo el año 1922 y el día 7 del florido mes de mayo toreaba en Madrid el nuevo ídolo Manolo Granero, que a sus 20 años estaba considerado ya por la afición española como el número 1 de la torería, nada menos que el sucesor indiscutible de Joselito. El que iba camino de ser un virtuoso del violín, alumno aventajado del Conservatorio de Música de Valencia, y la providencia lo ungió con la gracia de un torero de raza, de época y de leyenda, premonitoriamente vestido de negro y oro, regaba aquella tarde con su sangre el albero de la primera plaza del mundo. Testigos -impotentes- de la tragedia fueron los diestros Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda. El suceso conmocionó a España entera. Dicen que después de triunfar en su primer toro, de Albaserrada, salió en quinto lugar 'Pocapena', del duque de Veragua, cárdeno y bragado, bien puesto y afilado de pitones, burriciego. Granero lo paró con templadas verónicas, y ya con la muleta en la mano se fue a los terrenos del toro, citándole demasiado cerrado, por lo que el animal se le arrancó vencido sobre el lado derecho, prefiriendo el lidiador quedarse quieto antes que corregir su posición. El avieso enemigo lo empitonó por el muslo derecho, suspendiéndole en vilo unos metros y arrojándole al suelo, «en donde -cuenta la 'Historia' narrada por 'ABC'-le tiró varios derrotes, uno de los cuales le estampó contra la barrera, cerca del estribo, y allí le volvió a cornear, con tan mala fortuna que uno de los derrotes le penetró un pitón por el ojo izquierdo, destrozándole la cabeza contra las tablas y causándole la muerte.
En Jerez hubo un torero llamado Manuel Lara Reyes y apodado “El Jerezano”, nacido en 1868. El 6 de octubre de 1912, en la mexicana plaza de Nopalapán, recibió de un toro de un golpe en el vientre falleciendo pocos días después. Era un torero inteligente, seguro y completo. Tuvo varias cornadas, una de ellas muy grave en el cuello.
La grave cogida que ha sufrido el diestro jerezano Juan José Padilla en la Plaza de Toros de Zaragoza y del que se han hecho eco todos los medios de comunicación estos días, ha traído a la memoria estos dos trágicos episodios de la historia del toreo, aunque, afortunadamente, el diestro jerezano ha corrido mejor suerte que sus antecesores y viene evolucionando favorablemente hasta el punto que, el equipo médico que le atiende en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, ha explicado que Padilla puede ser dado de alta en seis o siete días si continua evolucionando correctamente.
De nuevo la fiesta unida a la tragedia, de nuevo la sangre sobre el albero, de nuevo la pregunta, tantas veces cuestionada, de si es necesario exponer la vida de las personas para que otros se diviertan. Escuché una vez una frase que me llamó poderosamente la atención y que decía: “condenado está de muerte el pueblo que con sangre se divierte”.
Mi padre que fue un gran aficionado a la fiesta nacional, directivo de la peña “Rafael de Paula” y admirador del toreo clásico de Bienvenida, me transmitió, con sus comentarios taurinos cada vez que disfrutaba con un festejo, la admiración y la belleza que rodea todo el espectáculo de la fiesta nacional pero, por otro lado, nunca nos permitió, a sus hijos, que ni matáramos por diversión y menos aún que torturáramos a una mosca o una hormiga.
Por eso cuando la sangre se mezcla con el espectáculo y la diversión, me sigue surgiendo la pregunta ¿merece la pena?, unos me dirán que si y otros que no, la respuesta está en el tiempo. Mientras tanto alegrémonos de la evolución del diestro jerezano con aquellos versos de Celaya: “Frente al testuz del destino, salvemos un gesto indemne, y quebrando lo que embiste alegremos nuestra suerte”.
(Artículo publicado en Información Jerez- Viva Jerez el pasado domingo 16 de octubre de 2011 y el lunes 17. Ayer Juan José Padilla recibió el alta de la clínica zaragozana)
Año 1922. Cogida de "Granero" en Madrid Manuel Lara "El jerezano" |
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