Jerez tiene una última posada en la calle Domecq, allí donde las Hermanitas de los Pobres viven consagradas a su propia santificación y a la atención espiritual y material de los ancianos.
La llegada de las Hermanitas de los Pobres a Jerez tuvo lugar, de forma oficial, el 10 de julio de 1875. Se instalaron en principio en una modesta casa alquilada, que se hallaba en el mismo entorno donde hoy se alza la nueva residencia de ancianos, en el entonces alejado, y casi perdido, sector de Vallesequillo. A los quince días de su establecimiento en nuestra ciudad ya tenían acogidos a 20 ancianos.
De inmediato el pueblo de Jerez equipó las instalaciones de todo lo necesario, levantándose la capilla al mes de la fundación, nuevos pabellones al año y, en años sucesivos, otras instalaciones, gracias a las numerosas aportaciones que las Hermanitas recibieron desde los más humildes, como el regalo de un borrico con todos sus aparejos, cargado de paja y cebada, hasta los terrenos continuos propiedad de don Pedro Domecq y una viña de don Pedro Víctor.
En 1881, seis años después de su venida a Jerez, el asilo acogía a 128 ancianos, lo que movió a las Hermanitas a la adquisición de otros terrenos para la construcción de nuevas salas. Uno de los grandes favorecedores de este loable instituto fue el ilustre jerezano don Miguel Primo de Rivera, que ayudó en muchísimas ocasiones a estas Hermanitas para que no les faltara la atención necesaria a nuestros mayores, realizando una labor encomiable que parece olvidarse cuando prevalecen los intereses políticos.
Muchos han sido los bienhechores de la residencia, muchos son los que han colaborado, y siguen colaborando, para que su labor no decaiga por falta de medios y. muchos son los jerezanos, que saben que en las Hermanitas de los Pobres tienen un tesoro, porque ellas viven disfrutando dando más que recibiendo.
En 1975 se cumplió el centenario de la llegada de las Hermanitas de los Pobres a Jerez y con tal motivo nuestro Ayuntamiento, haciendo justicia' histórica, dedicó una calle a la Madre fundadora Juana Jugán y le concedió la Medalla de Oro de la ciudad.
Pero los ancianos más desfavorecidos siguen llegando a la residencia cada vez, en mayor número, las Hermanitas han hecho una llamada porque se acercan los fríos y nuestros mayores necesitan calor humano y también ambiental por sus muchos años; tienen que mantener sus habitaciones caldeadas y eso supone un costo de 6.000 euros al mes, que se suman a los múltiples gastos del mantenimiento de la casa. A las Hermanitas no les llega el presupuesto y piden ayuda para calentar a los ancianos.
Parece mentira que en la sociedad de la tecnología en la que en cada casa hay todo tipo de aparatos, muchos de ellos innecesarios para vivir, (dos y tres televisores, ordenadores, aires acondicionados, móviles, vía digital, internet, impresoras, etc,) exista una casa tan grande como el corazón de los que la habitan que le falten los medios necesarios para darle calor a un anciano que, en muchos casos, está allí más por necesidad que por gusto.
Los ancianos de Jerez no pueden pasar frío y eso es un compromiso y una responsabilidad de todos, desde instituciones a particulares, y es obligación común porque cuando pasen los años y nos quedemos solos de nada nos servirá todo lo que tuvimos si nos falta el calor, ese calor que tanto se necesita cuando los fríos de la soledad van ocupando terrenos. Esa calefacción no se puede apagar ni en las habitaciones de la calle Domecq ni en el corazón de los jerezanos.
Las Hermanitas de los Pobres necesitan colaboración para seguir atendiendo a los mayores de Jerez, a esos mayores que son ellas su auténtica familia, porque son a quienes les dan el calor de su corazón y en nosotros está darle también el calor de nuestra generosidad.
(Artículo publicado en Información Jerez el 14 de octubre de 2006. Cinco años después el recuerdo para aquellas Hermanitas que finalmente tuvieron que abandonar su residencia jerezana por falta de recursos y vocaciones)
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