martes, 12 de octubre de 2010

BICICLETAS


 



    Aún recuerdo cuando acudía al viejo taller de bicicletas de Manuel Badillo en la calle Medina 19 para que me arreglara los pinchazos de mi Orbea, la bicicleta que un año me trajeron los Reyes y que me pareció siempre enorme. Talleres de bicicletas, en Jerez, en la pasada década de los setenta tenían, además del de la calle Medina, Manuel Domínguez en la calle Sol 37, Juan García Jarana en la calle Empedrada 16 y Francisco Moreno Delgado en el número 9 de la misma calle; pero es que una década antes hubo también talleres de bicicletas en la calle Escuelas, el de Miguel Marín; en la plaza Domecq de Vicente Martínez; en la calle Arcos, en el 33, el de Francisco Pacheco y en el 42 el de Andrés Vega. Además de los que existieron en La Plata de Eduardo Aguilar, en Empedrada 33 de José María Angulo, el de Enrique Martínez en la calle Guarnidos, el de Luis Moreno en el puente de los Alumnados, el de José Pérez en la calle Rosario o el de Miguel Domínguez en la calle Porvenir. Eran talleres a la antigüa usanza, a pie de calle, con bicicletas amontonadas, gomas, parches, mucha grasa y herramientas de por medio. 
   
    El taller de la calle Medina se encontraba enclavado en un mini "Jerez centro comercial" entre el viejo caserón conocido por la Alcazaba por sus yeserías al más puro estilo neonazarí, donde en tiempos se almacenaban cientos de juguetes, la barbería de Paco, que después fue confitería; el castizo bar Torito con su clientela fija y su decoración auténtica llena de anécdotas y vivencias; complementado este círculo con el Bar Maxi y el Bar Jerez, dos clásicos del Jerez de los setenta y dominando  ese primer trozo de la calle Medina, Ragel, la tienda de muebles, que en parte simbolizaba, a nivel local, un desarrollo comercial que, tras los años de penuria económica, empezaba a despegar. Y en medio de todo ello el taller de bicicletas que, a los niños de entonces, nos llenaba de gozo, cuando nos entregaban la bici completamente arreglada para poder ir el domingo al parque o como mucho para poder dar vueltas por el patio sin estropear las macetas. Y eso es lo que había, porque salir a la calle en bicicleta era y sigue siendo peligroso por las prisas y las imprudencias de quienes no conducen de forma civilizada.
   
    Jerez quiere ahora subirse al carro de la bicicleta, cuando hacía mucho tiempo que se había olvidado de ella. Para ello se está levantando calles y bulevares, volviendo a quitar lo que hace poco se puso, volviendo a destrozar lo que aún no le ha dado tiempo de deteriorarse, pero esto de las obras públicas es así, surgen ideas y hay que deshacer lo hecho para hacer lo que en muy poco tiempo quizás se tenga que volver a deshacer. Lo cierto es que de aquí a nada tendremos carril-bici, en parte de donde antes hubo carril-bus, que tampoco sirvió para mucho, como tampoco sirve para mucho un carril-bici si no se usa al no estar perfectamente limitado tanto para los ciclistas, como para los peatones, como, en su caso, para los demás vehículos. Si el carril se sitúa en la acera es un riesgo constante entre peatones y bicicletas y si se situa en la calzada el peligro es entre vehículos, todo radica en saber delimitar el lugar de cada uno, pero no solo con el pintado del suelo sino, también, con otros elementos que impidan el atropello. 
    
    Países del centro de Europa, como Dinamarca, están muy avanzados en el uso de la bicicleta y da gusto contemplar avenidas enteras llenas de ciclistas, favoreciendo de este modo el ejercicio físico y la calidad ambiental de la ciudad. Sevilla lo puso en marcha y está calando poco a poco en la población, aunque aún hay mucho que avanzar en la cultura de la bicicleta. Jerez hizo un tímido intento con los alquileres y con el carril de la avenida Alvaro Domecq, algo que no cuajó, esperemos que este nuevo carril-bici que se está construyendo desde el centro sirva para recuperar los viejos talleres de bicicletas, será señal de que la ciudadanía se ha concienciado de las ventajas de su uso y de que, dejando a un lado los perjuicios, por fin lleguemos a entender que las bicicletas no son solo para el verano. 
    (Artículo publicado en Jerez Información el 5 de septiembre de 2009)

Vehículos de dos ruedas en la plaza de las Angustias, frente a la calle Levante. El espacio urbano está completamente trasformado, aunque aún perdura, en otro local de más reciente construcción, el negocio de la hostelería en la esquina de la calle Higueras (Antigua fotografía de la colección de José Salas Rosado)

     



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