DEDICADO A LOS COFRADES DE LA CORONACIÓN QUE VIENEN CELEBRANDO ESTOS DÍAS SU TRADICIONAL TRÍPTICO MARIOLÓGICO
Cuando aún envidian las fuentes del color su carita divina y ya estamos viendo en la frente de nuestro Dios esa corona de espinas que estremece el cielo de la Albarizuela cada Domingo de Ramos, y cuando aún suplicamos a María que le siga dando cobijo, y lo cubra con su morado manto, para que no vea su hijo la cruz vacía del Viernes Santo.
Cuando entre San Pedro y la Albarizuela se cierra el escenario de un imaginario Belén, entre la vieja posada que un día diera cobijo a aquel Dios que llevaba la corona de espinas en su frente, esa calle Arcos que nos rememora aquellas arcadas que cubrían las angostas calles belenistas, la fontana por donde antiguamente las aguas venían turbias y no se podían beber, los árboles de la Arboledilla daban sombra a los caminos que aquí, también se hicieron con agua viento y frío, y los bizcocheros amasan aún mazapanes y pestiños, nos llegan hablando de paz desde ese bendito portal, porque desde hace más de dos mil años, los portales del mundo son las catedrales de los desamparados, desde el atril de la Cofradía de la Coronación, donde la madre lleva por nombre Paz en su Mayor Aflicción.
En estos días se habla de Paz en la capilla de los Desamparados, cuando en la cuna de la cristiandad no existe la paz sino el diálogo de la guerra. A pesar de todos los pesares - envidias, odios y resentimientos- de cuanto pueda enturbiar el alma humana, necesitamos hablar de la paz. Nos hace falta tanto dentro como fuera de nosotros.
Y el deseo de paz es tan necesario para alcanzar, siquiera un rato, la felicidad. Sin embargo hay odio, resentimiento y envidias por estos mundos donde transcurre nuestra existencia. Soberbias dispuestas a llevarse por delante, o al menos intentarlo, a cuanto se ponga enfrente. Razones para quienes han de justificar permanentemente sinrazones de comportamiento. Por todo eso y mucho más hemos de hablar de la paz y de esperar paz, hemos de pedir paz externa e interna.
En estos dias se habla en los Desamparados de la paz, la paz de María en su mayor entrega maternal desde ese hogar familiar donde mirarse tantas familia cristianas. Aquella casa de Nazaret, la ciudad donde hoy resuenan estruendos de guerra y odios entre hermanos, cargada de virtudes, donde reinaba la paz y el amor mutuo. La misma familia que sigue hoy defendiendo la Iglesia Católica y que el Papa ha definido como la primera educadora para la paz. Manifestando que una familia vive en paz cuando todos sus miembros se ajustan a una norma común: estos es lo que impide el individualismo egoísta y lo que mantiene unido a todos.
Y todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio, lo que dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de sus hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz. La paz y la familia que tanto se necesita para engrandecer nuestra sociedad y para llevar al mundo un mensaje de esperanza. Decía la madre Teresa de Calcuta que el fruto del amor es el servicio y que el fruto del servicio es la paz.
San Francisco de Asís, el santo del amor a la paz, dejó escrito uno de los mejores manifiestos pacifistas de la historia: "Donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo armonía; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría". Un alegato a la paz, de una paz que en estos días se está hablando en la Albarizuela y de una paz que, desgraciadamente, en muchas partes del mundo siguen haciendo oidos sordos.
(Artículo publicado en Información Jerez el 17 de enero de 2009).
Uno de los primeros cultos de la Cofradía de la Coronación en la capilla de los Desamparados cuando aún no contaba con la ampliación que acometió la Hermandad en 1945 |
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