martes, 19 de octubre de 2010

EL PROFESOR DE VACIADO

   
     Conocí a Manolo Prieto en 1976, en el taller de Pinto de la calle Diego Fernández de Herrera, aún no había empezado a policromar el Señor de la Misericordia de la Hermandad de Santa Ana pero ya tenía en su haber dos dolorosas para la Semana Santa de Jerez, la Virgen de la Candelaria, que tallara con solo 18 años, concretamente en 1956 y la Virgen de la Concepción que realizó en 1959.
   
    Había nacido el 15 de Junio de 1938, se crió en el barrio de San Mateo, sintiendo una especial predilección por la Virgen del Desconsuelo, algo que se le notaba en su obra. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios pasando a trabajar con Francisco Pinto hasta el año 1982 que sacó, por oposición, la plaza de Maestro del Taller de Vaciado de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Jerez, donde le conocí mas profundamente y donde se ganó el aprecio general de cuantos alumnos pasamos por su aula, intentando aprender el difícil arte del vaciado.
   
    El vaciado es un procedimiento para la reproducción de esculturas o relieves. Se consigue aplicando al modelo yeso líquido, gelatina, fibra de vidrio, etc.y esperando a que se endurezca para confeccionar el molde; posteriormente, se separa de él y sobre este molde obtenido se trabaja para conseguir tantas copias como se desee vertiendo una colada en su interior. Se llama Vaciado tanto a este sistema de reproducción mecánica como a la copia obtenida del molde. El arte del vaciado era ya aplicado por los artistas de la Grecía clásica.
   
    Pues bien. Manolo Prieto era un auténtico artista de la técnica del vaciado, era digno de ver su habilidad para, cuando había alguna zona zocabada, hacer piezas separadas que posibilitaran el levantamiento del molde sin dañar al modelo. Viéndolo trabajar y enseñar parecía que se había educado en el Renacimiento contemplando a Andrea Pisano, entre los años 1330-1336, vaciando sus puertas de bronce para el Baptisterio de Florencia o a Cellini, siguiendo muy de cerca métodos practicados desde la antigüedad clásica,para en 1545 comenzar el vaciado de su Perseo.
   
    Su taller de vaciado era un poco el reflejo de su personalidad inquieta, jovial y reivindicativa, con la claridad del yeso y la escayola y con una almagama de figuras difícil de entender sino no se contemplan dentro de un todo, de una conjunción de piezas que unidas ofrecen un resultado cargado de arte. Así vi al artista Manolo Prieto, como las piezas sueltas de su Taller de Vaciado, que había que unirla para darse cuenta que aisladas dicen poco pero encajadas en su sitio pueden ofrecer todo el arte que se desee. Así era Manolo Prieto un artista en su conjunto,desnudo ante el arte, sin perjuicios y condicionantes, que, al final de sus días se reveló contra todo aquello que le hizo sombra a su creatividad y, por consiguiente, a su memoria de escultor e imaginero.
   
    Atrás queda una ingente labor en pro del arte y la docencia, una maestría en las técnicas de la policromía, del estofado y del modelado, y una acusada personalidad que le hacía, como a casi todos los artistas, ofrecer una impronta única a todos los que le conocíamos. Manolo Prieto ha pasado ya a formar parte de esa escuela imaginera de Jerez, de los Camacho de Mendoza, los Pinto, o los Chaveli, de todos aquellos que hicieron del arte un servicio a la fe de un pueblo, una manifestación de un sentimiento íntimo y una recreación para los sentidos. Manolo Prieto, el profesor de Vaciado de esa Escuela de Artes, de grandes nombres para la historia; el imaginero de las Vírgenes niñas, el discípulo de Pinto, que tantas obras compartiera, no necesita más pleitos para reivindicar su valía porque los que lo conocimos sabemos que era un artista de los pies a la cabeza con el pincel, con la gubia y hasta con  las manos llenas de yeso
    (Artículo publicado en Información Jerez el 12 de julio de 2008 pocos días después de su fallecimiento) 

 

La Virgen del Desconsuelo marcó la obra imaginera de Manuel Prieto Fernández


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